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73. Como quien espera el alba

Por 29 de octubre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Vicente Luis Mora

Como quien espera el alba[1]

 

Por la noche, tendido en la cama, Törless no lograba conciliar el sueño. El tiempo se deslizaba como las enfermeras pasan ante el lecho de un enfermo.

R. Musil, Las tribulaciones del estudiantes Törless, 1906

 

"Entregado a un suavísimo sueño dormía el Nestórida, / mas Telémaco en claro pasaba las horas y estaba / desvelado en la noche inmortal sin saber de su padre", dice Homero, (Odisea, XV). Después será Ulises quien reconozca haber "pasado las noches en blanco". Tema borgiano por excelencia (y por ello fácil de encontrar en el primer Juan Bonilla: "escucho derretirse el porvenir. / El insomnio es una pesadilla", Partes de guerra, 1994), el insomnio es un tema recurrente en la obra del argentino, autor de la que quizá es la mejor aproximación narrativa al mismo: el relato "Funes el memorioso" (Ficciones, 1944). Hay muchas formas de leer ese cuento, de inagotable simbolismo, pero la conexión con el tema de la vigilia, si alguna duda había, se refuerza por la mención borgiana en otro poema: "Insomnio" (El otro, el mismo, 1964): "las muchas cosas que mis abarrotados ojos han visto, / las duras cosas que insoportablemente la pueblan", lo que configura la vigilia nocturna como una especie de sesión continua de cine donde la película es siempre la misma, y pertenece al género de terror. El motivo de la adscripción al género es que durante la "peste del insomnio" (Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, 1969) aparece la "información". ¿Cuál? La expuesta por Vila-Matas en una lejana crítica a La información de Martin Amis: la de que vamos a morir, la de nuestra condición perecedera, que nos acucia a mitad de la noche: "Concilio el sueño como un inocente. Pero me desvelo a las tres o las cuatro de la mañana, en mi despertador biológico suena la hora de pensar en la muerte, y de los poros empieza a brotar ese líquido frío, que no puede ser sólo sudor" (Gonzalo Torné, Divorcio en el aire, 2013); o también: "la obsesión de la muerte (…) nos acomete a solas, en silencio, y a veces, en completa seguridad: antes de quedarse uno dormido, cuando la habitación pierde sus dimensiones" (José Saramago, Manual de caligrafía y pintura, 1983). Para Adorno, "en las impacientes noches de insomnio la duración origina un horror insoportable (…) la angustia de saber que los días están contados y la duración de la propia vida establecida en las estadísticas" (Mínima moralia, 1951). Otra vía de relación entre la muerte y el insomnio es más escabrosa: "El insomne es por necesidad, un teórico del suicidio", escribía Cioran en sus Cuadernos 1957-1972.

 

Sin embargo, no cedamos al dramatismo. No todos los insomnios son terribles. El insomnio también podría ser "una forma de resistencia", frente a la complacencia borreguil del sueño (Damián Tabarovsky, Autobiografía médica, 2007). Y dos clases de insomnio (los provocados por la pasión o por la escritura) pueden contarse entre las mejores horas de la existencia. El amor nos mantiene en un estado de tensión insoportable, al menos las primeras semanas, quiero decir meses. Sostiene Concha García que "el amor endereza los cabellos", y por culpa de ese estrés pretraumátrico que es el amor añade Isabel Escudero que "el enamorado no duerme, está como vigilante de su valioso y amenazado tesoro. Se hace constantes preguntas, deambula por la casa como alma en pena, aun teniendo la prueba de que el otro está allí a su lado. (…) En trance de celos el insomnio es el rasgo más acusado. Uno se ve como en la obligación de vigilar (…) Es frecuente querer también prolongar este estado de insomnio durante el día y el enamorado guarda cama en la vigilia como en una enfermedad" (Digo yo. Ensayos y cavilaciones, 1997). Afortunadamente, es episodio morboso que dura poco. El insomnio, quiero decir, supongo.

