
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Las declaraciones del gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, sobre el futuro de las pensiones han soliviantado al ministro de trabajo Celestino Corbacho, que se apresura a enviar un mensaje de tranquilidad y confianza: el régimen de prestaciones a los jubilados españoles no está en peligro y nadie tiene nada que temer. Una réplica previsible que, sin embargo, no explica el atrevimiento insolente de un gobernador que, a pesar de la contundente invitación a tener la boca cerrada, persevera en sus funestos augurios ante una opinión pública anonadada por la profecía.
Estas polémicas se repiten de vez en cuando y más que una controversia sincera sobre las garantías del Estado del Bienestar parecen una deliberada puesta en escena para sondear el alcance de la indignación pública. Como si a una facción de técnicos superiores del Estado, blindados por sus salarios de "prestigio", le impacientara la pachorra con que los jubilados se gastan sus 400 euros mensuales y quisieran averiguar hasta dónde serían éstos capaces de llegar con su enfado.
Es sorprendente que los economistas de alto nivel consideren insostenible la devolución de lo mucho que Hacienda ha retenido a los asalariados. Es sorprendente que su plan de saneamiento de las cuentas empiece siempre por los que sostienen el edificio de la producción (y el circuito del consumo), cuestionando la viabilidad de los servicios públicos, y que jamás se interroguen sobre el despilfarro con que las instituciones dilapidan los presupuestos generales del Estado, ni cuestionen los festejos, las subvenciones, los proyectos mastodónticos y los delirios de grandeza financiados con los impuestos de los que trabajan "por cuenta ajena". Es sorprendente.