Ficha técnica
Título: Memorias de dos jovenes esposas | Autor: Honoré de Balzac | Traducción: Joaquín García Bravo | Revisión: Max Lacruz | Editorial: Funambulista | Formato: Rústica | | Páginas: 328 | Medidas: 12 X 20 cm | Fecha: septiembre 2017 | ISBN: 978-84-947129-3-7 | Precio: 17,50 euros
Memorias de dos jóvenes esposas
Honoré Balzac
Cuando Louise y Renée, las dos protagonistas de la novela, salen del convento de Blois, separadas por la lejanía pero unidas por una profunda amistad, empiezan una correspondencia en la que describen sus más íntimas sensaciones sobre su existencia fuera de las paredes de la clausura: Louise vuelve a París, donde conocerá la vida mundana de la capital y el amor novelesco con un noble español desterrado; Renée regresa a la monótona y austera vida de provincias y se resigna a un matrimonio al parecer de conveniencia y a un destino ya escrito.
En esta novela epistolar, Balzac aborda el universo femenino a través de los ojos de una mujer fuerte y decidida, que se rebela contra lo establecido, y de otra, dócil y sumisa, que parece aceptar sin discutir las decisiones de los demás: ambas se ven obligadas a recorrer caminos divergentes en busca de la felicidad, pero el destino no ha dicho su última palabra.
PRIMERA PARTE
I
A la señorita Renée de Maucombe
PARÍS, SEPTIEMBRE
Mi cervatilla querida:
¡Yo también he salido! Y si tú no me has escrito a Blois, yo también soy la primera en estar en nuestro hermoso punto de cita de esta correspondencia. Alza tus hermosos ojos negros, fijos en mi primera frase, y guarda tu exclamación para la carta en que he de confiarte mi primer amor. Siempre se habla de un primer amor; ¿existe, acaso, un segundo? «¡Cállate! -me dirás; dime más bien, me preguntarás-: ¿cómo saliste de ese convento en que tenías que profesar?». Querida mía, ocurra lo que ocurra con las carmelitas, el milagro de mi libertad ha sido la cosa más natural. Los gritos de una conciencia asustada acabaron por imponerse a las órdenes de una política inflexible; eso es todo. Mi tía, que no quería verme morir consumida, logró vencer a mi madre, que prescribía siempre el noviciado como único remedio a mi enfermedad. La negra melancolía en la que caí después de tu partida precipitó el feliz desenlace. Y estoy en París, ángel mío, y te debo a ti esta dicha.