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Lo que sé de Ayn Rand

Por 16 de diciembre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Rosa Moncayo

El libro más barato que jamás he comprado es Los que vivimos de Ayn Rand. Me costó 50 céntimos. Todavía me acuerdo: letra enana, tapa blanda roída y 500 páginas llenas de polvo. En el instituto se corrió la voz de que habían abierto una tienda de segunda mano en Palma y se podían comprar discos a muy buen precio. Allá que fuimos todos. Sorpresa: también había libros. El título me llamó la atención. No sabía quién era Ayn Rand y, por aquel entonces, leer sobre la Revolución rusa era un peñazo. Años más tarde, mi hermano pequeño lo leería con mucha más pasión que yo.

Los libros de Ayn Rand son solitarios, tienen cierto lirismo, pero muchos los seguimos convirtiendo en alegatos de pensamiento crítico, ignorando todo lo demás. Error. Hace ya un tiempo que estoy más enganchada al panorama político que nunca. Creo que este interés tan súbito debió de acelerarse con la pandemia y ese querer estar al tanto de lo que se nos venía encima. Estoy segura de que gran parte de los que amamos a este país desayunamos llevándonos las manos a la cabeza. Hay gente, en cambio, a la que le da igual.

El otro día, cenando con unos amigos, vi cómo una suerte de alucinación fantástica que llevaba tiempo en mi cabeza se hacía realidad. Es una idea simple, pero triste. Aquellos que apoyan al Gobierno sin importarle un comino lo que hacen mal, reverenciando todos y cada uno de los errores, lo hacen porque tienen un miedo fóbico y extraordinario a que se les encasille con el estereotipo de la derecha. Por supuesto, ocurre también al revés cuando se dan las circunstancias precisas. Soy de las que piensa que siempre es mejor llevar la contraria que ignorar una metedura de pata, pero no fue así y el vino hizo que todo quedara en un susto. A pesar de todo, se me apareció la figura de Gary Cooper, quien dio vida al protagonista de El Manantial en la gran pantalla hollywoodiense, justo al final de la cena. ¿Adónde se nos ha ido el pensamiento crítico? Al escribir esto, se me ocurre nombrar las tres líneas básicas sobre lo que sé de Ayn Rand -como bien dice el título de esta entrada-. Ahí van: el pensamiento es propiedad individual, la felicidad debería ser nuestro único propósito vital y el sacrificio personal es inmoral.

Unas semanas atrás, recibí las ediciones que la editorial Deusto ha publicado tan impolutamente -sus páginas sí que se leen bien: carecen de polvo, tapa dura y la letra es adecuada- de El Manantial, Himno e Ideal. Qué alegría me llevé. Al igual que con el cine, disfruto mucho más aquellas novelas en las que no ocurre nada en concreto, bueno, mejor dicho, aquellas que no tienen un propósito final; podría decirse que las novelas de Ayn Rand son la excepción. ¿Qué decir de El Manantial cuando incluso todo lo malo ya está dicho? Himno e Ideal son joyas raras y extravagantes. Himno es distópica y profética. Una alarma convertida en novela, un mundo en el que ha desaparecido la palabra «yo». Incluye un facsímil de la edición original inglesa con las correcciones, escritas con puño y letra, que hizo para la edición estadounidense. Ni una página se salvó del garabato ininteligible de la mismísima Ayn Rand. Ideal trata sobre la integridad y lo horrible que es la idolatría. Al poco de escribirla, Rand se dio cuenta de que la historia funcionaría mejor como obra de teatro. Así ocurrió.

He pasado el mes de noviembre, y parte de diciembre, leyendo a Rand y me he vuelto más escéptica que lo que ya era. Otro tema: me indigna que alguien, sea quien sea, desprestigie cualquier creación artística asociándolo a lo juvenil, lo adolescente. Obama perdió muchísima decencia cuando dijo que leer a Ayn Rand era cosa de adolescentes incomprendidos. Será que algunos seguimos siéndolo.

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Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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