Setecientos millones de rinocerontes
Manuel Vilas
Desde la alegría inapelable, el amor o el desamor, la creatividad exótica, la desesperación, la risa, la ebriedad o la locura, los seres que pueblan estas páginas revelan una originalidad que puede parecer alucinada.
Este conjunto de locos, de rinocerontes resplandecientes, nos conduce a la empatía o al asombro pasmado, pero siempre, de alguna forma, a la identificación profunda con unas personas que desde su deriva están sintiendo de verdad, con desorden, con dulzura, desenfrenadamente.
Manuel Vilas retrata en este libro la excepcionalidad de la mente del hombre moderno y transmite, con acrobacias imposibles, plenas de fantasía, que la elección más sugerente siempre es el trastorno. Porque éste, aun en sus manifestaciones más extremas, es sin duda una de las maneras más intensas de vivir.
La crítica ha dicho…
«Vilas es un gran poeta y, como tal, es inmortal, vive dentro del tiempo. Esta condición le permite relacionarse de tú a tú con artistas que también lo son, como Kafka, Van Gogh y Picasso.» Jordi Puntí, El Periódico de Catalunya
«Alabados sean Vilas y su máquina trituradora de géneros literarios. Alabadas sean sus parodias y sus caricaturas, su esperpento y su sátira […]. Vilas lo explota todo, se atreve con todo. Cree en lo que hace porque tiene fe en la literatura.» Ángel Gracia, El Heraldo de Aragón
«Manuel Vilas es probablemente el escritor más peligroso que hay ahora mismo en España. Peligroso en el sentido de singular, independiente e irreductible a todas las convenciones.» Javier Calvo, Quimera
«Uno de los narradores más creativos en la parcela del humor que hoy tenemos en español.» J.M. Pozuelo Yvancos, ABC Cultural
«Nadie puede negarle a Vilas, además de un pulso narrativo de atleta de élite, un buen humor y un desparpajo generosos, pero bien nutridos de tradición.» Manuel de la Fuente, ABC
Vivir es un rinoceronte
Las danzas de la vida son historias que yo cuento. Cuento historias que hablan de bailar mientras nuestras vidas duran. Estaba pensando en la vida como un humilde e inexpresivo baile en el tiempo. Un baile de rinocerontes, de seres corpulentos. En el cuerpo de los rinocerontes, en la masa tangible, está contenido todo: el amor a los padres, el amor a las ciudades, el amor al hecho físico de respirar, el amor a la locura, el amor a la soledad, el amor al amor. Las danzas de la vida tatuadas en la parsimonia hierática y misteriosa de un rinoceronte.
Setecientos millones de rinocerontes es un manual paliativo para personas que hayan sufrido algunos de los padecimientos psicológicos avanzados que en este libro se detallan, especialmente el simple y llano padecimiento de vivir, de estar vivo, y sus infinitos derivados, algunos aún por catalogar.
En realidad, yo llamo trastorno del rinoceronte al hecho en sí de existir, de vivir, de pasar por este mundo.
El rinoceronte es el animal totémico del siglo XXI. Su pasividad ante el incendio de la raza humana es nuestra pasividad.
El rinoceronte es el estado sólido de la existencia. Materialmente, existir es un rinoceronte.
Porque los rinocerontes se caracterizan por su gran tamaño. La existencia de los seres humanos es un megarrinoceronte.
El escritor rumano Eugène Ionesco escribió una obra de teatro titulada Rinoceronte, donde se maltrataba a este animal. Fue denunciado por ello y hubo una condena a muerte que no se cumplió, injustamente.
Como digo, Ionesco fue llevado a los tribunales por maltrato animal. Este hombre, que escribió en francés y no en rumano, pues si hubiera escrito en rumano, su maltrato a los rinocerontes habría pasado desapercibido, pensaba que los rinocerontes son seres abominables.
No sé si recuerdan ustedes que en el siglo XX florecieron unos señores extremadamente malignos llamados Stalin y Hitler. Pues bien, Ionesco pensó que los seres humanos, por influjo de Stalin y de Hitler, nos convertimos en gregarios rinocerontes.
Estaba equivocado.