Vicente Luis Mora
Una conferencia de Natalie Noyaret sobre José María Merino, en la que ha recorrido la obra del excelente narrador leonés y donde ha descrito la operación de apócrifo a partir del ficticio Sabino Ordás (un personaje creado junto a Aparicio y Mateo Díez), me ha hecho caer en la cuenta de la importancia que lo manual -lo plástico– tiene para el autor de Novela de Andrés Choz. De pronto recordé una conversación que tuve con Merino en 2003, durante un viaje en coche que hicimos para presentar su novela El heredero en un pueblo de Córdoba, quizá Pozoblanco. Tuvimos oportunidad allí de hablar de muchas cosas, entre ellas de Jung, una pasión común a ambos y muy presente en su obra. La cuestión es que le comenté que me había llamado la atención el detalle con el que había descrito en El heredero una casa de muñecas que tiene mucha importancia en la obra. Para mi sorpresa, Merino me respondió que en parte para describirla a conciencia y en parte para relajarse tras las largas sesiones de escritura, había fabricado realmente una casa de muñecas con sus manos, tallando las figuras una a una, así como los muebles, para luego pintar cada miniatura con un pincel muy fino.
Junto a esta labor artesanal, tendríamos el detalle, apuntado también por Noyaret, de que Merino ilustró con dibujos propios sus Cuentos del libro de la noche (2005), donde dio rienda suelta a su vertiente de dibujante. Diseñó, asimismo, mandalas para abrir cada capítulo de El río del Edén (2012). Y también utilizó la fotografía, como hemos citado, para dotar de verosimilitud al supuesto Ordás. Así que ilustración, talla de madera, fotografía y dibujo dialogan de forma natural con su obra, demostrando aquello que apunta su narrativa -especialmente sus relatos breves-: la existencia de otro lado de la escritura que puede cobrar realidad y materializarse, como las sombras u otros yoes de sus personajes abandonan lo fantasmal y cobran forma también en sus historias. Lo ekfrástico encuentra su espejo en lo plástico, la mímesis deviene original (¿o es copia?) en tres dimensiones. Y luego pensé que esta actividad digamos performática de Merino, este lado físico y tangible con el que completa la abstracción de la escritura, tiene en realidad mucho sentido y plena coherencia: sencillamente, para José María Merino, la fantasía es algo que se hace con las manos.