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Ficha técnica

Título: Lo único exacto | Autor: Alain Finkielkraut |  Traducción: Elena M. Cano y Íñigo Sánchez-Paños |   Editorial: Alianza | Colección: Libros Singulares (LS) | Código: 3432790 | | Páginas: 320 | Medidas: 15,5 X 23 cm | Fecha:  enero 2017 | ISBN: 978-84-9104-579-3 | Precio: 22 euros

Lo único exacto

ALIANZA EDITORIAL

«Se dice que han vuelto los años treinta. La derecha fundamentalista y facciosa toma las calles, el orden moral sale de las catacumbas, la crisis económica crece buscando un chivo expiatorio y la islamofobia toma el relevo del antisemitismo. Esta analogía histórica pretende esclarecernos, pero nos ciega. El querer leer lo que sale a la luz de lo que ocurrió, nos oculta la inquietante actualidad. Mostrar que vivimos un momento crítico e histórico, paradójicamente enmascarado por las referencias incesantes a la Historia; enfrentarnos a este momento crucial en lo que tiene de irreductible para el repertorio de nuestras vicisitudes: ese es el objetivo del libro. Lo que está en juego es tan existencial como intelectual. Si, como escribe François Mauriac, «la prueba nunca vuelve hacia nosotros la imagen que esperamos», nos incumbe ser precisos y mirar de frente a lo inesperado. En una época que tiende a tomarse por otra, la exactitud se convierte en el objetivo principal del pensamiento.»

Alain Finkielkraut, con el rigor que le caracteriza, toma una serie de hechos políticos, sociales, filosóficos, mediáticos…, de los últimos años y, apoyándose en otros pensadores como Hannah Arendt, Albert Camus o Milan Kundera, los analiza y reflexiona buscando entender lo que está pasando, comprender el desequilibrio permanente al que nos empuja el presente.

 

El dreyfusismo intempestivo de Charles Péguy

Lo que ha retenido del caso Dreyfus la posteridad es, como escribe Jean-Denis Bredin, el gran descubrimiento de la división de Francia en dos mentalidades antagonistas: «Por una parte, los que, según expresión de Jaurès, hacen del individuo humano la medida de todas las cosas, de la Patria, de la Familia, de la Propiedad, de la Humanidad, de Dios, y, por otra, los que plantean y sirven valores superiores al individuo: Dios, la Patria, el Estado, el Ejército, el Partido; los que luchan por la justicia, ideal indefinible de libertad, de verdad y de generosidad, y los que luchan por los prejuicios en sentido etimológico: orden establecido, organizaciones consagradas, cosas juzgadas; los que miran hacia el antiguo cementerio y quienes sueñan con saltar los muros; aquellos a quienes guarda la memoria y aquellos a quienes arrebata la simpatía»

      Con la continua subida del Frente Nacional, esa división parece estar más que nunca a la orden del día. Después de cada elección, después incluso de cada sondeo de opinión, los editorialistas dan la alerta y nos empujan a volver a tomar la antorcha del  dreyfusismo defendiendo, antes de que sea demasiado tarde, los valores universales contra la exaltación de las raíces y la tentación mortífera del repliegue patrimonial. Yo me resisto con obstinación a esa exigencia, no solo porque no está ya de actualidad, sino porque simplifica ultrajantemente el combate del que se dice heredera: el caso Dreyfus no son únicamente las figuras importantes de Jaurès, de Clemenceau, de Zola, es, en primer lugar, Péguy y su compromiso irreductible con la antinomia hecha canónica de las Luces y las Antiluces.

       En el momento en que el caso estalla, Péguy es socialista. Si bien los socialistas no se sienten concernidos por la batalla que empieza a perfilarse. Aun cuando no llegan a proclamar, siguiendo a Marx, que el dinero es el verdadero dios de Israel y que, con el capitalismo, el mundo se ha hecho judío, se resisten a defender a un oficial burgués. Porque sería distraer su energía de la única guerra que cuenta, puesto que es la que pone en juego la humanidad misma del hombre: la lucha de clases. Los más sistemáticos son, como cabía esperar, los socialistas alemanes.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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