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Ficha técnica

Título: Pasé la mañana escribiendo | Autora: Anna Caballé | Editorial: Fundación José Manuel Lara | Colección: | Formato: 115 x 230 mm | Encuadernación: Cartoné | Páginas: 310 | ISBN: 9788415673101 | Precio: 19,90 euros

Pasé la mañana escribiendo

Anna Caballé

FUNDACION JOSE MANUEL LARA

Hay veces en que dudamos de todo, de nosotros y de lo que nos rodea. Hay días limpios y otros llenos de perplejidad. Pero ¿quién lo sabe?, ¿quién puede conocer nuestras zozobras?

Los diarios personales son, y han sido, un refugio, una válvula de escape, un inventario de bienes privados, una forma de reflexionar sobre el desconcierto de la vida, una crónica de hechos, una expresión de la poesía que habita en nuestro interior, un deseo de conocimiento, un discreto grito de libertad o de protesta.

En un momento de transformación, cuando el cuaderno tradicional ve su lugar ocupado por la pantalla, y la intimidad cede ante la publicidad, Pasé la mañana escribiendo reúne las voces principales del diarismo español, hasta ahora dispersas y apenas estudiadas.

El libro nos conduce desde sus orígenes entre los curtidores medievales hasta los diaristas contemporáneos, rescatando una valiosa e ignorada  tradición y aportando un análisis de los conceptos imprescindibles para su estudio.

Filosofía, intimidad y diario:
lo que quedó atrás

Uno de los filósofos europeos más interesantes surgidos en las últimas décadas es, en mi opinión, el alemán Peter Sloterdijk, autor de una trilogía, Esferas (Sphären), que en un principio aspiraba a completar la idea de Ser y tiempo concebida por Heidegger como una obra genuinamente revolucionaria sobre el ser. Frente, o junto al eje de la temporalización y la historicidad del ser, pensada por Heidegger como consustancial al ser humano -es decir que nuestra existencia está hecha, amasada, por el tiempo, somos tiempo-, Sloterdijk reivindica en Esferas un aspecto menos considerado hasta ahora por la filosofía: el espacio, los espacios vividos, vivenciados, como una experiencia igualmente primaria del existir y sobre la cual se funda todo movimiento, el movimiento del ser. De hecho, siempre vivimos en espacios, en atmósferas, en esferas que de algún modo remiten a nuestro espacio inaugural, aquel del que todos procedemos, la primera esfera humana, esto es el vientre materno. Y siempre estamos en movimiento, porque, como decía Ortega (1), el ser humano se sostiene en su voluntad de ser, en su proyecto de vida y está obligado a responder a las dificultades que la circunstancia de su vivir le plantea. La vida humana es un continuo ensayo que no permite la quietud, el no hacer. Si el individuo no lucha por mantenerse a flote, un día tras otro, muere.

