Ficha técnica
Título: Memorias de Montparnasse | Autor: John Glascco | Editorial: Alfaguara | Colección: New York Review of Books | Páginas: 440 | Fecha de publicación: 26 de Noviembre 2008 | Género: Novela | Precio: 22.50€ | ISBN: 978-84-204-7460-1 | EAN: 9788420474601 |
Traductor: Mariano Antolín Rato
Memorias de Montparnasse
John Glascco
«Memorias de Montparnasse es uno de los libros más logrados acerca de la juventud -la osadía, la emoción y la aventura que ella involucra-. Uno de los mejores libros que jamás se han escrito sobre el París literario de los años veinte.» MICHAEL ONDAATJE
En 1928, con diecinueve años, John Glassco escapó de Montreal y del despotismo de su padre para ir a Montparnasse. Allí permaneció despreocupado, disfrutando de cada minuto hasta dilapidar por completo su dinero y su salud. Con un humor y un candor deslumbrantes, las memorias de Glassco poseen la lógica absurda y absorbente de la aventura, son el relato de un deseo hecho realidad, al que sólo el inevitable paso del tiempo puede ensombrecer.
«Hemingway, Joyce, Djuna Barnes, Kay Boyle, Leo y Gertrude Stein, Man Ray y su egeria Kiki son descritos de manera inmediata, sin la reverencia con la que la notoriedad los ha nimbado… Este libro es canalla, adorable, excéntrico, apetitoso.» MARGARET ATWOOD
«Vívidas y libidinosas, estas memorias salen a la superficie como un brillante pez tropical que surge de las profundidades con toda la elegancia de su joven autor. Todo está allí, las obsesiones y compulsiones, el extraño divorcio con lo que estaba sucediendo en el mundo, las fiestas locas y el maravilloso paraíso que habríamos de perder… Una obra más humana y actual que París era una fiesta de Hemingway.» LEON EDEL
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INVIERNO EN MONTREAL, 1927. La vida de estudiante en la Universidad McGill me ha deprimido hasta el punto de no poder continuar con ella. No estaba aprendiendo nada; el plan de estudios estaba previsto como mucho para que me convirtiera en un profesor destinado a dirigir a otros en su debido momento por la misma senda de hechos sin vida. Sólo tenía diecisiete años y me dominaba la sensación de que estaba echando a perder mi tiempo y mi juventud.
Cuando le conté a mi padre que me negaba a ir a la universidad por más tiempo (entonces estaba en tercero) y había decidido escribir poesía, dijo que eso les suponía una gran decepción a él y a mi madre, que era un ingrato y carecía de hombría y tendría que trabajar; él me permitiría seguir viviendo en casa. Después de pensarlo unos minutos, decidí que dejaría al mismo tiempo tanto la universidad como la casa familiar y viviría con mi amigo Graeme Taylor.
Mi auténtico problema era una combinación de precocidad, impaciencia e incapacidad para recibir nada más que lo de los libros. Vivía en un clima de desasosiego, desdén, frecuentes éxtasis y desesperación ocasional. Graeme, sin embargo, ya armonizaba el gusto por la literatura con la ambición por conseguir dinero de ella. Por lo demás, estábamos unidos por la camaradería, el desprecio por todo lo que representaba el mundo de los negocios, la ciudad de Montreal y el ambiente canadiense, y un deseo de largarnos. Sabe Dios lo que nos habría pasado si no nos hubiésemos atenido con energía a esos sencillos principios.
Tomamos un ruinoso apartamento en la calle Metcalfe y encontramos trabajo en la compañía de seguros Sun Life de Canadá. En nuestro tiempo libre yo me lancé a componer poesía surrealista y él continuó planeando la gran novela canadiense. Pero era en el sueño de París en el que nuestras ideas se concentraban de modo vago pero intenso. Eso nos permitía seguir; sin eso no podríamos haber encarado la rutina cotidiana de levantarnos a las ocho en punto todas las mañanas, bañarnos en una pequeña y desagradable bañera, vestirnos sin ninguna atención a los detalles e ir dando trompicones por la calle gélida camino de un honrado día de trabajo.