Ficha técnica
Título: Paisajes después de la batalla | Autor: Juan Goytisolo | Editorial: Galaxia Gutenberg | Colección: Rústica Digital | Género: Novela | ISBN: 978-84-15472-81-0 | Páginas: 176 | Formato: 17 x 22 cm.| Encuadernación: Rústica | PVP: 14,50 € | Publicación: 28 de enero 2013
Paisajes después de la batalla
Juan Goytisolo
Enclaustrado en su refugio del abigarrado barrio parisiense del Sentier, un personaje solitario que mantendrá a lo largo de la obra unas curiosas relaciones afectivas con su invisible mujer alterna sus inquietudes políticas -a través de sus contactos con misteriosas organizaciones terroristas extranjeras- con la exposición de sus catastróficas previsiones ecológicas y unas apremiantes fantasías sexuales próximas al mundo infantil del creador de Alicia en el país de las maravillas. Su excentricidad es tal vez una defensa contra la normalización de nuestra época. Como ha escrito el propio autor: «Escrita al amparo del epígrafe de Bouvard et Pécuchet «Ponían en duda la probidad de los hombres, la castidad de las mujeres, la inteligencia del gobierno, el sentido común del pueblo; en corto, minaban las bases»-, la novela es una inmensa carcajada ante el espectáculo de la ciudad del futuro, que es ya la del presente: la cosmovisión de la hecatombe diaria que se avecina. Su héroe, un personaje proteico -mediocre, minucioso, obseso-, se identifica con el barrio en que vive y reproduce o clona sus contradicciones, escucha, ve, fantasea, imagina toda suerte de situaciones conflictivas de las que sale siempre malparado. Paisajes despues de la batalla es una novela marcada por la hiriente, a veces violenta exploración de los territorios del «yo» y de los valores sociales, aquí sometidos al efecto de una irrisión casi destructora. Esta «fábula sin ninguma moralidad» aspira a hacer ver, mediante la vía del humor, tanto la trama de una verdad subjetiva como los tópicos y los valores caducos sobre los cuales se fundan nuestras sociedades actuales.
La Hecatombe
Hasta entonces, el mal -para llamar de alguna manera a aquel conjunto sobrecogedor de circunstancias sólo inopinado en apariencia- se había insinuado poco a poco, por etapas, de un modo sigiloso y a primera vista inocuo, quizá con el deliberado propósito de no alarmar a los vecinos, sensibilizados, por la misma textura heteróclita del barrio, a la pérdida de su primitivo carácter familiar, casi íntimo, a causa de la penetración paulatina, la acción disgregadora y funesta de elementos abigarrados y foráneos, cuya vistosa y finalmente abrumadora presencia se iba transformando, no cabía de ello la menor duda, en una invasión en toda regla. No obstante, volviendo la mirada atrás y analizando las cosas con un enfoque retrospectivo, parecía obvio que aquella acumulación de indicios no era simple producto de la casualidad sino que llevaba, por así decirlo, su propia dinámica, una dinámica todavía oculta, como ese caudal de agua enterrada que se hincha y agranda antes de aflorar súbita e impetuosamente: bastaba con remontarse al tiempo en que aparecieron los primeros signos ominosos y trazar un gráfico, un cuadro clínico, de su irresistible ascensión. Nada o casi nada al principio: algunas inscripciones en tiza, trazadas por mano cuitada y furtiva, obra probable de niños noveleros e inquietos, deseosos de hacerse notar. Único rasgo distintivo: su ininteligibilidad. Estaban compuestas en un alfabeto extraño y los viejos habitantes del barrio pasaban junto a ellas sin advertirlas, como si fueran monigotes caprichosos. Las figurillas absurdas se repetían con todo a lo largo de las paredes desconchadas y, apenas borradas por la lluvia, las porteras de los edificios vetustos o los dueños de los comercios laterales -casi todos mayoristas de pieles, jerseis y géneros de punto-, volvían a aparecer, cada vez más burlonas y llamativas: verdaderas ecuaciones algebraicas reproducidas de casa en casa con pertinacia obsesiva.