Ficha técnica
Título: Las armas y las letras | Autor: Andrés Trapiello | Editorial: Planeta de los libros | Colección: Imago Mundi | Género: Novela | ISBN: 978-84-233-4191-7 | Código: 163024 | Tomo: 167 | Páginas: 640 | Formato: 14,5 x22,7 cm. | Encuadernación: Tapa dura con sobrecuebierta | PVP: 38,00 € | Publicación: 6 de Mayo 2010
Las armas y las letras
Andrés Trapiello
Desfilan por estas páginas cientos de escritores en amenísimas y agudas semblanzas, el célebre y el desconocido, el audaz y el cobarde, el perseguido y el perseguidor, el activista y el silencioso o silenciado, el viejo y el joven, todos buscando para sí y para su tiempo una salvación que no siempre fue posible. Tratado de armas y de letras, pero sobre todo libro que cambió alguno de los prejuicios que más habían oxidado la literatura española.
Andrés Trapiello consiguió darnos lo mejor de aquellos años en una historia que muchos leyeron y leerán como una apasionante novela, pero que es, además, una mirada tan veraz como misericordiosa, y tan necesaria como imprescindible.
«Considerado ya un clásico, agotado y buscado como libro de culto, Las armas y las letras fue en su día algo más: una mirada libre, minuciosa y completa sobre la literatura en la Guerra Civil española.»
PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN
A lo largo de estos quince años se le habían ido añadiendo a este libro algunos datos y corrigiendo otros, pero nunca hasta ahora la revisión de conjunto había sido tan minuciosa ni los documentos inéditos y testimonios aportados tan significativos. En cuanto a la melancolía que produce saber que esta obra no podrá terminarse nunca del todo, queda mitigada en parte al constatar que la visión que tenía uno sobre el asunto, hace tres lustros, sigue siendo más o menos la misma.
Que el interés por la Guerra Civil lejos de disminuir ha ido en aumento, contra el vaticinio de algunos que lo encontraban de mal gusto literario o político, es evidente, y precisamente por ello no debemos separarlo de algunos hechos relevantes, como que aún, tres cuartos de siglo después de aquella guerra, queden todavía miles de víctimas enterradas en las cunetas y en fosas comunes, contra el deseo de sus familiares y debido a que muchos siguen encontrando la exhumación de esos cadáveres un asunto de mal gusto político o literario.
El paso de los años le confirma a uno en la idea que tuvo en aquel rapto de tres meses en los que escribí este libro, a finales de un ya lejano 1993, a saber: que la literatura no estuvo casi nunca a la altura del momento histórico, porque casi nada ni nadie lo estuvieron tampoco. Por suerte conservamos cientos de documentales y un conjunto inapreciable y excepcional de fotografías, esta, sí, extraordinaria y veraz aportación que pone de relieve con cuánta retórica se emponzoñaron o anestesiaron desde la literatura la mente y los corazones de la gente, mostrando, con mayor eficacia aún que novelas, poemas o crónicas lo que Walter Benjamin llamó «la estetización de la política» en el fascismo y «la politización de la estética» en los comunistas y otras fuerzas revolucionarias.
Entre los defectos que se le han achacado a esta obra, muchos de ellos seguramente incontestables, hay uno injusto: el de creer que su autor ha tratado de mantenerse en esa equidistancia que ha ido ganando terreno últimamente: la de pensar que en la guerra todos fueron iguales, y que tanto un bando y otro, hermanados por las tropelías, venían a ser poco más o menos lo mismo. Dejemos zanjada esta cuestión: los crímenes, de una zona y otra, fueron, ciertamente, equiparables. Pero, por suerte para España y para nosotros, no todos los que vivieron aquella guerra fueron asesinos ni representan lo mismo: los irrenunciables principios de la Ilustración sólo estaban representados en la República; la lucha del otro bando fue por la civilización cristiana de Occidente y los privilegios seculares bendecidos por ella, mediante una cruzada que trataba precisamente de conculcar tales principios, sabiendo, desde luego, y como se repite hasta la saciedad en este libro, que ni todos los que combatieron con la República fueron demócratas o ilustrados ni todos los que arroparon a los fascistas fueron fascistas ni dejaron de ser ilustrados, si acaso lo eran antes. «Nosotros tenemos ahora que cerrar la frivolidad de un siglo. Que desterrar hasta los últimos vestigios del espíritu de la Enciclopedia», diría Franco al recibir su laureada de San Fernando, terminada la guerra. Podemos enzarzarnos en debates eternos sobre quién empezó primero y quién tuvo mayores responsabilidades, sobre la legalidad y la legitimación, y sobre si la determinación de exterminio del enemigo animó únicamente a uno de los bandos o a ambos, pero tales porfías no deben hacernos olvidar lo primero, médula de todo lo demás, lo que cada cual defendía, por lo que cada cual estaba dispuesto a entregar su vida. La literatura de una y otra zona reflejó estos dos puntos de partida diametralmente opuestos (y de llegada tan a menudo idénticos), pero las frecuentes fisuras en los monolíticos discursos hace que los de un bando puedan encontrar apreciables algunas de las obras que se escribieron en el contrario, y al revés, ya que la literatura, por suerte también para todo el mundo, se ocupa principalmente de fisuras.
Nada más. Que la vida, lector, vuelva a reunirnos dentro de otros quince años. Si es así, será con nuevos datos, documentos y testimonios, eso es seguro, pues la verdad la construimos entre todos poco a poco.
Las Viñas, 1 de septiembre de 2009