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Ficha técnica

Título: No soy Sidney Poitier | Autor: Percival Everett | Editorial: Blackie Books | Formato: Tapa Dura / 14 x 21 | ISBN: 978-84-938817-2-6 | Página: 292 | Precio: 21 euros

No soy Sidney Poitier

Percival Everett

BLACKIE BOOKS

 

Portia Poitier era una mujer preclara. No solo llamó No Soy Sidney a su hijo cuando
nada permitía aún vislumbrar el asombroso parecido que el bebé iba a tener con Sidney Poitier, el guapo y célebre actor afroamericano. También compró acciones de la otrora desconocida Turner Broadcasting Corporation en número suficiente para hacer de No Soy Sidney un hombre riquísimo. Algo que lo ayudará, sin duda, a la hora de enfrentarse a la marginación, las burlas y los acosos de todo tipo a los que lo exponen su estrafalario nombre y su color de piel.

No Soy Sidney Poitier fue concebido sin la intervención de ningún varón, y nació después de veinticuatro meses de embarazo histérico. Porque todo cabe en esta novela de formación, que trae al recuerdo la Vida y opiniones de Tristram Shandy, de Lawrence Sterne, pero también el Cándido de Voltaire y, cómo no, las aventuras del Quijote.
El absurdo parece aquí la única forma de enfrentar un mundo que siempre lo es mucho más. Un tal Percival Everett aparece en estas páginas convertido en profesor de filosofía del sinsentido, que, por eso mismo, no tiene ningún consejo que dar.

En una América supuestamente posracial y sin clases -aunque sea simplemente porque nadie distingue a un negro de otro, a un marginal de un pobre-, No Soy Sidney Poitier reflexiona sobre el vicio de definir a las personas por lo que no son, y tiene la virtud eminentemente everettiana de mostrar con humor tristísimo cómo la propia identidad se construye, a veces hasta el delirio, en contra de los demás. 

 

 

1

 

Soy el fruto malhadado de un embarazo histérico, y sorprendentemente, por raro que pueda parecer, no soy ningún histérico. De hecho, soy una persona bastante tranquila; algunos dirían que imperturbable. Soy alto y negro, y el mundo me ve parecido al señor Sidney Poitier, algo que mi pobre madre, trastornada y ya fallecida, no podía saber cuando nací y me puso por nombre No Soy Sidney Poitier. Nací al cabo de dos años de una gestación histérica, y quién sabe lo que pasa por la mente de una mujer embarazada que lleva tanto tiempo esperando el momento. Dos años. Al menos eso fue lo que me contaron.

Para que esta historia larga y triste quede abreviada y triste, así es como he colegido que ocurrieron las cosas: mi madre, célebre por sus ansias de tener un hijo, y también porque todos los que la conocían pensaban que era rara, extravagante y singular, y de la que todo el mundo sabía que no tenía pareja, un día anunció a sus vecinos, a los próximos y a los no tan próximos, que estaba embarazada. Éstos asintieron de una manera conveniente y comprensiblemente comprensiva, si no abiertamente condescendiente aunque benévola, pero más adelante, para gran sorpresa de todos, el horror de algunos y la perplejidad de la mayoría, la barriga de mi madre empezó a hincharse. Según todas las fuentes, la barriga le creció muchísimo, pero después de los más o menos nueve meses de rigor, no había ningún bebé. Antes de cumplir, recumplir y requetecumplir, mi madre había sufrido dos abortos histéricos, y ambos eran de conocimiento público y objeto de broma, por lo que había muchos motivos para dudar. Más adelante, después de diez, once, doce meses, seguía habiendo tan solo una barriga de piel oscura, tensa como un tambor, que cubría lo que muchos creían que era una pelota de voleibol, de modo que todo el mundo consideraba que mi demente madre, a pesar de la teoría del voleibol, estaba sufriendo, o quizá perpetrando, otro embarazo histérico, o más probable y exactamente, otro embarazo insano. Al cabo de veinticuatro meses nací por fin, y no precisamente de manera silenciosa, fijaos en lo que os digo, pues mi madre despertó a mucha gente por esa emergencia, al principio llamando a sus puertas, después aullando como un coyote, de manera que mi aparición en el mundo, bien documentada, contó con la asistencia de unas pocas y perplejas personas, que se lo contaron a otras muchas igualmente perplejas, cuya actitud predominante fue la indiferencia.

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Percival Everett

Escritor satírico y profesor universitario, poeta y fingidor, artífice de unos cuantos relatos, un libro ilustrado para niños, algún poemario y más de quince novelas que revientan el género y lo convierten en autor «degenerado», Percival Everett nació en 1956 en Georgia (EE.UU.) y creció en Columbia, donde su padre tenía una consulta dental. Licenciado en filosofía por la Universidad de Miami, donde leyó con provecho a Wittgenstein, cursó luego un máster de escritura creativa en la Universidad de Brown.En 1983 publicó Suder, su primera novela. Duerme poco y, tal vez por ello, desde entonces ha seguido escribiendo un volumen cada año y medio sin abandonar la enseñanza. Actualmente dirige, además, el prestigioso Departamento de Estudios Literarios de la Southern California University. Aun así, no parece profeta en su tierra, quizá porque su obra, que podría calificarse de moderna y postmoderna al mismo tiempo, le devuelve a esa tierra una imagen rota. De todos modos, hablar de la narrativa de Everett como un conjunto es endilgarle al autor una identidad que quizá sea, precisamente, lo que dicho conjunto, de existir más allá de la enumeración, estaría contestando, aquello que podría darle unidad.En países como Inglaterra, Francia e Italia, que a buen seguro no querrán reconocerse en el mismo espejo hecho añicos, la obra de Everett se publica e incluso se lee desde hace varios años.Como sin duda reconocerán sus lectores, puede que sólo un bebé mudo con un coeficiente intelectual de 475, como el narrador de Glyph (parodia del postestructuralismo y su inadvertido humor) tenga palabras para describir la genialidad de la narrativa de Everett.

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