Marcelo Figueras
Félix de Azúa se preguntaba ayer cuándo había sido la última vez que Hollywood había mostrado a un árabe “digno, alto y admirable” en sus películas. Y mencionaba como respuesta una vieja película de John Milius, The Wind and the Lion (1975). La pregunta me resultó capciosa (capcioso, -a, adj: se aplica al argumento o razonamiento hecho con habilidad para hacer caer al contrario en una trampa) por varios motivos. En primer lugar me cuestioné: cuando Félix dice “Hollywood”, ¿se refiere estrictamente a las películas de los grandes estudios, o por extensión a la totalidad de las películas en inglés? Después seguí dudando: cuando Félix dice “árabe”, ¿se refiere a los nativos de Arabia Saudita, o más bien a la suma de los pueblos originarios de lo que habitualmente se denomina Medio Oriente (lo cual, en ese caso, incluiría entre otros a los descendientes de los persas y a los turcos)? ¿O aludía más bien a la generalidad de los musulmanes, en cuyo caso el grupo aludido incluiría también, por ejemplo, a millones de pakistaníes? Terminé asumiendo que Félix usaba el término en la acepción más amplia, a pesar de que a los turcos les gusta tanto que los llamen árabes como a los japoneses que los llamen chinos, y viceversa. Y entonces recordé varios ejemplos cinematográficos posteriores a 1975. Por ejemplo Kip en El paciente inglés, que busca y desactiva minas que los soldados del Eje ocultaron bajo tierra. (No puedo jurar que Kip supere el metro setenta, porque no conozco a su actor en persona.) Y el iraquí de Tres reyes, que durante la primera guerra del Golfo tuvo el coraje de enfrentarse a Saddam creyendo que Bush padre lo apoyaría… y por eso terminó en prisión. (Este sí parece ser alto, pero tampoco estoy en condiciones de poner las manos en el fuego.) O la camarera turca que interpreta Audrey Tautou en Dirty Pretty Things, que quizás no sea digna en tanto se ve obligada a prostituirse para sobrevivir, pero que en todo caso hace gala de una voluntad admirable. Y también el pequeño afgano que huye del campo de refugiados en In This World, tratando de llegar a Londres; pero claro, tratándose de un niño este personaje no puede ser alto, al menos no todavía. ¡Con la cuestión de la estatura, Félix se las ingenió para ponérmela difícil!
Se me ocurrieron más ejemplos, incluso de películas que se están viendo hoy en todo el mundo. El palestino con quien Eric Bana dialoga en la escalera, al promediar Munich. El príncipe a quien el poder de los petroleros texanos priva del acceso al trono en Syriana, y a quien encima después le encajan un misilazo para terminar de borrarlo del mapa. Podría seguir así un buen rato, pero creo que uno de los puntos que señalo (que Félix no está saliendo tanto como debería) ya ha quedado demostrado.
Lo más inquietante del argumento de Félix era la exposición previa a la pregunta sobre el árabe alto, digno y admirable. Félix se cuestionaba por la carencia de personajes de ese estilo después de dedicar algunos párrafos a las formas que se empleaban antiguamente para describir a los enemigos. Y de la noción de enemigo pasaba a la del personaje árabe, sin más consideración que la de un punto y aparte.
Vivimos tiempos complejos y peligrosos. Precisamente por ello, me produce resquemor asociar libremente conceptos como árabe y enemigo sin que medie alguna aclaración. Estoy convencido de que Félix no cree que árabe y enemigo sean la misma cosa, así como tampoco imagino que haya querido decir que ya no hay películas de árabes admirables porque todos los árabes son secuestradores. Pero del mismo modo creo que existen lectores ingenuos o malintencionados que pueden asociar los dos términos como iguales o sinónimos. Y aunque uno no puede hacerse responsable de sus lectores (y muy especialmente en la vorágine a que nos obliga colaborar con el blog), debemos asegurarnos, en la medida de lo posible, de no incurrir en ambigüedades que le hagan el caldo gordo a los intolerantes.
Cuando yo pienso en enemigos, no pienso en ningún árabe. Ni siquiera en los que son indignos y bajos de estatura. Según mi modesto entender, los enemigos más peligrosos que hoy tiene el género humano suelen vivir en otras latitudes.
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Dicho sea de paso, me acabo de decidir: este año voy a empezar a estudiar árabe.
Inshallah.