Ficha técnica
Título: Viajes y exploraciones en el África del Sur| Autor: David Livingstone | Prólogo de: Javier Reverte | Traducción de: Atilano Calvo Iturburu, José Plácido Sansón Grandy y Susana Carral Martínez. | Edición de: Susana Carral Martínez | Editorial: Ediciones del Viento | Colección: Viento Sumún Nº 42 | Precio: 25 € | Páginas: 792 | Peso: 1.300 grs. | Formato: Rústica 16 x 24 | Género: Novela | ISBN: 978-84-96964-34-1
Viajes y exploraciones en el África del Sur
David Livingstone
Nunca hubiera imaginado el joven médico escocés David Livingstone cuando en 1840 se embarcó hacia África de Sur para enseñar el evangelio en aquellas colonias, que se iba a convertir en uno de los exploradores más admirados de nuestra civilización. Sus diecisiete primeros años en África se condensan en esta maravillosa obra, donde narra su época evangelizadora en las colonias y su posterior incursión hacia el norte. Cruza el desierto del Kalahari con su familia, y tras decidir enviarla a Gran Bretaña, se interna durante cuatro años en las regiones inexploradas de Zambia, recorriendo el continente de Angola a Mozambique y descubriendo las cataratas Victoria. Se narran aquí sus observaciones y sus aventuras, pero sobre todo su convivencia con tribus que nunca antes habían visto a un hombre blanco, pero a los que éste considera sus hermanos.
Una obra increíble que se publica por primera vez íntegramente en español.
Prólogo de Javier Reverte
Es una muy buena idea reeditar a David Livingstone y su Viajes y exploraciones en el África del Sur. Y lo es, no sólo porque suponga un acercamiento del público español al explorador africano por excelencia, al «explorador de los exploradores», sino porque Livingstone fue un campeón, antes que nada, del humanitarismo, cuando este movimiento nacía en el siglo xix, en plena expansión del imperialismo europeo. Hoy, la sociedad ha asumido como un valor esencial la lucha contra el racismo; pero en los días de Livingstone, ser racista era lo natural. Por ello, su figura, la de un activista viajero de los derechos humanos que luchó con todas sus fuerzas contra el maltrato del hombre negro por el hombre blanco, va ganando altura con el paso de los años y de los siglos. Livingstone, si hubiese nacido más tarde, tendría el Nóbel de la Paz y el Príncipe de Asturias al Humanitarismo. Porque Livingstone fue el principal impulsor del fin de la esclavitud, un hecho de indudable trascendencia ética, un hito de un calibre casi semejante a la Declaración de los Derechos Humanos.
Resulta curioso, sin embargo, que casi todo el mundo identifique hoy a Livingstone como un gran explorador. Lo fue, desde luego. Pero su principal objetivo en los numerosos viajes que realizó por África no era el descubrimento de lugares geográficos con que ir llenando el mapa de África, el «gran espacio en blanco» del continente negro, como lo bautizó Joseph Conrad; su tarea tenía un signo redentorista, en la medida en que viajaba en calidad de misionero de la iglesia anglicana. Livingstone definía su apostolado particular con tres ces: cristianismo, cultura y comercio. Y la idea que lo guiaba consistía en utilizar las vías que se abrían para la exportación de materias primas africanas como rutas para combatir a fondo la barbarie de la esclavitud.
En 1839, David Livingstone, nacido en 1813 en Escocia, alentaba el propósito de trasladarse como misionero a China, pero la Guerra del Opio cerró las fronteras del país a los extranjeros y sus ojos se volvieron a África. En marzo de 1841 pisó por primera vez el continente, en la ciudad del Cabo (actual Suráfrica). Desde aquel día, su destino quedo ligado a las extensas tierras del interior de África.
En 1842 viajó al interior del desierto del Kalahari por territorios que ningún blanco había pisado. En 1844, un león le hirió en el brazo y, durante toda su vida, Livingstone mostró con orgullo aquella cicatriz de juventud. En 1849 fue el primer blanco en llegar al lago Ngami y la Royal Geographical Society le distinguió por ello con su medalla. Fue en esa época cuando declaró: «Abriré una ruta en el interior de África o moriré». En sus escritos, que se convirtieron desde el principio en «best-sellers» de su tiempo, denunció la barbarie de la esclavitud con toda su energía y logró que se abrieran en Gran Bretaña numerosas asociaciones antiesclavistas.
En 1855 exploró el río Zambeze y llegó a las imponentes cataratas Victoria. Y en 1856 alcanzó las costas de Mozambique cruzando el interior del continente. Para esas fechas, ya era un héroe en su país y el explorador más famoso y respetado de Inglaterra. Sus libros de viajes y aventuras no cesaban de traducirse y de venderse por decenas de miles de ejemplares en Europa y América.