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Ficha técnica

Título: Locus Solus | Autor: Raymond Roussel | Presentación: Jean Cocteau   | Epílogos: Robert Desnos, Paul Eluard, André Breton, Michel Leiris, Michel Butor, John Ashbery, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Alain Robbe-Grillet, Philippe Sollers, Maurice Blanchot y Clément Rosset. | Traducción:  Marcelo Cohen | Editorial: Capitán Swing| Género: Novela | ISBN: 978-84-939827-0-6 | Páginas: 468 | PVP: 19,00

Locus Solus

Raymond Roussel

CAPITÁN SWING

Las novelas de Raymond Roussel son puzzles gigantescos de imágenes e historias con una extraña lógica carnavalesca. Locus Solus hace un recorrido por el jardín-museo de un excéntrico millonario que, como el propio autor en la vida real, colecciona insólitos objetos con frenético y psicodélico racionalismo.

Escrito tras las Impresiones de África, Locus Solus está presidido por Martial Canterel, un personaje como recién salido de una novela de Julio Verne, de quien Roussel dijo una vez que no se debía pronunciar su nombre «si no se está de rodillas». Canterel, docto científico cuya inmensa riqueza no limita su prolífico ingenio, lleva a un grupo de visitantes a recorrer «Locus Solus», su apartada finca situada cerca de París. Uno por uno irá presentando, demostrando y exponiendo los descubrimientos e invenciones de su fértil y enciclopédica mente. A medida que los inventos se van tornando más elaborados, aumenta en paralelo la riqueza y brillantez de las historias. El flujo de su imaginación se convierte en una riada, arrastrádonos en un torrente de fantasía e hilaridad.

 

PRÓLOGO
RAYMOND ROUSSEL O EL GENIO EN ESTADO PURO
JEAN COCTEAU

Raymond Roussel o el genio en estado puro, inasimilable para la élite. Locus Solus fiscaliza toda la literatura y me aconseja una vez más que tema la admiración y que busque el amor, misteriosamente comprensivo. En efecto, ni siquiera uno de los admiradores innumerables de la obra de Anatole France o de Pierre Loti puede encontrar en ellas una gota del genio que justifica su gloria, si permanece ciego ante Locus Solus. Se queda, pues, con France o con Loti, por lo que nos aparta de ellos.

     Esto prueba, ¡ay!, que el genio es una cuestión de dosificación inmediata y de lenta evaporación.

     Desde 1910 oigo que se ríen de los «rieles de bofe de ternera de Impresiones de África». ¿Por qué pretendéis que el temor de provocar la risa roce a Roussel? Está solo. Si lo encontráis divertido, os probará en pocas líneas (Olga Tcherwonenkoff) su sentido del humor, opuesto con tacto a su lirismo gravemente meticuloso.

     En postdata a una carta reciente que me dirigía, cita este pasaje de Los enamorados de la Torre Eiffel

     Fonógrafo uno: Pero este telegrama está muerto.

     Fonógrafo dos: Justamente porque está muerto todo el mundo lo comprende.

     Esta postdata prueba que Roussel no ignora ni quién es ni lo que se le debe.

     Ciertas palabras provocan la risa del público. «Bofe de ternera» impide ver la estatua ligera que sostienen esos rieles. En Orfeo,3 la palabra «caucho» impedía escuchar esta frase de Heurtebise: «Ella ha olvidado sus guantes de caucho». Cuando yo hacía el papel logré primero disminuir y luego suprimir la risa por medio de imperceptibles dispositivos. El público, prevenido sin saberlo, esperaba «caucho» en vez de ser sorprendido por su brusca pronunciación. Comprendía de inmediato el lado quirúrgico del término.

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Raymond Roussel

Raymond Roussel París, 1877 - Palermo, 1933. Poeta, novelista, dramaturgo, músico y ajedrecista francés. Su obra influenció fuertemente a varios grupos literarios del s.XX como OuLiPo, o los autores de la nouveau roman. Considerado uno de los precursores del surrealismo, su obra escapa a cualquier intento de clasificación y constituye uno de los más radicales experimentos sobre los límites de la literatura. Algunas de sus creaciones más conocidas son: Impresiones de África (1910), Locus solus (1914) y Nuevas impresiones de África (1932). En Cómo he escrito algunos de mis libros (1935) el genial autor desvela su inusitado método de escritura. Roussel se decantó por Julio Verne, la opereta, el vodevil, los viajes interminables y, al final de su vida, el opio que creía le devolvería al éxtasis de sus 20 años cuando estaba convencido de «alcanzar las cimas más altas de la gloria». Se suicidó a los 56 años, en 1933, en un modesto hotel siciliano.

Obras asociadas
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