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Del verbo novelar / III

Por 24 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Xavier Velasco

III. Rescate y salvamento. 

Ha dicho el novelista David Toscana que la diferencia entre Historia y Literatura estriba en que una cuenta las cosas que pasaron y la otra las cosas que pasan. Nada tiene de raro que sobrevivan tantas mentiras históricas y rara vez alguna patraña literaria. No se puede mentir cuando se narra, menos cuando resulta que de lo que se cuenta nada en sentido estricto sucedió, y sin embargo de pronto sucede. Ante una realidad de suyo desbordante y apenas verosímil, mal haría el narrador en moderarse. Recuerdo todavía con saludable envidia el título de una de mis novelas favoritas, cuyo protagonista es periférico entre los periféricos: La vida exagerada de Martín Romaña. ¿Qué sería del ángel de la credulidad sin el demonio de la exageración?

     No saber qué se busca, pero asumir con calma cosquilleante la urgencia de encontrarlo: tal es el derrotero del que escribe novela. Rescatar, y en su caso rescatarse. Cada vez que guardamos un archivo electrónico, instruimos a la computadora para que lo "salve". Habemos, sin embargo, algunos desconfiados que optamos por primero salvar la historia a mano. Costumbres periféricas, ustedes ya me entienden. Pues si en el centro abundan los apremios, en las orillas reina la paciencia. Nadie quiere leer una novela escrita con notoria premura, como no sea para burlarse del autor. El papel y la tinta no hacen precisamente más fácil el trabajo, pero en los territorios de la ficción, igual que en los dominios del romance, la tentación consiste en complicarse.

    Montar a lomos de la incertidumbre. Ir detrás del problema, ramificarlo, encontrarle los ángulos inenarrables: puro deleite para el apetito. Quien no sepa o no quiera sufrir por deleite bien haría en mirar en dirección a ciencias menos inexactas. En el país de los culebrones, pocos placeres hay tan auspiciosos como el de darse azotes en la certeza de que el narrador, igual que la heroína del culebrón, saldrá con vida al final de la historia. Mismo que no conozco, y puede ser que escriba por la sola ilusión de enterarme.

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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