Xavier Velasco
X. El Bullshit Shuffle.
Segismundo Andersón se pregunta qué será más riesgoso: conocer a Don Alex, o no conocerlo. Es un poco el dilema entre ser un privilegiado transitorio y un sobreviviente desahuciado. Por lo pronto lleva tres días en México y con muchos trabajos se aventura a poner pie en la calle. Tiene esta idea obsesiva de que México va a traerle mala suerte. Ha pensado en huir, pero entiende que es una necedad. Esta gente daría con él así fuera a esconderse en una cueva a medio Mato Grosso. Lo siguen, además. Los ha visto de reojo; se esmera en pretenderse distraído. Desde que llegó a México tiene la sensación de que alguien puede ver todos sus movimientos. Peor ahora que sin mover un dedo ha sido apergollado entre la Corleonetta y su padre.
-Yo apenas he salido de mi hotel, don Alex… -Segismundo hace esfuerzos infrahumanos para empequeñecerse hasta alcanzar el rango de bacteria. Nunca como hoy sus huesos le parecen frágiles, su carne inhóspita, su voz estúpida.
-Estás en un problema, Andersón. Ya conocés a mi hija. De Miami, ¿no es cierto? Luego le preguntaste por ella a Morazán, y el muy chancho te dio esperanzas. Nunca te dijo quién era en realidad, ni mencionó su apodo, ni por supuesto por qué la llamamos así. Corleonetta. Yo le colgué ese nombre, apenas me di cuenta que era una ingenuidad contradecirla. Nadie le dice no, ni se le escapa. Es una control freak. Tiene los brazos más largos que yo. También las piernas, ¿cierto? Apuesto a que le viste los muslazos…
-Ni de casualidad, Don Alex…
-¡Shhh, imbécil! ¿No te dijo Mauricio cuánto me jode a mí la casualidad? Soy un serio adversario del azar, Andersón, y a ti voy a pagarte para evitármelo. No un millón, sino más. Eso no te lo he dicho: voy a darte uno y medio. Después de lo del Granma, ¿viste? Pero no va a ser fácil. Ya te digo, campeón: tenés que evitarme el azar. Los dueños de la lotería no podemos jugar a la lotería, ¿sabés por qué? Porque la lotería es una cosa seria. Es una institución, cuya meta es hacer feliz a la gente. Los verdaderos beneficiarios de la lotería son quienes nunca se han ganado nada. Pagan cada semana su cuota de ilusión. Hay quienes se entretienen repartiendo mentalmente la guita que según ellos van a ganarse. Fe, esperanza, caridad, las virtudes más lindas a un precio que cualquiera puede pagarse. ¿Sabés cómo funciona el Fidelotto?
-Nadie me lo ha explicado.
-Los que ponen la plata indican el día, la hora y el minuto de la muerte. Si después solamente se sabe la hora, el premio se rifa entre sesenta números posibles. Que es todavía más difícil que anotar un seco en la ruleta. Pero si nada más llega a saberse el día del deceso, habría que dividir las posibilidades entre los mil cuatrocientos cuarenta minutos del día. Y yo no voy a apostar mi dinero ni siquiera con el cincuenta por ciento de probabilidades. Cuando llegue el momento, vas a encargarte de que el mundo se entere a qué hora y minuto voló en pedazos el Comandante.
-¡Yo!
-Claro, sos poca cosa, pero esa es tu virtud. La Corleonetta cree que van a matarte, le gusta el tufo de los futuros difuntos. Yo pienso diferente. Creo que va a imponerse tu cobardía. Además, Segismundo, confío ciegamente en tu mezquindad. Tenés por ahí una cuenta de cheques, ¿cierto?
-Es nada más una cuenta de ahorros.
-Cuando salgás de aquí, llama a tu banco. Ya verás que no sólo los santos recobran la fe.