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La Tulipe y demás

LA TULIPE Y DEMÁS

José Luis Falcó presenta a Ferrer Lerín
Universidad de Valencia 06/05/09

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Julio/Agosto de 1980. Calima sobre Madrid: 39 grados. Un reloj de arena en la garganta. Flaneur de los libros reconvertido en antólogo. ¿Qué fue de mi vida? Primeras entrevistas, charlas. Discusiones con Fanfán. A punto estuve de romper el pacto. Por fin, cede la doncella. Una antología de poemas, no de autores. El orden deberá ser el de su publicación, de la publicación de cada uno de los poemas seleccionadados.(Telón de fondo). Cada lector reescribe la historia literaria. La hace suya. La alucina. Se la inventa. Todos los poetas saben que también son sus lecturas. La experiencia vivida y la simbólica llenan todos los poemas y libros de la Biblioteca Nacional. Pero, ¿por qué nacional? Fanfán y Omar llegan a un acuerdo. Cede la doncella de nuevo y la pareja, asfixiada, sube por Claudio Coello como una sola serpiente de papel. En esa calle histórica tiene su sede la Editorial Alhambra. El flaneur no recuerda un edificio menos parecido al Lazarillo. El ascensor funciona. Se firma el contrato definitivo. La decisión: Fanfán se ocupará de las relaciones públicas y Omar será el machaca.De acuerdo. A las nueve en punto, cada mañana, Omar llega en góndola a la puerta de la Biblioteca. Una pareja de monjas civiles custodian la entrada. Tras el registro, la gran sala: algo así como un campo de fútbol repleto de archivadores. Cada noche, a las nueve en punto, sale Omar y cruza medio Paseo de Recoletos. Sólo medio. Un banco nunca está lejos. Omar se tiende un buen rato en el primero que encuentra cada noche, hasta volver a casa de Fanfán. Fanfán, ¿qué hacíamos tú y yo antes de conocernos? Lerín tiene que estar en esta antología, dice Omar. Nadie me sabe dar su dirección. Nadie parece tampoco tener el primer libro de Francisco Ferrer Lerín, De las condiciones humanas, publicado en 1964, aunque escrito en el sesenta y dos. En la misma colección en la que Gimferrer había publicado Mensaje del Tetrarca. Sospechas. Infundaciones. Pero Omar se enterará veinticinco años más tarde. Al final de todas estas pesquisas, alguien, tal vez Talentos, me proporciona el teléfono de Lerín. Al parecer a Talentos se lo dio Félix Lengua de Cal. Pero no recuerda, no recuerdo. Este número es el de Jaca. Allí está ahora Paco, le dice, le dicen. ¿Por qué en Jaca?. Clero y ejército. Fronteras. La leyenda "Lerín" ya se había extendido. Omar vuelve a Lixia y desde allí logra hablar, no más de cinco minutos, con Francisco Ferrer Lerín: el permiso para que sus poemas puedan ser publicados unos meses después, en 1981, bajo el título Poesía española contemporánea (1939 1980). Selección, estudio y notas de Fanny Rubio y José Luis Falcó. Se publicó con una extensión que fue aproximadamente la mitad de lo que era. La parte del "Prólogo" atribuido a Omar fue manipulada. ¿Por quién? No asistí a la presentación. Omar leyó a Lerín en 1971: La hora oval, en la colección de poesía Ocnos. No había olvidado aquella lectura, ni el título. Lo que encontró en La Oval: unos poemas que esperaba hacía tiempo. Durante su adolescencia había probado un poco de todo. Es un decir. De Thomas Man a Pío Baroja, de Salgari a Valéry, de Campoamor a Tristan Tzara porque la fiebre canta en los alambres mentales. De Joyce a Cernuda. Y Unamuno. Se había enamorado perdidamente de algunos poetas surrealistas encontrados en Antología de la poesía francesa contemporánea, del poeta Manuel Álvarez Ortega, cuya poesía fue entonces de su agrado. Y de los manifiestos surrealistas de Breton. Del amor loco. Y de Artaud. Pero también de Apollinaire y Larrea: Por las carreteras cinemáticas/en aquel automóvil,/ íbamos filmando. Y del gesto pugilístico y suicida de Cravan. Golfo de México. Tal vez encontró en La hora oval, decía, lo que estaba esperando y que los novísimos, pese a la memoria mancomunada, pastiches y collage, no le habían ofrecido. Al menos, no del todo. Se encontraba delante de una poesía que le pareció radical como el deseo y no una especie de amalgama reciclada (eso sí, muy bien reciclada, aunque confusamente presentada): una amalgama que, en general, carecía de aquel espíritu vanguardista que por entonces le atrajo. Aunque la vanguardia, piensa Omar que se dijo Omar, puede que sólo sea una un estado de ánimo. Un carácter. Una mirada. El ojo. No, con ello no pensaba ya en las vanguardias históricas, sino en la posibilidad de escribir, en el marco de las décadas del sesenta y setenta, desde una mirada nueva, desde un punto de vista (es decir, desde una moral) vanguardista, desde un territorio de libertad y humor, (el humor, ese motor del mundo, dice Lerín), suficientemente alejados de paradigmas congelados y cánones y artificios. Amén. Seguramente fue eso lo que Omar encontró entonces en aquella primera lectura de La Oval y por eso quiso que Lerín estuviese en aquella magna antología. ¿Sólo por eso? Olvidaron mi acento./Borrada