
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Luis Mora
El extraño texto de contraportada que escribiese Ignacio Echeverría para Hilos de sangre (2010), donde oponía a Torné de forma inexplicable frente a otra cosa, me impidió hacer una recepción de la misma. Me gustó mucho la novela pero tenía, como es natural en mí, algunos reparos que oponer a la obra. La posibilidad de que exponerlos pudiera suponer mi adscripción a la "otra cosa", y convertir así mi posible reseña en un "acto estratégico" de "oposición o distanciamiento", en vez de ser entendida como la desprejuiciada lectura de un libro, me llevó cual bartleby a preferir no hacerla -nadie me obliga a reseñar-, y a limitarme a escribir al autor, tiempo después, para comunicarle mi admiración por su trabajo y hacerle preguntas sobre su estética.
Mi admiración por Torné sigue vigente tras la lectura de Divorcio en el aire (Mondadori, 2013), aunque es una novela menos ambiciosa y lograda que Hilos de sangre. De hecho, es una especie de historia derivada o "spin off" de la anterior, ya que el protagonista, Joan-Marc, es uno de los personajes secundarios de Hilos de sangre y cuenta su historia a Clara, la protagonista de ésta. Digo "cuenta" porque en la página 195 el protagonista recalca: "Lo que escuchas son los pensamientos de un hombre joven" (la cursiva es mía), luego no estamos ante una larga carta, ni un manuscrito encontrado, sino ante una especie de falso relato oral, recurso técnico elegido por Torné para contar una historia cargándola de intención y permitiendo el derrame de una subjetividad libérrima. La última aparición temporal de Joan-Marc, según ha explicado el autor en una entrevista, sería la última parte de Hilos de sangre, novela que además aparece simbólicamente descrita en la página 243 de Divorcio en el aire.
Quizá esta dependencia de la novela anterior pesa demasiado sobre Divorcio en el aire, pues obliga a quienes leímos Hilos de sangre a tenerla de forma constante en la cabeza durante la lectura. Los notables saltos históricos de su obra mayor devienen en esta novela breves saltos temporales. La épica de aquélla se convierte en ésta en (alta) sociología. Mientras que la de Hilos de sangre era una gran historia (la de la Cataluña, por no decir de España, de los últimos cien años, contada a través de varias líneas familiares), el asunto de Divorcio en el aire es menor: la vida sentimental de un protagonista bastante cretino, al que Torné dota de todos los defectos posibles (estupidez, egoísmo, homofobia, machismo, invasión de intimidades ajenas, clasismo, xenofobia) para impedir al lector empatizar con él. La vida sentimental y el periplo personal y familiar de Joan-Marc suelen resultar interesantes, con algunas caídas y reiteraciones, y son aliñados por el autor con sugestivas digresiones de todo tipo.
La mayoría de la acción está situada entre finales de los noventa y los primeros años del XXI, aunque el narrador habla en nuestros días. Es difícil situar partes de la narración porque la temporalidad es algo borrosa, y sólo podemos ubicarla por datos menores, como la remodelación de la Estació de França (p. 97), que tuvo lugar entre 1988 y 1992, fecha que sería posterior a la infancia de Joan-Marc. Éste va y viene por el tiempo reciclando métodos narrativos sacados de la comunicación de masas y la tecnología: el flash back (p. 40), los filtros fotográficos (p. 57), el Time Lapse (p. 97), el fotomontaje (pp. 145-46), el telefilme (p. 165), el pause (p. 244) o el teléfono móvil (p. 296).
Las mayores virtudes de la novela, a mi juicio, son: la agudeza para analizar el presente; la habilidad para tejer y destejer las relaciones amorosas, familiares y de amistad, y el alto voltaje estilístico de algunos pasajes, con escasos parangones en la narrativa española firmada por autores menores de cuarenta años. Es asimismo destacable la capacidad del autor para recrear las miserias de la vida en pareja y la guerra psicológica de larga duración que suele conllevar en muchos casos. La mirada de Torné se instala entre los intersticios de lo cotidiano, allí donde fabular es más difícil: "tienen hijos, les ponen nombres, se divorcian, consiguen trabajos, los pierden. Una clase de existencia previsible y agradable de protagonizar, pero necesitarás una fantasía de novelista para extraer algo de agitación de esos surcos" (p. 42). En las descripciones, que evitan el naturalismo, también hay atisbos de maestría: "aspiré con fuerza pero apenas capté trazas del olor picante, a canela caliente, de papá" (p. 79).
