Xavier Velasco
Nadie puede evitarlo. Aun cuando el paisaje poco tiene que ver con la canción, la trae uno tatuada en la conciencia y alguien adentro no se cansa de entonarla. A veces se maldice porque se trata de un sonsonete inmundo, quizás un comercial de detergente o el tema de una telenovela mexicana —vergüenzas nacionales, la mayor parte—, pero con suerte es una gran canción, de esas que no se dejan ignorar. Que es el caso ahora mismo que trato de escribir sin dejar que su ritmo me gobierne; pero ahí está, danzando en la cabeza, y en lugar de seguir adelante con el texto del blog me miro traduciendo línea a línea, con la docilidad que la obsesión reclama y algunas libertades indispensables.
Mi garganta te extraña cuando no te veo, me viene un deseo loco de gritar. Mi garganta ya araña pintura y azulejos… de tu cuarto, la cocina, la sala de estar.
Creo que me agarró en mitad del vuelo, debo de haber cambiado de hemisferio bajo las órdenes de un vocerrón profundo, grave y hasta rasposo que sólo podía ser el de Ana Carolina. Según la cuenta del iTunes, la canción de Totonho Villeroy me ha pasado encima la modesta friolera de cuarenta y dos veces, más las que no he contado en el coche y la casa, donde ya hasta los canes se la saben. Cualquier día de estos voy a soñar que soy una de las amígdalas en la garganta de Ana Carolina Sousa.
Vengo de madrugada a perturbar tu sueño, como un can sin dueño me pongo a ladrar. Atravieso la almohada, te volteo por el revés, tu cabeza enloquezco y la hago rodar.
Supongo que el oleaje del Ipanema sugeriría una voz suave y seductora como la de, digamos, Bebel Gilberto, pero es verdad que desde la misma letra —potente, pasional y por supuesto cruel cual beso transilvano— Garganta no permite sutilezas: ha sido hecha y cantada para doler como un orgasmo a media pubertad. Por lo demás, quien canta no es carioca sino minera; dueña de una belleza cuyo timbre de voz sugiere ambigüedades que ella no se molesta en negar, sino al contrario. “Me gustan los hombres y las mujeres, ¿y tú qué es lo que prefieres?”, estalla en una canción más reciente, y su garganta no admite reclamaciones.
Sé que no soy santa, a veces voy de caradura, a veces uso la ternura si te quiero conquistar. Pero no soy beata, me crié en las calles y no cambio mi postura para poderte agradar.
Antes de decidirse a vivir de matar a golpes de garganta, Ana Carolina cursaba la carrera de Letras. Nadie que no haya estado en tal situación imagina la libertad que se respira cuando se deja atrás el pizarrón por ir en busca de más anchas ficciones, y esa es otra razón para quererla. O para ir volando en busca del cd y el dvd donde comparte micrófono con la voz todavía más cavernosa de Seu Jorge. Y allí también resuena Garganta, todavía más implacable y desdeñosa de los puntos medios. “Ven conmigo al extremo”, parece sugerir mientras ordena.
Vine a dar a esta ciudad a fuerza de circunstancias, soy así desde la infancia, crecí fuera del hogar. Aprendí a rebelarme sola, y si ahora muevo la cola luego te voy a dejar.
”Ando tan a flor de piel que cualquier beso de telenovela me hace llorar”, canta Zeca Baleiro en Vapor barato, y uno agradece que sea Ana Carolina quien lo tiene temblando a las tres de la madrugada, quizás el mejor tiempo para hablar de tú a tú con algunos fantasmas. No lo puedo evitar, ni me interesa: esta noche, Ana Carolina y su Garganta debutan en El Boomeran(g).
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