la andadura/Quemaron mi nombre. Suficiente, desde luego, pero no sólo. Más tarde, Fanfán, El tiempo y una mujer nos separaron. En posteriores lecturas de La hora oval, fue encontrando más cosas. La calle de la risa, pero también El consejo de los rostros. Y entonces le gustó especialmente la confusión genológica que la poesía leriniana había levantado. Revulsión. Mascletá. De hecho, Omar explicaba genología. (Cuánta aspereza, ya entonces.) El tiempo y una mujer nos separaron. La fantasía conquistada. Críticos y Abogados de pleitos divinos ¿Cómo debe leerse lo que ha publicado Lerín bajo el rótulo poesía? ¿Como poesía? ¿Como relato? ¿Como texto dramático? ¿Como guión cinematográfico? ¿Como qué? ¿Y cómo leer Níquel, la novela de Lerín? Definitivamente, ¿por qué "se debe¨? En aquel tiempo sedujo a Omar una ilusión: leer los textos como textos, como propuestas abiertas no sólo al Dios del Sentido, sino también a su ubicación o no en el marco imposible de los géneros literarios. Chata genología. Noches lúgubres. Cadalso. La Celestina. Noticias de yerros cometidos en olor de santidad, leyó en Lerín. Dicen que la luna es el sol de los pobres. Pues bien, tuvieron que pasar años para que aquel desterrado espía publicara un nuevo libro en el que seguía persiguiendo y anotando crímenes y metamorfosis. Dieciséis años más tarde, aparece Cónsul. 1987. Omar no sabe todavía si se trata o no del libro más maduro de Ferrer Lerín, como se ha dicho. Tal vez sí, pero en ¿qué sentido? Tampoco ve muy clara esa "nueva" unión entre bios y grafos, pues piensa, pensó, que estuvo en la poesía leriniana desde el principio. Bueno, quizás ahora más explícita. Bios y Grafos. Hay algo así como dos tipos de poetas: los que escriben para saber algo de sí mismos y del mundo, y descubrirlo a través de su proceso, y los que, antes de ponerse a escribir y al ponerse a escribir, ya lo saben todo. Lo que no se explica Omar es el porquéparaqué de estos segundos. ¿Para terminar conta.constatándose? Poema es esto y esto y esto. Y esto que nace en mí en calidad de entrega, que existe porque existo. Y porque ambos podemos dejar correctamente de existir. La experiencia de la escritura y no sólo la poesía de la experiencia. Oí gritar Frenk Frenk y comprendí de qué se trataba. La imaginación de Lerín es singularmente poética. Creadora. Basta con echar un vistazo a cualquiera de sus libros y padecer la angustia de lo original más que la de las influencias. Lerín desterrado de Siete novísimos poetas españoles. ¿O es quizás por eso? Sí y no. Sí, por la época, el lugar. Y no, porque Lerín escribe desde su cuerpo, desde la patrística iconoclasta que él mismo ha levantando. El cuerpo es el territorio de la memoria. En él están tatuadas las huellas de todos nuestros pasos. De ahí a los versos de "Homenaje a Perse", que está en el pórtico de Las condiciones humanas : Pero si prefieres balancearte con los remolinos del nuevo día / asciende a las cimas donde sólo reina el olvido y tus pasos serán descontados. Olvidar para escribir. Escribir los pasos descontados. La escritura como metamorfosis. La metamorfosis como crimen. Siempre hace falta un muerto. Su cadáver. Aquí está apoyada la vieja máquina Kodak. Instantánea. Pero ya me he referido, líneas más arriba, a todo esto. Claro que Omar sólo pudo leer completo el primer libro de Ferrer Lerín, De las condiciones humanas, cuando apareció la recopilación de su poesía en 2006: Ciudad propia. Poesía autorizada. El primero como el último, Papur. 2008. El imperativo biológico de la poesía. Parecidas sensaciones que las de la primera vez, cuando me entregué a La hora oval, piensa Omar. Es decisiva esta caricia. Lírico y burlón, lo dijo Corredor. Qué años cuando corría por la era. Lerín y los neologismos. Palabras inventadas, derivadas. Y su enciclopedia ¡Túa! La fantasía de otra tradición. ¡Qué cielo más alto¡ Y por fin conozco a Lerín. En Jaca. Me habían invitado a participar allí en un curso urgente de verano: Poesía contemporánea: convergencias y divergencias 10, 11 y 12 de julio. Fui y fue. Pero lo que Omar quería era conocer a Lerín. Tuvo suerte. Una mañana, en medio de una de las clases. Sigiloso. No sé por qué, ya no nos separamos durante los días que estuve allí. Me llevó al Casino, seguramente para alimentar su leyenda de tahúr. Me enseñó los agujeros que habían dejado las balas de un guardia civil friolero (¿o fue un militar?) en las paredes de uno de los salones. Supe que su madre se apellidaba Lerín Falcó (como Omar) y tuvo la amabilidad de enviarme, en adjunto, el "Recuerdo de la Primera Comunión" de María Luisa Lerín Falcó, celebrada el 4 de mayo de 1924. Y más cosas. "Guárdeme usted el secreto, pero en realidad soy espía", le había dicho a alguien en Jaca hacía tiempo. Casualidades. Azar objetivo. Me gustaría creer. Termino. Omar les deja ahora con uno de sus poetas preferidos y con un estupendo amigo. Lengua de cal dijo una vez que todos deberíamos tener en casa un poeta como Lerín, aunque sólo fuese para alegrarnos la vida. Así que aprovechen la oportunidad.