En algunos puntos creo advertir cierta influencia de Javier Marías, como por ejemplo al plantearse enumeraciones del tipo "cómo se pierde la gente" (p. 42), aunque las series de largas frases que suele federar Marías esclareciendo posibilidades se convierten en Torné en una sucesión paratáctica de sintagmas. Creo que esto es mejor verlo. Inserto a continuación tres imágenes. La dos primeras corresponden a textos de Marías: la página 99 de Los enamoramientos (2011), y la página 13 de Negra espalda del tiempo (1998). La tercera imagen corresponde a la página 42 de Divorcio en el aire:
(Los enamoramientos)
(Negra espalda del tiempo)
(Divorcio en el aire)
Creo que la lectura seguida de los tres textos abre algunas claves. Y quizá es hilar muy fino, pero los juegos de Torné con el nombre de un médico en su novela (Dr. Strangelove, Dr. Muerte) me recuerdan mucho a los que Marías desarrollaba con El Solo (Only the Lonely, El llanero solitario, etc.) en Mañana en la batalla piensa en mí (1994).
Me gustaría apuntar una particularidad de la novela, respecto a su construcción. A pesar de que está publicada sin capítulos, ni pausas, ni espacios de separación, me parece que hay 12 capítulos muy claros en el libro. El primero iría desde la página 1 al segundo párrafo de la página 27; el segundo se extendería hasta el primer párrafo de la 50; el tercero hasta el último párrafo de la 78; el cuarto hasta "las membranas del ánimo" de la 92; el quinto hasta el tercer párrafo de la 135; el sexto hasta el tercer párrafo de la 158; el séptimo hasta "Supongo que le subí", en la página 181; el octavo y el noveno se dividen en el principio de la página 204; el décimo empieza en el cuarto párrafo de la 238; el undécimo en el tercer párrafo de la 256; y el duodécimo y último comienza en el tercer párrafo de la página 288. Cada uno de ellos se alarga entre 25 y 30 páginas y tiene una clara unidad temática y tonal (y casi siempre temporal, esto es, desarrolla períodos de tiempo más o menos homogéneos). Aunque paragráficamente son invisibles, el lector atento detecta de forma intuitiva los capítulos en fantasma. Sería muy interesante hacer una crítica genética de esta novela y trabajar sobre los originales (ya sean manuscritos o digitales, pues existen instrumentos para rastrear fiablemente los segundos) de Divorcio en el aire, a fin de comprobar cómo ha sido construida.
Dentro de los reparos a la obra, apuntaríamos que es poco creíble que Joan-Marc quiera regresar con Helen después de abandonarla y de que ésta haga cierta cosa que no explicitamos para no adelantar la trama. También, y como ya sucediera en Hilos de sangre, es extraño que un narrador solvente cometa tantos errores lingüísticos, teniendo en cuenta que el idioma no es uno más, sino el principal instrumento de trabajo de un escritor. Hay que lamentar algunos descuidos de la edición, fallos de concordancia o solecismos como "líe" por "lie / lié" (p. 68), "televor" por "televisor" (p. 77); "habrán grandes cambios" (p. 93); "Qué le den" (p. 162) por "Que le den"; "fonambulista" (p. 196) por "funambulista" (admitido por Moliner y Seco y muy común) o "funámbulo"; "relevaba" (p. 207) por "rebelaba"; "movil" (p. 208) por "móvil"; "habían hijos" (p. 225) por "había hijos"; "sobrevivir a ese instante en la que te librarías de las dos" (p. 193, cursiva mía); "esta tarde, mientras cerraba la consulta, me cruce" (p. 258), por "crucé", "derramar" (p. 258) por "derramarse" (si no tiene complemento directo y se refiere a la acción de verter, "derramar" debe ser pronominal); "esquive" (p. 284) por "esquivé"; o "habrían más citas" (p. 294).
Ninguna novela es perfecta, y los reparos puestos tampoco desmerecen demasiado al buen trabajo de Torné, aunque lo afeen un tanto. Que Divorcio en el aire no sea tan buena como Hilos de sangre, o que sea "dependiente" de ella, no deben extrañarnos: la razón es que Hilos de sangre era una novela magnífica, un acontecimiento editorial. Un libro que dará que hablar durante años. La cuestión sería, por tanto, esclarecer el valor de Divorcio en el aire, a pesar de su íntima y explícita relación con la obra previa. Y el juicio es el siguiente: la novela no siempre mantiene el interés y la calidad a lo largo de todas sus páginas, pero el nivel medio es superior al común; Torné sigue siendo uno de los mejores narradores en español, de cualquier edad; el hecho de que la lectura de Divorcio en el aire, sobre todo al final, nos resulte algo reiterativa, no empece que lo reiterado sea excelente. En suma, que esta novela no sea lo mejor de su autor no debe llevarnos al engaño de pensar que cualquier novela que usted lea este año vaya a estar a su altura. Apenas seis o siete lo estarán. Saque sus propias conclusiones.
[Continuando la política de mi otro blog, procederé aquí también a apuntar mis relaciones con la editorial y el autor al que reseño: relación con Mondadori, ninguna; relación con Torné: correspondencia cordial, nunca nos hemos visto]