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Flor de Lotto / XXIII

Por 4 de septiembre de 2008 Sin comentarios

Xavier Velasco

XXIII. ¿Estás ahí, Apolonia? 

Todos los despertares entrañan misterios insondables. Se duerme uno creyendo que para bien o mal sabe su cuento, despierta presa de cosquillas renovadas a las que tiene el día entero para atender. Rebelarse, dar vuelta al destino, escapar de la situación imperante por algún recoveco no suficientemente explorado. Tentaciones que trepan al cerebro de Segismundo Andersón acompañadas de una linda enfermera que llega con dos panes, un jugo de naranja, algo de mermelada de durazno, leche, cereal y una sonrisa amplia que inesperadamente lo reconcilia con la vida. La chica le pregunta cómo amaneció, le acomoda los pelos desarreglados y le ofrece el control remoto de la televisión. Luego da media vuelta y desaparece, no sin antes dejarle en el cerebro las imágenes de su vida previa. Las Vegas, Key Biscayne, ¿dónde quedó ese mundo en el que iba y venía cuando y donde le daba la gana?

     Puede que sea el efecto del despertar en esta habitación tan amplia, mirando al ventanal donde aparecen sólo las copas de los árboles, aunque ya es suficiente para observar al mundo desde otra perspectiva. De repente le vienen de vuelta las imágenes del motel Pirámides y la casa de Fuente de Venus habilitada como falsa clínica, de la cual fue sacado dentro de una ambulancia donde le administraron los sedantes que hasta hace poco rato lo tuvieron flotando en un sueño sin sueños. Habría querido preguntar el nombre de esta clínica, pero es aún temprano para contradecir las instrucciones recibidas (sabe sólo que no las seguirá). Todavía en la noche de anteayer, trenzado por las piernas de Apolonia, llegó a creer que no tenía otra opción, pero ver a Mauricio Morazán aventar su hamburguesa a la basura le dejó la impresión de que eso harían con él.

     ¿Cómo se escapa uno de un hospital? ¿Está el doctor Suinaga a cargo de él? ¿Se apellida Suinaga, en realidad? ¿Será cierta la historia que tras los arrumacos atinó a relatarle la Corleonetta, según la cual el comandante Castro muy pronto dormiría en la habitación contigua? ¿Tiene sentido creer que el mandamás de Cuba se ha vuelto en tal medida desconfiado que prefiere hacerse operar en México, en secreto, antes que abandonarse en manos de los suyos? ¿Tanto revuelo ha armado el Fidelotto? ¿Cabe una bomba dentro de una caja de chocolates? ¿Son tan estúpidos los agentes de seguridad cubanos que dejarán llegar ese paquete tan cerca de su líder vitalicio? ¿Son tan confiables Don Alex, Mauricio y la Corleonetta para creer que van a rescatarlo? ¿Van a quitarle hoy mismo ese riñón? ¿Puede un convaleciente de semejante pérdida ir de allá para acá y dejar el país, como si nada? ¿De qué les sirve vivo, si todo sale bien? ¿Lo dejarían vivir, si algo saliera mal? ¿Cómo se va a tragar el cuento chino de que Raúl Castro apostó una fortuna al Fidelotto y su gente se ha puesto de acuerdo con Don Alex? ¿No les sería más fácil quebrárselo ellos mismos? ¿Cuál será la potencia de la bomba? ¿Moriría también la enfermera bonita que recién le sonrió? ¿Es él un parricida trabajando al servicio de un fratricida? ¿Todo queda en familia, finalmente? ¿Y si la bomba estalla a las seis y cinco, mientras él aún espera que vengan a sacarlo?

     Demasiadas preguntas, ninguna información. A no ser por los golpes que de nuevo resuenan a sus espaldas. Toc, toc. Ahora que lo recuerda, fue por ese motivo que se despertó. Podía oír los golpes en mitad del sueño, como una suerte de sonido incidental que a la postre lo trajo de regreso. Toc, toc, vuelve a escucharse. No sabe Segismundo si temerse que de pronto saldrá la Corleonetta vestidita de cuero de un armario; nada le indica que no sea un nuevo truco. Entonces se incorpora, mira hacia atrás y descubre una puerta que da al cuarto contiguo. Alguien que de seguro no es Fidel Castro está muy ocupado golpeando en esa puerta, y el instinto le dice que no está en posición de ignorarlo.

Mañana en FLOR DE LOTTO: XXIV. Cualquier hijo de vecino. 

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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