Una vez en Europa
John Berger
Las cinco historias de amor incluidas en Una vez en Europa son un alegato contra la destrucción de la vida rural. John Berger -«un escritor sin rival en la literatura contemporánea en lengua inglesa», según Susan Sontag- refleja en ellas su modo de entender la realidad. Como él mismo reconoce, «tal vez mi aversión por el poder político, sea cual sea su forma, demuestra que soy un mal marxista. Intuitivamente siempre estoy al lado de aquellos que viven dominados por ese poder.»
Como antes de Puerca tierra, destaca aquí ese «realismo limpio» de John Berger, obsesionado por la claridad de una expresión que surge ante nosotros como una poderosa llamada de atención sobre el divorcio entre el hombre y la tierra.
La crítica ha dicho…
«John Berger se ha convertido en una de las voces esenciales para comprender el estado de nuestra sociedad. Un hombre que combina a la perfección compromiso y reflexión.» María José S. Mayo, El Confidencial
«Las obras de John Berger viven entre los géneros y en un grado de contemporaneidad absoluto. Mezclando la poesía, el ensayo y hasta el periodismo más personal, sus obras son un intento de reflexión trascendente sin perder la historia inmediata pero tampoco la metafísica o cualquier atisbo de pensamiento lírico.» Luis Antonio de Villena, El Cultural de El Mundo
«Uno de los mejores y más insaciables creadores europeos.» ABC
«La serie de relatos Una vez en Europa contiene posiblemente la mejor narrativa de John Berger hasta la fecha.» Richard Critchfield, The New York Times
El acordeonista
¿Tocarás en mi boda?, le preguntó Philippe, el quesero. Philippe tenía treinta y cuatro años. La gente siempre había dicho que nunca se casaría.
¿Cuándo es?
El sábado que viene.
¿Por qué no me lo dijiste antes?
No me atrevía. ¿Tocarás?
¿De dónde es la novia?
Yvonne es del Jura. Pásate esta noche por el Lira Republicana y la conocerás; estará allí con sus padres y unos amigos de Besançon.
Esa misma tarde, el acordeonista, un hombre que ya pasaba de los cuarenta, estaba sentado en el café, bebiendo champán invitado por el padre de la novia, junto a una mujer regordeta que reía sin parar y llevaba unos largos pendientes. El acordeonista había observado atentamente a la joven novia y estaba seguro de que estaba embarazada.
¿Tocarás para nosotros?, preguntó Philippe llenando las copas.
Sí, tocaré para ti y para Yvonne, respondió.
En el suelo, a sus pies, descansaba un perro cuyo pelo ya se había vuelto gris con los años. De vez en cuando le acariciaba la cabeza.
¿Cómo se llama su perro?, le preguntó la mujer de los pendientes.
Mick, dijo él; es un payaso sin circo.
Es viejo ya para ser payaso.
Quince años tiene; quince.
¿Tiene usted una granja?
Encima del pueblo; en un lugar que llamamos Lapraz.
¿Es grande?
Depende de quien lo pregunte, respondió él con una risita.
Se lo pregunta Delphine.
Se preguntó si aquella mujer se emborracharía a menudo.
Bueno… ¿es una granja grande?, insistió ella.