Ficha técnica
Título: Muerte a la americana. El negocio de la pompa fúnebre en Estados Unidos | Autor: Jessica Mitford | Editorial: Global Rhythm Press | Traducción: Ana Mata| Colección: Polirritmos | Páginas: 440 | Precio: 22 € | Fecha de aparición: Octubre de 2008 | Formato: 14,5 x 18 cm. rústica | ISBN: 978-84-96879-232-4
Muerte a la americana
Jessica Mitford
El aire de este libro chispea en las solemnes palabras pronunciadas por su autora cuando contemplaba las pirámides egipcias: «He aquí una sociedad donde el negocio de la pompa fúnebre se salió completamente de madre». Jessica (1917-1996) era la oveja colorada del formidable y aristocrático rebaño formado por la seis hermanas Mitford, joyas de la sociedad mundana en la Inglaterra de entreguerras y piedras de memorables escándalos que no excluían ni las alegres veladas con Hitler ni los amores adúlteros con distinguidos fascistas británicos. Las campanadas de Jessica iban, sin embargo, por otros derroteros: tras fugarse con el «sobrino rojo» de Churchill y acompañarlo durante una excursión militante a la España del año 37, emigró a Estados Unidos, donde se convertiría en el arquetipo del muckraker, el reportero entregado en cuerpo y alma a airear las inmundicias de los poderosos, actividad ésta que describiría en una de sus frases más celebradas: «Tal vez no podamos cambiar el mundo, pero al menos avergonzaremos a los granujas». Conviene señalar que, pese a la gravedad de esos empeños, Jessica Mitford jamás perdió el sentido del humor, o, en otras palabras, el sentido de la medida. Entre los bellacos agraciados con sus dardos destacan los magnates y mangantes de la industria funeraria estadounidense, a quienes dedicó un perverso estudio publicado en 1963 y actualizado en 1996, poco antes de su muerte. The American Way of Death, la obra que ahora presentamos, se encaramó desde el primer momento a los olimpos respectivos de dos géneros que parecían incompatibles: el reportaje de investigación y la sátira. El feroz ingenio de Jessica Mitford había logrado que un libro macabramente serio matara de risa a los lectores.
INTRODUCCIÓN
Vayamos al principio de este libro: mi esposo, Bob Treuhaft, empezó a interesarse por la industria de la pompa fúnebre a mediados de los años cincuenta. Como abogado laboralista representaba a varios sindicatos y, para su consternación, pudo advertir que, cuando moría una madre o un padre de familia sindicado, la indemnización por fallecimiento que tanto costaba conseguir (a veces incluso tras arduas batallas) y que debía revertir en el cónyuge y los hijos, solía terminar en las arcas de una funeraria. «Es como si supieran exactamente cuánto gana un dependiente o una secretaria, y luego ajustaran el precio del funeral teniéndolo en cuenta», lamentaba con frecuencia.
Para solucionar el problema, a Bob se le ocurrió organizar una sociedad sin ánimo de lucro que, mediante contratos con una funeraria local, proporcionara a sus miembros sencillos funerales por una fracción del precio habitual. Así nació la Bay Area Funeral Society (BAFS), a la que se incorporaron numerosos fieles de la Iglesia Unitaria, miembros de cooperativas, profesores universitarios y otras lumbreras de la zona. Lamento decir que yo me burlaba de esos benditos llamándolos «necrofilistas» y bromeando con su «plan de reposo»: «¿Por qué te metes con los infelices sepultureros? -le preguntaba a mi marido-. ¿Acaso no nos roban diez veces más los fabricantes de coches, los magnates de la industria farmacéutica o los caseros?».
Pero entendí el asunto después de leer algunas de las publicaciones del ramo que mi marido llevaba a casa. Los títulos mismos ya eran cautivadores: Casket & Sunnyside [féretro & al sol],* Mortuary Management [gestión funeraria] o mi favorito, Concept: The Journal of Creative Ideas for Cemeteries [concepto: revista de ideas creativas para cementerios]. Una vez enganchada me puse a leer aquello de manera compulsiva, pues me abría los ojos a un mundo fabuloso que ni siquiera había imaginado: «Futurama, el ataúd creado para el futuro…», «la Cripta de la Buena Pareja, donde marido y mujer pueden estar eternamente juntos de verdad…». Impresionada por un anuncio de la empresa Practical Burial Footwear de Columbus (Ohio), pedí una muestra por correo y me vi recompensada con un paquete que contenía un par de «adaptapiés Oxford». Según explicaba el folleto, tras dos años de investigación habían logrado diseñar unos zapatos que se acomodan perfectamente a los pies de los difuntos cuando aparece el rigor mortis. Son «adaptapiés» porque se anudan por delante y por detrás y las suelas se inclinan hacia abajo. (Nuestro hijo Benji, que entonces estudiaba secundaria, se los puso para andar por casa, pero desgraciadamente le duraron cuatro días.)
Bob me propuso que escribiera un artículo para contrastar la ampulosa retórica de las revistas funerarias con la filosofía de la Bay Area Funeral Society, los clérigos y las demás personas que defendían el regreso a unos funerales sencillos. Así lo hice y titulé la pieza «St. Peter, Don’t You Call Me» [«San Pedro, no me llames»], pero todas las revistas importantes la rechazaron alegando que el tema era demasiado macabro.