Za Za, emperador de Ibiza
Ray Loriga
«A veces cuesta precisar en qué momento exacto empezaron a torcerse las cosas; nadie se resigna de buena gana a que su vida sea grotesca y menos aún a que su aspecto lo corrobore con tanta exactitud. Su vida ya no estaba unida, no existía relación alguna entre su infancia y este sujeto de ahora. Trató de encontrar una explicación y no dio con ella. Siempre fuiste muy tuyo, se dijo, como si eso sirviera de algo.»
Esta es la historia de Za Za, futuro emperador de Ibiza. Y es la historia de un gigantesco embrollo. Porque ZAZA es el nombre del mayor yate de recreo jamás visto antes, y, por si eso fuera poco, también es el nombre de la droga perfecta, la más potente, inocua, alucinante y limpia droga jamás creada o encontrada, esa que provoca felicidad sin límite sin exigir peaje a cambio, ni al alma ni al cuerpo.
Zacarías Zaragoza Zamora, alias Za Za, disfruta en Ibiza de un retiro tranquilo y sin sobresaltos, convencido de que sus tiempos de dealer habían acabado hace años. Pero el pasado ha regresado con sonido preciso a su vida para convertirle en emperador de la isla. ¿Despropósito? Hay quien lo llama destino.
«Loriga añade anhelo romántico e inteligencia original a una figura cada vez más ubicua, el héroe neurótico, esa alma difuminada en un país de las maravillas transnacional lleno de ingeniería neuroquímica y negras intrigas.» Sam Lipsyte, The New York Times
«A Loriga se le puede considerar el verdadero iniciador de una escritura que se aleja del realismo español, un monólogo mental en un paisaje desolado, como salido de un cuadro de Hopper […]. Una escritura depurada, de breves párrafos, que no describe, sino que va, silenciosa como los neumáticos de un automóvil sobre una autopista.» J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia
«Loriga se ha unido al selecto grupo de escritores que -como Houellebecq
y Murakami- están redefiniendo la ficción del siglo XXI.» Wayne Burrows, The Big Issue
«A Loriga se le puede considerar el verdadero iniciador de una escritura que se aleja del realismo español, un monólogo mental en un paisaje desolado, como salido de un cuadro de Hopper […]. Una escritura depurada, de breves párrafos, que no describe, sino que va, silenciosa como los neumáticos de un automóvil sobre una autopista.» J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia
«Loriga se ha unido al selecto grupo de escritores que -como Houellebecq y Murakami- están redefiniendo la ficción del siglo xxi.» Wayne Burrows, The Big Issue
«Ray Loriga es un fascinante cruce entre Marguerite Duras y Jim Thompson.» Pedro Almodóvar
Va a suceder muy deprisa o nunca
Sí que sucedió. Y no nunca.
Sucedió exactamente durante el verano en el que de pronto empezó a llover a cántaros sobre las islas Pitiusas y la tierra empantanada de las cañadas bajaba negra y furiosa hasta el mar e incluso las viejas payesas que saben, o al menos presumen de saber, de dónde ha salido cada rana, andaban desconcertadas. Y Dios sabe lo difícil que es desconcertar a una payesa, o distinguir entre dos ranas.
El Papa acababa de renunciar a lo que se suponga que fuera lo que hacía, pero Za Za, nuestro individuo principal, había perdido la fe mucho antes. Era junlio y llovía con inquina. Tiempo de setas, lo llaman los ancianos de las islas.
Llueven ratas, que diría Za Za.
Cuestión de isobaras… o tradiciones. O política local. O emociones. Subjetivo en cualquier caso.
También afectó a la moda. Y hasta hay quien jura que el yate de un modisto italiano zozobró.
Como bien sabe, o debería saber, cualquier costurera, alrededor de un botón no muy bien hilvanado puede y quiere crecer una jungla. O una tormenta. O el fin del mundo.
Aviso a marineras y costureras y a marineros y costureros, y en general a gente de bien: «Lo llamaban Leviatán porque era un monstruo (Dios lo hizo) y porque no tenía pareja (Dios se la quitó), y de su piel se haría un toldo con el que cubrir a mil comensales, y de sus entrañas una cena para todos los justos».