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La carne y el cuerpo en la última novela de Antònia Carré-Pons

Por 2 de septiembre de 2025 Sin comentarios

Sònia Hernández

Menuts (Menudillos), Llibrets (Libritos/Sanjacobos) y Llom de dos colors (Lomo de dos colores) son las colecciones de la editorial catalana Cal Carré, que se propone –según se presenta en su página web– “acercar los grandes clásicos de la literatura universal al público generalista, desde los medievales hasta contemporáneos, porque los clásicos son todos uno y nos hablan del presente de una manera que nunca pasa de moda”. La fundadora de la editorial es la escritora y estudiosa medievalista Antònia Carré-Pons (Terrassa, 1960). Las colecciones de libros llevan los nombres de los productos que se podían encontrar y adquirir en la tocinería y ultramarinos que regentaba su familia desde mediados de los cincuenta del siglo pasado y en el que se trabajaba siguiendo tradiciones del siglo anterior. Cerró en 2016 y reapareció como editorial en 2021.

Aunque ha hecho tímidos intentos por separar su prolífica trayectoria académica de su bibliografía como autora de ficción y de su experiencia como editora, en su última novela, La gran familia, publicada por Club Editor, se acaban imponiendo las lógicas naturales para ofrecer una suerte de inventario vital. Mejor dicho, inventario Vidal, puesto que Vidal es el apellido escogido por la escritora para la familia retratada. Los juegos de palabras, la ironía y el humor están muy presentes en la historia, como si fuesen los únicos lenitivos para soportar el dolor.

Tal vez porque en el escenario de la primera parte de la novela –así como de la vida de la autora– ocupa mucho espacio el sótano de la tocinería donde su abuelo y su padre descuartizaban los cerdos que les traían ya sacrificados del matadero, el dolor carnal está muy presente. Nada nos detiene a distinguir el físico y el anímico o psicológico. El segundo, en la infancia de las niñas protagonistas, tal vez era una excentricidad de gente ociosa. Algo así se insinúa cuando la madre de la narradora principal, Rateta, se lamenta suspirando que su hija es un poco rara.

La sangre de los animales y la carne roja a pedazos se sitúa junto a los diagnósticos, operaciones, disecciones y quimioterapias que persiguen a todas las mujeres de la familia. Como si los miedos infantiles, el pavor al tener que bajar al sótano donde trabajan el padre y el abuelo, fueran un aviso indescifrable pero intuido de lo que iba a venir, una preparación para las enfermedades ante las cuales lo único que puede hacerse es buscar la reconciliación. La reconciliación con el propio cuerpo, que ha sido el continente de la existencia que nos ha correspondido, como también la reconciliación con el pasado. Descubrir que la infancia no está tan lejos, que nunca deja de estar en nosotros, mientras que los padres son unos seres plurales que tampoco se alejan nunca, como si estuviéramos poseídos por una infinidad de presencias y ausencias. Así es imposible abarcar la identidad. Para Foucault, la identidad era un gran problema. Carré-Pons no cita a Foucault, lo suyo es más Christine de Pizan y los escritos médicos medievales. Pero siempre libre de afectación, más preocupada por saber quién son los demás que quién es ella misma. De ahí la verdad que alcanza en los retratos de la hermana enferma o de los padres ancianos. Incluso en el de la amiga invisible, Ojalà Vidal.

El cuerpo es el gran tema en el libro. Se aborda la enfermedad, pero sin caer en una prosa somática. De hecho, las informaciones más cruentas y más impactantes se ofrecen como en un descuido, como si la narradora no fuese consciente de la gravedad de los términos. Así consigue Carré-Pons esa liviandad que es uno de los principales de los muchos atractivos de su escritura y de la novela. Desparpajo, humor e ironía también están presentes en la conferencia que dicta la protagonista en un congreso internacional. Habla sobre el cuerpo femenino narrado por los médicos, cirujanos y estudiosos medievales: los úteros circulando descontroladamente por la anatomía femenina ilustran sólo uno de los numerosos y, ahora, hilarantes ejemplos. Reivindicar la actualidad de los clásicos también sirve para aceptar y comprender sus errores. En el fondo, todo parece conducir a ese ejercicio de aceptar para comprender, para reencontrar o reconciliarse con los misterios que nunca van a esclarecerse, sin grandes aspavientos.

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Sònia Hernández

Sònia Hernández (Terrassa, Barcelona, 1976) es doctora en Filología Hispánica, periodista, escritora y gestora cultural. En poesía, ha publicado los poemarios La casa del mar (2006), Los nombres del tiempo (2010), La quietud de metal (2018) y Del tot inacabat (2018); en narrativa, los libros de relatos Los enfermos erróneos (2008), La propagación del silencio (2013) y Maneras de irse (2021) y las novelas La mujer de Rapallo (2010), Los Pissimboni (2015), El hombre que se creía Vicente Rojo (2017) y El lugar de la espera (2019).

En 2010 la revista Granta la incluyó en su selección de los mejores narradores jóvenes en español. Es miembro del GEXEL, Grupo de Estudios del Exilio Literario. Ha colaborado habitualmente en varias revistas y publicaciones, como Cultura|s, el suplemento literario de La Vanguardia, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos o Letras Libres.

Foto: Edu Gisbert    

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