Sloterdijk arremete sin embargo contra la idea del Yo que ha exaltado la postmodernidad, encapsulando al sujeto en lo que él llama la «ilusión individualista», como Pierre Bourdieu arremetió en su día contra la llamada «ilusión biográfica». La convicción de que mis pensamientos son invisibles a los demás, de que mi mente es una caja fuerte, por no decir un tesoro, atiborrado de preciosas imágenes, sueños, recuerdos y aspiraciones que me pertenecen por completo; la idea de que mis reflexiones constituyen un libro que nadie puede leer desde fuera; que mis ideas y sentimientos solo son trasparentes para mí, así como son impenetrables para otros… Para Sloterdijk esta especie de síndrome presidido por la idea de que la intimidad del individuo es un valor precioso y hermético que se mantiene oculto a los demás y cuyas riquezas interiores son insondables, está en el origen de muchas fantasías y comportamientos actuales. Es el pilar de una ilusión gestada en torno al Yo que tiene un recorrido relativamente reciente, pero que, en todo caso, se ha expandido en la medida en que el postcapitalismo ha conseguido lo que podríamos denominar la «industrialización de la intimidad», es decir la explotación de un espacio simbólico -porque todas sus materializaciones no son más que un débil reflejo del ideal que las integra-, vinculado a la esfera más privada e íntima del individuo, y al que recurren, con escrúpulos o sin ellos, todas las esferas del consumo, como han analizado Eve Illouz o Eloy Fernández Porta (2): desde la agencia de viajes que vende la ilusión de que el viajero va a reconciliarse con las raíces más profundas de su identidad, hasta las tecnologías de la información que han conseguido atomizar las clases sociales segmentándolas en grupos cada vez más reducidos y aislados entre sí. El Yo, la noción de individualidad, se ha transformado en un elemento imprescindible del ideal democrático: todos disponemos de un Yo igualmente soberano y original que nos particulariza haciéndonos seres únicos e irrepetibles. La utopía colectiva -«sé tú mismo», es decir distínguete de los demás- a la que una sociedad, harta de la predicación de valores políticos y morales que no van correspondidos con la conducta adecuada, se ha entregado con furor, trasciende las divisiones sociales. En realidad las afecta a todas de un modo u otro, al tiempo que es el mercado quien parece controlar los sistemas de explotación de esa utopía volátil. Se nos insiste, sobre todo a través de la publicidad, en hacernos sentir únicos e irreemplazables, especiales en nuestra encantadora singularidad, al tiempo que se canalizan adecuadamente, industrialmente, nuestras expansiones de ser y de realizarnos en plenitud. En el poderoso vínculo actual que se ha forjado entre la economía, el mercado y el Yo, la cultura desempeña un papel tan poco consciente a veces de sí mismo como decisivo. Sin los constructos culturales, la génesis, interpretación y funcionamiento de ese «ideal individualista» al que se refiere Sloterdijk, carecería de contenido y por tanto de interés para el mercado. Es decir que ha sido la cultura quien ha brindado a esa intimidad, transformada en una cadena de montaje, un marco conceptual. Le ha proporcionado símbolos, artefactos, relatos e imágenes imprescindibles a la hora de construir una utopía individualista que opera como eficaz refugio ante el infortunio de la vida y el desengaño generado por las grandes ideologías.

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(1). Historia como sistema, vol. VI de las Obras Completas (1947), Revista de Occidente, 1973.

(2). En varios ensayos: El consumo de la utopía romántica (1997), Katz, 2009; Cold Intimaties: The Making of Emotional Capitalism, Polity Press, 2007. Los ensayos de Eloy Fernández Porta, en una línea más corrosiva,analizan asimismo la usurpación que el capitalismo ha hecho del universo emocional: Emociónese así: Anatomía de la alegría (con publicidad encubierta), Anagrama, 2012.

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Anna Caballé

Anna Caballé (Hospitalet, 1954) es profesora titular de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos. Premio Extraordinario de Doctorado por su tesis La literatura autobiográfica en España (1939-1975), Premio Gaziel 2009 de Biografías y Memorias, convocado por la Fundación Conde de Godó y Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2015 Es colaboradora habitual del suplemento Babelia, y antes de ABC Cultural. Autora de numerosos artículos de investigación sobre la escritura auto/biográfica. Su obra principal es: La vida y la obra de Paulino Masip (Edicions del Mall, 1987); Narcisos de tinta. Ensayo sobre la literatura autobiográfica en lengua castellana (1939-1975) (Megazul, 1995); Mi vida es mía, en colaboración con Joana Bonet (Plaza&Janés, 2000); Francisco Umbral. El frío de una vida (Espasa, 2004); Cinco conversaciones con Carlos Castilla del Pino (Península, 2005); Una breve historia de la misoginia (Lumen, 2006); El bolso de Ana Karenina (Península, 2008) y Carmen Laforet. Una mujer en fuga en colaboración con Israel Rolón (RBA, 2010); El feminismo en España. La lenta conquista de un derecho (Cátedra, 2014); Pasé la mañana escribiendo: Poéticas del diarismo español. Por su último libro, Concepción Arenal. La caminante y su sombra (Taurus, 2018), fue galardonada con el premio Nacional de Historia de España 2019. Foto: ©Ricardo Martín

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