Marcelo Figueras
Es en Serendipity, si mal no recuerdo, que el personaje de John Cusack elige Cool Hand Luke -o La leyenda del indomable, como se la conoce en la Argentina- como su película favorita. A más de cuarenta años de su estreno (y con el sabor agridulce de la reciente muerte de Paul Newman en los labios), acepto que el film de Stuart Rosenberg resistió bien el paso de tiempo. Luke Jackson será siempre uno de los rebeldes icónicos del cine. A la manera de Brando, que poco tiempo antes había respondido a la pregunta: "¿Contra qué te rebelas?" con el ya clásico: "¿Qué tienes para ofrecerme?", Luke no está enfrentado a nada en concreto. Es el sistema mismo, con sus reglas omnipresentes, con sus infinitas regulaciones, lo que lo conmina a embestir como un toro -con resultados no muy distintos a los de la lidia.
La sencillez de la anécdota se presta a ser leída como alegoría. Luke va preso por una razón banal -rebanar cabezas de parquímetros en una noche de borrachera-, lo cual suena gratuito en un comienzo e inevitable a medida que lo conocemos más: Luke está destinado a chocar con el sistema, el cuándo y el por qué termina siendo por completo irrelevante. En la forzada compañía de los otros internos de la prisión-granja, Luke se destaca de inmediato. Aunque no tiene ningún deseo de ser líder -jamás disputa la primacía de Dragline (George Kennedy)-, su insobornable rebeldía termina inspirando a todos los hombres. Con la excepción, por supuesto, de los represores que encarnan la autoridad en el penal. Luke es un cáncer para el orden que preservan por la fuerza. Y por eso se toman la misión de quebrarlo como una cuestión personal.
Si uno googlea Cool Hand Luke, encontará aquí y allá argumentos según los cuales hay muchas cosas en común entre Luke y Cristo. Yo creo que es llevar el asunto demasiado lejos. No hace falta elevarse a las alturas de Jesús para ser un hombre que rechaza la socialización forzada a que nos somete el mundo contemporáneo. En otros tiempos, cuando el planeta abundaba en territorios desiertos, Luke hubiese sido un anacoreta, un explorador o un baqueano, viviendo de acuerdo a sus propias reglas -podría incluso haber sido un héroe. Pero en este mundo de hoy, cualquier hombre que desconozca alguna de las regulaciones que nos mantienen mansos y ordenados las desconocerá todas, forzando al sistema a exhibir su esencia represiva.