Ficha técnica
Las cataratas
Eliot Weinberger
Eliot Weinberger conduce al centauro de los géneros literarios, el ensayo, por senderos que traspasan los confines de la crítica habitual. Su pasión por la poesía como clave para descifrar el mundo, su perspicacia política, su conocimiento de la historia reciente y remota desde puntos de vista heterodoxos, de mitos y textos antiguos que se vierten en las realidades extrañas de la vida cotidiana, y su escritura guiada por múltiples orientes, convierten sus ensayos en obras de la imaginación en las que cada dato puede verificarse. Apasionantes como la ficción y vivaces como un poema, estos centauros se detienen en extraños parajes del orbe o del tiempo, son eruditos y divertidos, irónicos e impredecibles.
«Una de las mentes más valientes y agudas de estados unidos. Afila el cerebro del lector, sin hacer menor aspaviento.» Javier Marías
«Eliot weinberger, el hombre que observó que las patas de los camellos dejan en la arena huellas de la hoja de loto, es maestro del comentario infinito a la asombrosa variedad del mundo. Me admira su capacidad para aventurarse siempre en el corazón mismo de la literatura, es decir, en zonas jamás exploradas de la provincia del alma. Y la verdad es que envidio a quienes aún no lo han descubierto».
Enrique Vila-Matas
Fotografía y antropología
(Una hoja de contactos)
I
Hermanadas: nacieron ambas a finales de la década de 1830 o a principios de la de 1840, ambas crecieron -y, de algún modo, aún se pasan la vida- arrastradas de un lado a otro en una discutida e irresoluble disputa por su custodia, librada entre la objetividad y la subjetividad, la verdad y la ficción, la ciencia y el arte, la razón y la imaginación.
Ambas obsesionadas con el tiempo: la fotografía como arte, acaso el único, que siempre llega hasta nosotros en tiempo pasado, el testimonio de un momento que no volverá; un arte inseparable de la nostalgia, y que ha atraído sobre todo a los melancólicos. La antropología como ciencia social basada en el apremio de que pronto se perderían sus objetos de estudio -la mera presencia del antropólogo era en efecto indicación de esa pérdida-, de que todo debe ser grabado ahora, en palabras o imágenes; una disciplina atractiva para los descontentos con la civilización tecnológica, para aquellos que añoran algo diferente, un algo en fuga perpetua.