Skip to main content
Blogs de autor

Una bienvenida para Bruno (3)

Por 11 de septiembre de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Lo cual nos conduce al otro aspecto en que nos diferenciamos de las demás especies. A saber: nosotros podemos hacer cosas porque sí. Por esos extraños designios del fenómeno de la vida, nos hemos convertido en la única especie capaz de practicar la gratuidad -esto es, de concebir y hacer cosas que no son estrictamente necesarias. ¿Qué otra rama del árbol vital podría producir cosas como el papel glacé, el fijador de pelo y la cera para pisos?

El resto de los seres vivos no puede actuar libremente. Todos sus actos están dirigidos a preservarse primero y después a colaborar con la prolongación de la especie. En cambio hombres y mujeres tenemos la capacidad de decidir qué hacer con nuestras vidas: si preservarlas o no, si llevarlas en esta dirección o en aquella otra o en ninguna. Podemos ir con el rebaño, o en contra del rebaño, o -mejor aún- labrar nuestro propio camino sin incurrir en violencia con los caminos ajenos.

En este sentido al menos, ser humano es maravilloso porque supone una tarea creativa. Llegamos a este mundo con una serie de elementos a nuestra disposición. (Siempre menos de los que nos gustaría tener, la insatisfacción también es una característica de nuestra especie.) De allí en más, lo que construyamos con esos elementos empleando nuestra voluntad e imaginación -que es un pálido reflejo de la imaginación con que procede la vida, por cierto-, se convierte en una responsabilidad propia de cada uno. Hay personas a las que la vida les dio migajas y sin embargo se elevaron por encima de su circunstancia, transformándose en Miguel Angeles de su propia existencia. Y hay gente a la que se le da todo y aun así lo rompe todo. Cada vida humana es una obra artística irrepetible, cada hombre y mujer es su propio autor -lo quiera o no, le guste o no, lo asuma o no.

Claro, con la libertad de que gozamos hay gente que hace lo que antes te decíamos: acopiar riquezas, declarar la guerra, cultivar la mezquindad y el desprecio por sus semejantes. Una de las formas más populares de la violencia racional (esto es, de la violencia que se justifica a sí misma como justa y necesaria) es la que convierte en enemigos a todos los que no son como uno: diferente raza o religión, sexo opuesto o sexualidad distinta, ideología, moda o tribu urbana divergente. El Otro reducido a motivo de desconfianza, adversario potencial a ser controlado, humillado -o simplemente exterminado.

El mundo está lleno de gente como ésta. No hay que deprimirse por eso, es parte del juego de la libertad. Siempre habrá personas que, puestas en la disyuntiva, prefieran ser Creso o Hitler antes que San Francisco o Rembrandt. Lo bueno, en todo caso, es que así como nuestra especie ha demostrado con creces su capacidad de hacer daño sin límite (¿qué otra especie es capaz de ponerse a sí misma en riesgo total de extinción?), también tenemos una capacidad de crear sin límite. En este sentido, y quizás sólo en éste, somos los mejores hijos de la naturaleza.

Desde que existimos sobre este planeta hemos hecho algunas cosas terribles: al inventar la guerra y la esclavitud, por ejemplo, que están tan lejos de haberse terminado. (En todo caso han adoptado otros disfraces, debajo de los cuales siguen funcionando a destajo.) Pero desde esos mismos inicios también hemos hecho maravillas, cosas que podrían no haber sido inventadas y que sin embargo inventamos y nos definen. El amor que les prodigamos a nuestros hijos, para empezar, tan distinto del cuidado elemental que se prodigan los otros animales. El lenguaje, nuestra primera ventana a la dimensión de la belleza. La música, o mejor: el arte todo. ¿Qué seríamos sin Mozart, sin Picasso, sin Visconti? En la vastedad del cosmos, en su silencio insondable, los seres humanos producimos pequeñísimos destellos de belleza, que intentan transmitir nuestro asombro y reverencia ante el misterio de la vida y la forma en que elegimos contarnos a nosotros mismos como parte de la gran saga universal; un fulgor en la noche interminable, que a la manera de las estrellas, conserva el sentido aun cuando su autor se ha extinguido.

                                                            (Continuará.)

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.