Clara Sánchez
Luego está lo de la destrozaterapia, que consiste en desahogarse rompiendo cosas. Un empleado que ya se había puesto manos a la obra confesó que se había sentido muy bien destrozando un ordenador. Es comprensible que a uno le tiente la idea de cargarse el ordenador cuando no funciona, como cargarse al vecino que no le deja dormir, pero de eso a realizarlo va un abismo. ¿No será una manera de aprender a ser violentos físicamente? Porque puestos a elegir, prefiero a alguien reconcentrado y de mirada torva que a uno que le dé por destrozar, romper.
No sé qué se pretende hacer con la vida laboral, se pretende disfrazarla de otra cosa o puede que transformarla en algo mejor dedicándole más tiempo o por lo menos arrastrándola al plano de la diversión que hasta ahora era lo que se hacía al salir del trabajo. Tengo por ejemplo un recorte de prensa del 2005 con la foto de unos ejecutivos tocando el tambor para incentivar el ritmo del equipo. En estos cursos de formación también se cocina o se ensayan escenas en las que se pone al jefe en apuros para comprobar su capacidad de reacción, pequeñas representaciones teatrales para soltar el miedo. Pero unos años antes ya se había inventado el outdoor training. Se trata de cursillos al aire libre que según sus promotores "quitan la máscara a los profesionales y hacen que se comporten como personas anteponiendo los intereses comunes a los particulares para conseguir llegar a la meta". Uno de los ejercicios consistía en tapar los ojos a los participantes y pedirles que hicieran unas cuantas cosas para determinar el grado de comunicación entre ellos. Tirar con arco puede servir para calibrar la resistencia al estrés de alguien y remar desarrollaría la habilidad para diseñar estrategias, como hacer una trampa para osos puede potenciar la capacidad de liderazgo.