Ficha técnica
Título: Libro de fantasmas | Edición coordinada por: Juan Sebastián Cárdenas | Editorial: 451 Editores | Colección: 451.zip | Precio: 22,50 € /sin IVA: 21,64 € | Páginas: 264 | Género: Relatos | ISBN: 978-84-96822-53-5
Antología temática de relatos y pinturas
AUTORES DE TEXTO: Ueda Akinari · Gan Bao · Ambrose Bierce · M. R. James · Nikolái Vasílievich Gógol · Máximo Gorki · Lafcadio Hearn · Felisberto Hernández · Heinrich von Kleist · Stanislav Lem · Villiers de l’Isle-Adam · Plinio el Joven · Horacio Quiroga · Guimaraes Rosa · Jaime Sáenz · Arthur Schopenhauer · William Shakespeare
PINTURAS DE: William Blake · Paul Gauguin · Francisco de Goya · Alfred Hitchcock · Katsushika Hokusai · Uragawa Kuniyoshi · Antonio López · Man Ray · Tsukioka Yoshitoshi
Libro de fantasmas
Juan Cárdenas
Los fantasmas nos asedia desde el principio de los tiempos y en todos los rincones del planeta.
¿Qué formas adoptan los espectros? ¿De dónde viene la obsesión atávica por dejar constancia de sus apariciones en una infinidad de relatos y cuentos? El fantasma toca pero no puede ser tocado y no deja de volver. Sus desafíos elementales a las leyes de la materia lo convierten en la figura central de la literatura fantástica.
De Brasil a Japón, de la Antigua Roma a las pesadillas futuristas, los espectros continúan deambulando entre nosotros.
ESCRITURAS Y FANTASMAS
Juan Sebastián Cárdenas
ANTES QUE NADA DEBO CONFESAR QUE he estado a punto de renunciar a escribir esta introducción. A lo largo de muchos días sufrí lo que no está escrito -y no exagero- para en contrar una manera de abor – dar el tema: ¿qué es un fantasma?, me preguntaba. ¿Realmente se puede hallar una respuesta simple? Peor aún, ¿es posible siquiera formular la pregunta sin rodeos, cuando el sustantivo fantasma pone en tela de juicio lo que se entiende por un sustantivo, por un nombre? ¿Es posible acceder con propiedad a un concepto que quizás constituya la expresión del carácter en últimas borroso de todos los conceptos? En efecto, al acercarse al fantasma, el discurso -casi siempre tan confiado en su capacidad de llamar al pan, pan, y al vino, vino- empieza a desdibujarse, a perder solidez, contorno, forma, en suma, cae bajo las leyes del fantasma y se vuelve, él también, un espectro. Entonces, ¿cómo hablar del fantasma, cómo transmitir en un lenguaje inteligible las vagas ideas que se desprenden de un asunto tan poco inteligible? ¿Con un rodeo, con una paráfrasis que me permita al menos acotar unos límites? ¿No sería eso como intentar encerrar una nube en un cerco para el ganado? Poético, sí, pero inútil. Evidentemente, estamos ante algo que siempre se disipa y se resiste a esas acotaciones. Para que nos hagamos una idea, la lista de asuntos divinos y humanos, científicos, políticos o es – téticos a los que se aplica metonímica o metafóricamente la palabra fantasma es casi interminable. Así pues, si no basta con un rodeo, el fantasma acaso requiera un rodeo del rodeo. Y tal vez un rodeo más. Y otro. No contento con desnudar la esencia espectral del lenguaje, el fantasma también pone en jaque cualquier atisbo de lógica elemental. El fantasma, pues, exige su propia lógica, una lógica de ro deos interminables que emborronan los mecanismos del pensamiento lineal. Resulta desesperante y acaba uno casi enloquecido intentando ordenar las ideas sobre el particular… ¿Particular? ¿Se puede llamar particular a algo que no se sabe a ciencia cierta si es uno o múltiple?
De modo que no podía empezar a escribir sobre el fantasma sin aceptar de antemano todas estas derrotas. Una vez sentadas las espectrales premisas, el lector es libre de abandonarme, pues lo único cierto es que estoy condenado a vagar sin descanso alrededor de mi tema sin tocarlo nunca con propiedad y buen sentido. Mi identidad como emisor de este discurso ha quedado en una posición muy dudosa. Aunque quisiera, ya no podría hablar con la autoridad de quien domina un asunto y lo divulga. Ahora estoy solo, perdido en medio de unas palabras que quizás no contengan ninguna sustancia sólida. Y eso me atemoriza. Me atemoriza la parálisis del lenguaje y no poder continuar hablando, me atemoriza el silencio absoluto, la muerte blanca. Siento temor ante todos estos «signos exteriores y visibles de un miedo interno», que es como Ambrose Bierce define sin aparentes rodeos al fantasma en su Diccionario del diablo. Me siento asediado por la posibilidad de que bajo las sábanas que se agitan no haya nada. Y al mismo tiempo, me siento asediado por la posibilidad de que bajo las sábanas que se agitan haya algo.