 

 

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23 de mayo de 2018
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Historias de Formentor y 4

 

La Salamanquesa Común (Tarentola mauritanica) es un reptil de la familia Gekkonidae, de pequeño tamaño, que habita en la Península Ibérica exceptuando el tercio norte. De presencia habitual, en las noches calurosas, en  las fachadas de las casas de campo, al acecho de los insectos que se acercan a las lámparas, fue uno de mis acompañantes favoritos, durante mi infancia y mi adolescencia, en los veraneos en la costa meditarránea. Luego, al trasladar mi residencia a los Pirineos, dejé de disfrutar de su presencia, hasta que en los últimos años, sin duda por el calentamiento global, se le ve en algunas “islas de calor”. Su llegada al norte de España, a bordo de cajas de frutas y verduras procedentes de Andalucía y Levante, debe de ser un episodio antiguo y hasta cierto punto frecuente pero, no ha sido hasta ahora, al subir las temperaturas, cuando ha podido sobrevivir y, quizá, reproducirse. En Baleares, donde la especie no es autóctona, debió de llegar, en tiempos históricos, en los barcos que cubrían las rutas con la península. Llamado dragón o endragón en el ámbito familiar de mi niñez, compruebo que en Mallorca es llamado dragó; habrá que ver, cuando las poblaciones de salamanquesa prosperen en el Pirineo y los humanos necesiten nombrarla, qué apelativo le aplican.     

