
Ficha técnica
Título: Opiniones contundentes | Autor: Vladimir Nabokov | Traducción: Maria Raquel Bengolea / Damià Alou | Editorial: Anagrama | Colección: Argumentos | Páginas: 376 | Fecha: may/2017 | ISBN 978-84-339-6414-4 | Precio: 20,90 euros
Opiniones contundentes
Vladimir Nabokov
«Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño.» Así comienza Nabokov el prefacio a este volumen, que recoge entrevistas, cartas al director y más de una docena de artículos (secciones, estas dos últimas, inéditas hasta hoy en castellano).
Sobre todo a partir del éxito de Lolita, tanto novelístico como cinematográfico, Nabokov concedió diversas entrevistas en las que repasaba algunos aspectos biográficos y literarios de su personalidad, de sus rutinas como lector y como escritor, de sus filias y sus fobias.
Pero las «opiniones contundentes» del autor ruso las encontramos en especial en sus cartas a diversas publicaciones y en sus artículos, donde da rienda suelta a su barroco ingenio y a su afilada prosa para hablarnos de autores como Jodasévich y Sartre, de los críticos obsesionados con los símbolos y de las vicisitudes editoriales que rodearon la publicación de Lolita.
Aunque sin duda donde más afila Nabokov sus colmillos es en la polémica que levantó su traducción en prosa del Eugenio Oneguin de Pushkin, en la que expone sus teorías sobre la cuestión y fulmina verbalmente a sus críticos.
Merecen destacarse también la pieza lírica «Inspiración», en la que asistimos al nacimiento de una obra artística desde el lugar privilegiado de un maestro, y sus artículos sobre mariposas, donde el Nabokov de precisión milimétrica se fusiona con el científico para aficionarnos al singular mundo de la lepidopterología.
Las opiniones de Nabokov, contundentes siempre, arbitrarias nunca, suponen una cara imprescindible del prisma de su compleja y fascinante obra.
«La variedad, fuerza y riqueza de las intuiciones de Nabokov no tiene rival en la narrativa moderna. Lo más parecido al puro placer sensual que puede ofrecer la prosa» (Martin Amis).
«Nos honró al elegir utilizar y transformar nuestro idioma» (Anthony Burgess).
«Dominó los trucos de la novela, e inventó algunos propios» (Peter Ackroyd).
«Es imposible que la imaginación encuentre otro paladín de tanto vigor» (John Updike).
PRÓLOGO
Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño. Durante mi carrera docente en Norteamérica, desde mero lector a profesor titular, nunca he facilitado a mi auditorio ni una parcela de información que no estuviese preparada de antemano en forma de nota mecanografiada que tenía ante la vista en el atril. Mis balbuceos y tartamudeos cuando me pongo al teléfono motivan que los interlocutores de larga distancia pasen de dirigirse a mí en su inglés nativo a hacerlo en un francés patético. En las reuniones, cuando trato de entretener a los invitados con una anécdota interesante, me veo obligado a repetir una y otra frase para matizar y hacer incisos. Hasta el sueño que le describo a mi mujer durante el desayuno no pasa de ser un borrador.
Dadas estas circunstancias, creo que a nadie se le ocurriría pedirme que me someta a una entrevista, si por «entrevista» se supone una charla entre dos seres humanos normales. Pues bien, lo han intentado por lo menos dos veces hace ya tiempo, y en una ocasión en presencia de un magnetófono; y cuando me volvieron a pasar la cinta y acabé de reírme, decidí que nunca en la vida volvería a repetir esa hazaña. Hoy día tomo todas las precauciones necesarias para estar seguro de que el golpe que reciba del abanico del mandarín será digno. Las preguntas que quiera formularme el entrevistador ha de mandármelas por escrito, y yo se las contesto por escrito, y han de ser reproducidas al pie de la letra. Estas tres condiciones son ineludibles.