
Ficha técnica
Título: Un hombre enamorado | Autor: Karl Ove Knausgård | Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo | Editorial: Anagrama | Colección: Panorama de narrativas | ISBN: 978-84-339-7891-2 |Páginas: 632 | Precio: 24,90 euros
Un hombre enamorado
Karl Ove Knausgård
De la muerte a la vida. De ser hijo a ser padre. Éste es el paso de Karl Ove Knausgård en Un hombre enamorado, la segunda parte de las seis que conforman Mi lucha, esa inmensa novela autobiográfica que la crítica ha descrito como «un proyecto demencial que sólo los verdaderos genios pueden alcanzar».
Karl Ove deja a su mujer, deja Noruega y todo lo que conoce, y se marcha a Estocolmo, dispuesto a recorrer los caminos que se abran ante él. Y allí se hace amigo, muy amigo, de Geir, otro noruego expatriado, intelectual y fanático del boxeo. Vuelve a encontrarse con Linda, una bella poeta que le había fascinado años antes en un encuentro de escritores, y que será su segunda mujer. Y su mundo cambia, y él, y escribe y describe sus tempestuosas relaciones amistosas y sentimentales, cuenta cómo es volverse a enamorar, y el largo, dramático período antes de que él y Linda se consoliden como pareja. Y después, los goces y los engorros de la paternidad. La necesidad de escribir y la urgencia por crear, pero también la cotidianeidad de la vida en familia, o el cómico fracaso de sus vacaciones, la humillación de las clases de preparación al parto, las peleas con los vecinos, el estrés de pasear a un niño en un cochecito por Estocolmo cuando lo único que él quisiera es sentarse y continuar con su novela…
Y el amor, la ira, la belleza, el aburrimiento y la exaltación fluyen en estas páginas. Knausgård escribe con una veracidad punzante sobre los instantes que componen una vida, la de un hombre apremiado por la necesidad de escribir y de contar, pero también de vivir, de alguien para quien la muerte está siempre a la vuelta de la esquina, y que anhela con igual intensidad la soledad y el amor.
«Knausgård no es un gruñón irritado, sino un apasionado idealista. Quiere crear arte, del grande, y quiere luchar contra la uniformidad y la conformidad de la vida burguesa contemporánea» (James Wood, The New Yorker).
«Un hombre enamorado es mi libro favorito de este año. Knausgård tiene la habilidad de volver fascinantes y significativos los pequeños detalles de su vida» (William Leith, The Spectator).
«Una notable, elocuente reflexión sobre la masculinidad, la domesticidad, y la urticante necesidad del artista de evadirse» (Boyd Tonkin, The Independent).
«Quizá nos hallemos ante la más importante empresa literaria de nuestro tiempo» (Rachel Cusk, The Guardian).
«Tan ficticio y tan verdadero como la vida misma… Su lectura es compulsiva, nos perturba, y con frecuencia nos deja atónitos» (S. Evers, The Observer).
«Necesito el próximo volumen como una dosis de crack» (Zadie Smith).
TERCERA PARTE
29 de julio de 2008
El verano ha sido largo, y aún no ha terminado. El 26 de junio acabé la primera parte de la novela, y desde entonces, hace más de un mes, tenemos a Vanja y a Heidi en casa, sin ir a la guardería, con todo el trabajo extra que eso conlleva. Yo nunca he entendido lo de las vacaciones, nunca he sentido necesidad de tenerlas, siempre he preferido trabajar. Pero si hay que tener vacaciones, las tengo. Pensábamos pasar la primera semana en esa pequeña cabaña que Linda insistió en comprar en una huerta comunitaria el otoño pasado, con la intención de que fuera en parte un lugar donde escribir, y en parte donde pasar los fines de semana. Pero a los tres días nos dimos por vencidos y volvimos a la ciudad. Meter a tres niños pequeños y dos adultos en una superficie muy limitada, con gente rodeándonos por todas partes, sin otra cosa que hacer que arrancar y cortar la hierba, no es precisamente una buena idea, sobre todo si la atmósfera reinante ya es tensa antes de instalarse. Tuvimos varias discusiones muy subidas de tono en ese lugar, sin duda para gran diversión de los vecinos, y la sensación que me producían esos centenares de jardincitos decorosamente cuidados, con todas esas personas viejas y medio desnudas, me hacía sentirme claustrofóbico e irascible. Los niños captan rápido esas situaciones y luego las aprovechan, sobre todo Vanja, que reacciona casi al instante a cualquier alteración de tono o volumen de la voz, y si la cosa va a más, se pone a hacer lo que sabe que más nos disgusta, y que nos hace perder los estribos si esa situación se alarga. Si de antemano uno ya está lleno de frustración, resulta casi imposible defenderse, y a partir de ahí empiezan los gritos, chillidos y demás miserias. La semana siguiente alquilamos un coche y nos fuimos a Tjörn, en las inmediaciones de Gotemburgo, donde la amiga de Linda, Mikaela, también madrina de Vanja, nos había invitado a la casa de verano de su novio. Le preguntamos si sabía lo que era convivir con tres niños. Y si estaba realmente convencida de querer tenernos allí. Dijo que lo estaba, había pensado que podría hacer bizcochos y cosas así con los niños, y llevárselos a bañarse en el mar y a pescar cangrejos, para que Linda y yo pudiéramos disfrutar de un poco de tiempo para nosotros solos. Nos dejamos tentar. Fuimos en coche hasta Tjörn, a ese extraño paisaje que se parece mucho al del sur de Noruega.