 

El Hotel Formentor dispone de un huésped muy especial, un ejemplar macho de salamanquesa refugiado durante el día tras un cuadro de una sala próxima a los jardines y que, al atardecer, sale a la busca y captura de polillas y demás invertebrados. Nuestra amistad surgió el año pasado, durante las Conversaciones, cuando él era un individuo minúsculo, recién nacido, pero que ya emitía agudos chillidos (propiedad insólita entre los saurios), lo que me permitió localizarle, imitarle y ofrecerle una mosca moribunda de las que siempre llevo provisión en los bolsillos de la americana. Aurelio Major es un buen amigo y buen poeta del que hasta el momento desconocía cuál era el contenido de los bolsillos de su americana. Aurelio debió de verme cuando yo dialogaba con el dragón y le suministraba alimento y, quizá porque él iba a lo mismo y yo me interpuse, no quiso, en un rasgo de discreción, sorprendernos. Una hora después, se acercó con semblante serio, de alta complicidad, extrajo algo de un bolsillo, lo dejó en uno mío, musitando que, por favor, no lo sacara hasta que él ya volara hacia Lérida. Así lo hice. Era un geco de plástico, una excelente reproducción a tamaño natural de un Geco Enlutado (Lepidodactylus lugubris), fabricada en Méjico, país donde Aurelio Major fundó la Hermandad para la Comprensión y el Uso del Lenguaje de los Gecónidos; ese gesto, la entrega secreta de la figura suponía que yo era aceptado en la Orden, me convertía en miembro, en Hermano, menor por ahora.

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27 de septiembre de 2016
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«Primer búfalo. Una antología alfabética»

  

El maestro impresor malagueño Francisco Cumpián propone editar una antología de mis poemas compuesta e impresa en tipografía, sobre cartulina y papel verjurados, en un volumen encuadernado a mano.

Se acude al profesor Buil Oliván para que seleccione los poemas y escriba un prólogo y, al guardarlos, el ordenador los organiza alfabéticamente comprobando el profesor que el resultado otorga un nuevo sentido a la obra.

Es Joseph Chiquitilla, discípulo de Abraham Abulafia, quien, a finales del S XIII, progresa en la cábala lingüística, en la metafísica del lenguaje, en la combinatoria de letras, aplicándola luego a la Teoría de las Emanaciones (Sefiroth), teoría que recogerá en su tratado Puertas de Luz. Una luz que fija, con los sonidos de las palabras y la perfección de los signos, el pensamiento cabalístico que, en este caso, fruto del azaroso movimiento, también es pensamiento poético. 

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23 de junio de 2016
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Mofa de un grotesco

 

 

Describe en profundidad Alfonso Reyes, en Medallones (Buenos Aires, Austral, 1951), la desgraciada geografía corporal de Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, el notable dramaturgo mexicano (Taxco, ¿1581? – Madrid, 1639). De hecho dedica un capítulo, “Su figura”, a dar relación de citas referidas a los errores de la naturaleza que tantas puertas cerraron a Alarcón.

 

Parece que en algunas sátiras comparaban a Alarcón con el enano Soplillo, el que aparece en el cuadro de Rodrigo de Villandrando “Felipe IV príncipe y el enano Miguel Soplillo” (1620 – 1621) colgado en el Museo del Prado. Así Luis Vélez de Guevara le dice: ‘Por más que te empines, / camello enano con loba, / es de Soplillo tu trova’.

 

Comparado con una mona, corcovado de pecho y espalda, barbitaheño, es merecedor de nutridas burlas:

‘Colchado con melones, visto de lejos, no se sabe si va o viene’ (Luis Vélez de Guevara).

‘Tanto de corcova atrás / y adelante, Alarcón, tienes, /  que saber es por demás / de dónde te corco-vienes / o adónde te corco-vas’ (Regidor Juan Fernández).

‘La que, adelante y atrás / gémina concha te viste’ (Góngora).

