Clara Sánchez
Hubo un tiempo en que los ricos no trabajaban. Ni siquiera hacía falta ser muy rico, en cuanto se disponía de unas rentas ya no se daba un palo al agua. Pero ahora los multimillonarios se levantan con el alba y no paran de una reunión a otra, de un avión a otro, de un despacho a otro. Incluso los ricos más aristócratas, acostumbrados a que les lleven del desayuno a la cama, se machacan de vacaciones en vacaciones y de diversión en diversión y sólo con verlos uno se agota. Que si ahora Carolina de Mónaco (emblema de no parar de descansar) pasando unos días en el yate, con lo que marea un yate y además siempre con tanta gente alrededor con la que hay que estar y hablar.
Que si luego a cazar a Extremadura. ¡Hala!, echa en la maleta el traje verde de cazador, las escopetas y un largo etcétera como suele decirse. Que si llega la nieve y hay que pensar en las gafas, el gorro haciendo juego con las manoplas, las botas. Y como si esto no fuera suficiente, ponte a esquiar después de una noche de jarana.
¿Qué no cansa descansar?