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Ficha técnica

Título: Los huerfanitos| Autor: Santiago Lorenzo| Ilustrador: Ricardo Cavolo | Editorial: Blackie Books  | Género: Novela | ISBN: 9788494001918| Páginas: 324 | Formato:  14 x 21 cm.| Encuadernación: Tapa dura |  PVP: 21,00 € | Publicación: Abril de 2012

Los huerfanitos

Santiago Lorenzo

BLACKIE BOOKS

Ausias Susmozas, manirroto patriarca del Pigalle -teatro que conoció grandes días de gloria- se fue a dormir el primero una sola vez en su vida. Sucedió hace escasos días: cuando las deudas eran ya más poderosas que sus excusas, agarró el petate y se mudó al otro barrio. Su muerte reúne por primera vez en mucho tiempo a sus tres hijos, para los que eligió nombres que empezaban por las tres primeras letras del abecedario. Ya en este céntrico teatro madrileño con pasado de oropel y futuro de gotelé, Argimiro, Bartolomé y Críspulo parecen dispuestos a recoger un consuelo monetario que compense el nulo cariño que les dispensó su progenitor. Pero las deudas, como la alopecia, se heredan, así que ahora deben enfrentarse al desastre: el banco se quedará el Pigalle si no logran reunir el dinero suficiente. La única solución a este fenomenal brete pasa por ganar una subvención mediante el estreno, en un plazo de cinco meses, de un montaje teatral que llevará por título La vida.

Pero, como sabemos, las familias desgraciadas lo son cada una a su manera, así que deberán lidiar con sus monederos vacíos, con un director inepto, con un grupo de pensionistas como único apoyo técnico, con actores reclutados en un grupo de terapia y con sus propias vidas, que no lograrían una cédula de habitabilidad ni con la ayuda del supervisor más conchabado.

Santiago Lorenzo, director de Mamá es boba y autor de la novela Los millones, congela la sonrisa del lector con una prosa a menudo cómica, a veces terrorífica, otras tierna y siempre aquilatada. Los huerfanitos se puede leer como sátira del mundo teatral, pero por encima de todo nos recuerda que un paseo por la calle esconde más claves sobre la crisis moral y económica que cualquier estadística.

 

1

Ausias Susmozas, empresario teatral de éxito notorio, requirió la extremaunción después del último telediario. No fue sencillo encontrar a quien oficiara, porque ya eran las tantas. Finalmente, un sacerdote del colegio Gaztelueta se ofreció a la administración de los óleos y tomó confesión al moribundo. Empezó el cura, para despertar a Ausias de la modorra.

     -Ave María Purísima.

     -Hola.

     -Dime tus pecados.

     -Te voy a decir los que no he cometido, que si no no acabamos nunca.

     -Vale.

     -Los he cometido todos. Menos uno.

     -Cuál.

     -El sexto de los capitales.

     El sacerdote no recordaba muy bien de qué iba ese. Reunió valor, venció vergüenza, apeló en su conciencia al bien morir del enfermo y preguntó.

     -Cuál era el sexto, que a veces los confundo.

     -La envidia. La he provocado toda. Pero nunca he sentido ninguna.

      De penitencia se recetó una jaculatoria, porque a Ausias no
le restaba hálito para más. Su interpelación final fue para el lealísimo
Gran Damián.

     -¿Esos tres siguen sin venir?

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Santiago Lorenzo

Se llama Santiago Lorenzo. Los astros se alinearon para que naciera un buen día de 1964 en Portugalete, Vizcaya, España, Europa, la Tierra. el Universo. Primero miró, luego observó, después filmó y ahora escribe. En todas esas etapas vivió y en ninguna hizo lo que hacen los actores: actuar. Denle una goma de borrar Milan y unas tijeras y les creará un mundo. Aunque hace tiempo que con un teclado hace lo mismo y mejor. Este artista pretecnológico de pulsaciones lentas (quizás por su corazón grande) vive a caballo (o a autobús de varios caballos) entre Madrid y un taller que ha elegido en una aldea de Segovia que podría servir para ejemplificar la recurrente expresión "alejado del mundanal ruido". No siempre fue así. Estudió imagen y guión en la Universidad Complutense y dirección escénica en la RESAD de la capital del reino. Siempre tuvo claro que ante problemas reales, sólo sirven las soluciones imaginarias, así que en ese año constelación que fue 1992 creó la productora El Lápiz de la Factoría, con la que dirigió cortometrajes como Bru, Es asunto mío o el aplaudido Manualidades. Porque además de eso, al artista artesano Lorenzo siempre le gustó construir maquetas imposibles trabajadas con las manos: una cómoda con cajones que se abren por los dos lados, puertas por donde sólo podría pasar el Hombre más Delgado del Mundo y teatritos donde los Madelman son los protagonistas. Si no gozara del don de la escritura, podría haberse empleado en cualquier oficio antiguo: sereno, porque tranquilo lo es un rato, o jefe de estación ferroviaria, porque los trenes portátiles le gustan más que a un hombre alegre una pandereta. En 1995, produjo Caracol, col, col, que le valió pisar con calma la alfombra roja de los Premios Goya, que ganó en la categoría a Mejor Corto de Animación. Cuatro años después se empeñó en estrenar Mamá es boba, la historia palentina de un niño algo alelado, pero a la vez muy lúcido, acosado en el colegio  (la película fue una de las primeras en abordar el tema del bullying) y con unos padres que, a su pesar, le provocan una vergüenza tremenda. La película pasará a la historia como uno de los filmes de culto de la comedia agridulce y podría servir como mito fundacional del post-humor que busca la risa helada e incómoda. Con ella fue nominado, para su sorpresa, al Premio FIPRESCI en el Festival de Cine de Londres. En 2001 abrió, junto a Mer García Navas, Lana S.A., un taller dedicado al diseño de escenografía y decorados con el que hicieron tanto muñequitos de plastilina para el anuncio del euro como la catedral que aparece en una de las entregas de Torrente. En 2007 estrenó Un buen día lo tiene cualquiera, donde volvía a elevar una historia de una persona para explicar un problema colectivo: la incapacidad, afectiva e inmobiliaria, para encontrar un sitio en el mundo (o un piso en la ciudad, para el caso). Harto de los tejemanejes del mundo del cine, decidió cederle sus ideas a esto de la literatura, por lo que en 2010 publicó la novela Los millones (Mondo Brutto), uno de los libros del año con un gancho cómico y un golpe más bien trágico: a uno del GRAPO le toca la lotería primitiva; no puede cobrar el premio porque carece de DNI. Desde entonces, ha escrito Los Huerfanitos, se ha deleitado con ábsides de catedrales y ha continuado atacando los vicios de la sociedad de la única forma posible: con la risa, el recurso de los hombres que gozan de una inteligencia libre de presunción. También ha seguido hablando con voz grave, lanzando chanzas coheteras y fumando un pitillo a cada hora en punto con tiros cortos. Ha hecho, en definitiva, muchas cosas, pero su mayor temor continúa siendo caerse a la ría desde lo alto del puente colgante de Portugalete, patrimonio de la Humanidad desde 2006.

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