 

Y luego está la vigilia literaria, el insomnio que provoca quedarse levantado escribiendo, cuando la idea es tan buena que debe dejarse el lecho de lado y tomar otras sábanas blancas, las de escribir, para volcarse en ellas. Es el insomnio que tuvo Kafka y el que uno lleva ya tiempo sin coger ("Parece menos burocrático escribir cuando todos duermen"; Fogwill, Un guión para Artkino, 2009). El insomnio se impone sobre su esclavo y le marca su ritmo, su escritura. En el poema de Felipe Benítez Reyes, "Balada del insomne", los tres primeros versos reproducen en su sincopación el ritmo trunco del pensamiento nocturno, y presentan al final cierto consuelo: "cuando el día se abra en su blancura, / los ojos crearán ese otro sueño / que soñaré despierto y que, a lo sumo, / tendrá la realidad que tiene el humo" (Escaparate de venenos, 2000). La escritura mental del insomnio genera una vigilia diferente, paralela, que ha sido bien vista por Mario Bellatin: "Una de las razones del insomnio del paciente es que debe construir su propio sueño, su estar dormido, de la misma forma como ordena su escritura. Ya no le es posible descansar libre y abiertamente (…) No. Debe crearle una forma al sueño. Ir hilando un tejido textual que sea el que sustente esas horas en apariencia perdidas" (La jornada de la mona y el paciente, 2006). Es decir: el insomne escribe de forma deliberada sus visiones, construye un elaborado sueño no onírico dirigido a cubrir el vacío de su vigilia. El insomnio convierte en escritores a los no escritores, y a los escritores en meticulosos dibujantes de celdas.


[1] Reproduzco en este post, bastante corregido y ampliado, el artículo que hice para la revista El ciervo en 2003.

 

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Vicente Luis Mora

Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970), es Doctor en Literatura Española Contemporánea y licenciado en Derecho. Ha trabajado como gestor cultural y profesor universitario. Estudioso de las relaciones entre literatura, imagen y tecnología, hasta el momento ha publicado la novela Alba Cromm (Seix Barral, 2010), el libro de relatos Subterráneos (DVD, 2006), y la novela en marcha Circular 07. Las afueras (Berenice, 2007). También ha publicado Quimera 322 (2010), inclasificable proyecto sobre la falsificación literaria desde la teoría y la práctica, a través de 22 seudónimos, que apareció como nº 322 de la revista Quimera. Como poeta, cuenta con los poemarios Texto refundido de la ley del sueño (Córdoba, 1999), Mester de cibervía (Pre-Textos, 2000), Nova (Pre-Textos, 2003), Autobiografía. Novela de terror (Universidad de Sevilla, 2003), Construcción (Pre-Textos, 2005) y Tiempo (Pre-Textos, 2009). Ha publicado los ensayos Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual (Bartleby, 2006), Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo (Fundación José Manuel Lara, 2006); La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (Berenice, 2007) y El lectoespectador. Deslizamientos entre narrativa e imagen (Seix Barral, 2012). La parte de narrativa de su tesis doctoral, galardonada con premio extraordinario de Doctorado, aparecerá próximamente en la Universidad de Valladolid en una versión breve y actualizada bajo el título de La literatura egódica. El sujeto narrativo a través del espejo.  Ejerce la crítica literaria y cultural en su blog Diario de Lecturas (I Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria), y en revistas como Ínsula, Quimera, Clarín o Mercurio. Ha recibido los premios Andalucía Joven de Narrativa, Arcipreste de Hita de Poesía, y el I Premio Málaga de Ensayo por su libro Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (Páginas de Espuma, 2008).

Sus últimos libros son la novela Fred Cabeza de Vaca (Sexto Piso, 2017), el libro de poemas Serie (Pre-Textos, 2015), el ensayo La huida de la imaginación (Pre-Textos, 2019), la monografía El sujeto boscoso (Iberoamericana Vervuert, 2016), el libro de aforismos Nanomoralia (Isla de Siltolá, 2017), y la antología La cuarta persona del plural. Antología de poesía española contemporánea (Vaso Roto, 2016). También ha practicado el monólogo teatral, el hoax (Quimera 322, 2010), la literatura digital y hace crítica en su blog Diario de lecturas (http://vicenteluismora. blogspot.com).

Copyright de la foto: Racso Morejón

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