
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Luis Mora
"Terminado el poema (…) comprende con estupor que él no es un poeta menor. Otro hubiera seguido investigando, pero Leprince carece de curiosidad sobre sí mismo y quema el poema"; Roberto Bolaño. / En Hambre, de Hamsun, el protagonista termina su obra de teatro para poder romperla; en De Madrid al cielo, de Ismael Grasa, un guitarrista gasta su último dinero en una guitarra para destrozarla. / "Törless sacó del cajón todos los intentos poéticos que había hecho (…) Se sentó con ellos junto al hogar y permaneció solo y sin que nadie lo viera, detrás del gran biombo. Hojeaba un cuadernillo tras otro, luego lo rompía lentamente y, saboreando una y otra vez la fina conmoción de la despedida, lo arrojaba al fuego. Quería dejar detrás de sí todo lastre anterior"; Robert Musil, Las tribulaciones del estudiante Törless / "Metió sus trebejos en lejía, contrató a dos mozos para que desmontaran el cuadro de la pared y lo colocaran en el patio (…) y roció el lienzo con queroseno (…) luego aplicó una cerilla con mimo, y muy lentamente, igual que en esas cintas de celuloide maltratadas por el uso y por los años, cada uno de los rostros se fue quemando. -He prendido fuego a mi tiempo -dijo antes de encerrarse en su estudio", Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor / "Cuando quema cuadros, es evidente por qué. Miró arroja a las llamas sus propias pinturas, las suyas. (…) No nos enfrentamos a unos escombros, sino a otra pintura, más violenta y más desgarrada, que integra el acto de destrucción por medio del fuego en el trabajo de las manos y en el pensamiento contradictorio del pintor"; Jacques Dupin, Joan Miró o el asesinato de la pintura. / "me hubiera gustado conocer a Manuel Pilares, un buen escritor bohemio que arrojó sus cuentos a la taza de un inodoro", Antonio Martínez Sarrión, Jazz y días de lluvia / "Tolstoi, en sus últimos años, maldijo el arte, se burló de sí mismo y de todo genio, acusándose a sí mismo y a los demás de todo lo demoníaco, de soberbia (…) Gogol quemó la continuación de Almas muertas. Kleist quemó el Robert Guiscard, y luego se consideró fracasado y se suicidó. (…) ¡Y qué significa la renuncia silenciosa de Grillparzer y de Mörike a seguir trabajando! (…) ¿Y la huida de Brentano al seno de la Iglesia, su retractación, su renuncia a todo lo bello que había escrito? Y todas esas retractaciones, los suicidios, el enmudecimiento, la locura, el callar sobre el callar por el sentimiento de empecatamiento, la culpa metafísica, o la culpa humana, culpa en la sociedad por indiferencia, por defecto. (…) En nuestro siglo me parece que esas caídas en el silencio, los motivos para ello y para el retorno desde el silencio, son de mayor importancia para la comprensión de las realizaciones lingüísticas que las preceden o siguen porque la situación se ha agudizado"; Ingeborg Bachmann, Problemas de la literatura contemporánea.