‘Zambo de los poetas y sátiro de las musas’ (Don Antonio de Mendoza).

‘Un hombre que de embrión / parece que no ha salido’ (Montalván).

‘Don Cohombro de Alarcón, / un poeta entre dos platos’ (Tirso).

‘Tiene para rodar / una bola en cada lado’ (Salas Barbadillo).

‘En el cascarón metido / el señor bola-matriz’ (Fray Juan de Centeno).

‘Baúl-poeta / semienano o semidiablo’ (Don Alonso Pérez Marino).

 

En unas seguidillas de la época se le llama “profecía de Jerónimo Bosque” y se le hace decir: ‘A ningún corcovado / daré ventaja, /  que una traigo en el pecho / y otra en la espalda’.

 

Para finalizar este indecoroso repaso, una letrilla de Quevedo:

‘Corcovilla, poeta juanetes, hombre formado de paréntesis, tentación de San Antonio, licenciado orejoncito, no nada entre dos corcovas, zancadilla por el haz y el envés’; y la dedicatoria de Lope en Los Españoles en Flandes cuando nombra al poeta ‘rana en la figura y en el estrépito’.

 

Quizá el consuelo de semejante caballerete, velloso, con espesas barbicas y piernas algo divididas, fuera conseguir que sus amigos pasaran buenos ratos escarneciendo y gesteando su figura. En el torneo de mascarada de cierta fiesta de San Juan de Aznalfarache adoptó el sangrante apodo de Don Floripondio Talludo, príncipe de la Chunga.

  

 

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26 de enero de 2016
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Partida de nacimiento

Hoy he tomado el aperitivo con el poeta Ferrer Lerín. Ha sido un encuentro casual. Yo volvía de la Gestoría González, de resolver unos asuntos de la herencia de mi padre, y al ver a Lerín sentado solo en la terraza de Casa Fau me he acercado a él con el ánimo de saludarle, sorprendiéndome a mí mismo por el atrevimiento, dado que apenas conocía al poeta (me lo presentaron en la boda de la hija de Rato). Lerín ha resultado encantador. Se acordaba de mí. Incluso ha entrado en detalles acerca del atuendo de mi señora en el evento romano. Ha llamado al camarero y me ha invitado a un Campari con patatas Lay’s onduladas, su alimento favorito. No ha parado de hablar, sobre literatura, aves y jugadas de póquer, y yo estaba embobado ante disquisiciones tan interesantes pero no dejaba de mirar de reojo a la gente para comprobar si era ya del dominio público mi amistad con semejante autoridad. De golpe, Lerín se ha callado y, tras echar un trago de vermú, me ha mirado a los ojos y, ceremonioso, ha dicho: “Ernesto (yo me llamo Enrique) voy a darte una primicia que te autorizo plasmes en tu periódico (no soy periodista, soy usurero)”. Han pasado unos segundos, que me han parecido eternos, y ha vuelto a la carga: “Sorprendido el médico de cabecera por la no correspondencia entre la edad que constaba en mi ficha y la edad que él me atribuía por mi excelente forma física, me animó a investigar mi partida de nacimiento.” Nuevo silencio (sabía que me tenía expectante) y, con voz profunda, ha continuado: “El médico estaba en lo cierto, la lectura de mi partida de nacimiento no era correcta, una mancha de tinta confundía al lector apresurado, yo no había nacido en 1942 sino en 1952. Tenía diez años menos”. A Ferrer Lerín se le ha iluminado el rostro. Me ha guiñado un ojo. Ha soltado una carcajada. Y ha pedido otra ronda. (Esta claro que no le importan los problemas que se le vienen encima si hace público el descubrimiento; una actualización biográfica que supondría la pérdida de la pensión, la anulación de su matrimonio, la devolución de medallas, el desprecio de los hijos. Le he aconsejado que no diga nada, que siga con su vida como si tal cosa, pero Lerín es un tipo legal y quiere estar en paz con su conciencia. Le he recomendado los servicios de la Gestoría González, muy eficientes).

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9 de noviembre de 2015
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