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Esperando a Obama

Por 9 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Lluís Bassets

Convocan dos presidentes en precario. El más poderoso, porque se va el 20 de enero. Todo lo que le queda por hacer es evitar más errores, salir deportivamente. El más modesto porque su presidencia es más ornamental que efectiva: dura seis meses, hasta fin de año, y no tiene otro mandato que reunir a sus iguales para intentar alcanzar nebulosos y con frecuencia impracticables acuerdos. Pero lo que manda es el espectáculo y los guiones que sirven para organizarlo, las figuras de los actores del pasado a las que hay que imitar y emular. Ahora se trata nada menos que de refundar el capitalismo y de regresar sobre los pasos de la conferencia de Bretón Woods, la reunión organizada 1944 por los mismos países que estaban trabajando en la fundación de Naciones Unidas para poner orden a la economía y a las finanzas internacionales.

El papel de Francia no ofrece lugar a dudas. Se parece bastante a lo que ya ocurrió entonces, hace más de 60 años, cuando De Gaulle pugnaba desde su oficina londinense por conseguir que su país, ocupado por Alemania y más dedicado a la colaboración que a la resistencia, tuviera una silla entre los vencedores. Ahora, este biznieto político tan peculiar que se llama Nicolas Sarkozy quiere aprovechar de nuevo la oportunidad de la presidencia europea de turno para convertirse en el líder de Europa y resolver dos o tres problemas que tiene pendientes.

Francia tiene todo el interés en que se voz se oiga y su opinión cuente a la hora de introducir modificaciones en la arquitectura de las instituciones internacionales vinculadas con la economía. Tres grandes instituciones, como el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio están presididas por franceses, y hasta septiembre también lo estaba el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (Trichet, Strauss-Kahn, Lamy y Lamièrre, respectivamente). De otra parte, el capitalismo francés, con su marchamo colbertista, es el que se halla mejor adaptado a los nuevos aires intervencionistas que soplan desde que la crisis financiera: es una buena oportunidad para convalidarlo y legitimarlo.

Creo que fue el canciller alemán, Konrad Adenauer, quien dijo aquella maldad de que Francia viajaba siempre en primera con billete de segunda. España, en cambio, está acostumbrada a viajar siempre en tercera, aún habiendo pagado para viajar en segunda o incluso primera como es ahora el caso. Al final irá invitada por Francia en el vagón privilegiado. Había que estar y Zapatero lo ha conseguido. No sé si el precio pagado es demasiado alto. Sobre todo en imagen: por jugar con las cartas boca arriba. The Economist, que defiende la presencia española en la cumbre de Washington, no se olvida de pegarle una colleja a Zapatero. "Ha demostrado poco interés en el mundo exterior".

Está claro en todo caso que el Gobierno español ha jugado tarde y mal sus cartas diplomáticas para estar en una reunión de este tipo con un estatuto más claro y más destacado, en vez de invitado de favor de nuestro amable vecino. Probablemente todo esto viene de lejos. De anteriores apuestas erróneas, de falta de horizonte y perspectiva: como si la única carta a jugar fuera la unidad política europea.

Esta conferencia, en la que se utiliza la presidencia europea semestral para la convocatoria, es un paso más en la marginación de las instituciones europeas. Cuando Sarkozy deje la presidencia intentará seguir representando su papel de líder, esta vez porque es el presidente de Francia, con un asiento en el Consejo de Seguridad. No es la única paradoja flagrante de la convocatoria. Bretón Woods fue convocada por la superpotencia americana para organizar el mundo después de la victoria sobre el Eje. Esta conferencia del próximo sábado ha sido convocada por un presidente saliente políticamente derrotado, para arreglar los desperfectos desencadenados por su sistema financiero.

No es extraño el escepticismo que suscita. Lo más interesante de la convocatoria es que el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, mandará a colaboradores suyos a la conferencia, pero él no asistirá. El compromiso que pueda adquirir Bush es realmente débil y relativo. No hay dos presidentes de Estados Unidos a la vez, ha aclarado Obama y no se cansan de repetir los buenos conocedores de cómo funciona la transición.

No es inocente esa idea de Sarkozy de atar los cabos en cien días, lo que significa dentro del mes posterior a la toma de posesión del nuevo presidente norteamericano, mientras se está instalando, para intentar dejarle la pauta ya escrita. Todo al servicio de su protagonismo. Pero me temo que habrá que esperar a que sea Obama, el afroamericano que ha derrotado al bushismo, el victorioso de este envite, quien se ponga a la tarea. Para Zapatero, tan bueno como estar en el vagón de primera donde viaja Sarkozy son los diez minutos de conversación telefónica que ha mantenido con el nuevo presidente norteamericano. Lo mejor que puede hacer es cultivar con extraordinario cuidado esta nueva y beneficiosa amistad.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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