Ficha técnica
Título: La virgen y el gitano | Autor: D.H. Lawrence | Editorial: Impedimenta | Traducción del inglés de: Laura Calvo Valdivielso | Páginas: 176 | Precio: 17,60 € / 16,92 euros sin IVA | Formato: Rústica con sobrecubierta | ISBN: 978-84-935927-8-3
La virgen y el gitano
David Herbert Lawrence
La virgen y el gitano es una de las más provocativas y escandalosas novellas del inglés D.H. Lawrence. Escrita en 1926 en Italia, pero solo publicada tras la muerte del autor en 1930, fue inmediatamente reconocida como una obra maestra. En ella se relata la historia de Yvette, la hija de un reprimido vicario anglicano, quien, tras regresar de un viaje al extranjero, descubre que se siente asfixiada por el ambiente de su nuevo hogar, situado en la Inglaterra profunda, y en el que reina su abuela, una anciana ciega y avara. En el curso de una excursión campestre, junto con unos amigos, la virginal Yvette traba amistad con un gitano y con su familia. Súbitamente, se siente fascinada por el gitano, en el que descubre un espíritu libre, un igual, y empieza también a albergar deseos sexuales que hasta entonces le eran desconocidos.
Novela en cierto modo oculta, maldita, muy en la línea de las obras más escandalosas de Lawrence, y poseedora de toda su fuerza transgresora, esta es la primera traducción realizada al castellano desde hace más de veinticinco años, y la primera totalmente nueva basada en la Edición Cambridge, que incorpora todos los elementos de la redacción original.
En La virgen y el gitano encontramos, destiladas, todas las ideas de Lawrence sobre la sexualidad y la moralidad. Esta obra está impregnada de ternura y de un profundo conocimiento del alma humana.
«D.H. Lawrence es superior en calidad a cualquier otro escritor que yo haya conocido.» (Aldoux Huxley)
I
Cuando la esposa del vicario se escapó con un joven sin blanca, el escándalo fue mayúsculo. Sus dos hijitas tenían solo siete y nueve años de edad respectivamente. Y el vicario era tan buen marido… Aunque es cierto que ya tenía el pelo canoso, aún conservaba el bigote oscuro, era apuesto y todavía sentía una pasión oculta por su desenfrenada y bella esposa.
¿Por qué se marchó? ¿Por qué echó todo a perder con un éclat de repugnancia, como si hubiera sufrido un ataque de locura?
Nadie pudo dar una respuesta. Los beatos se limitaron a decir que era una mala mujer, mientras algunas de las buenas mujeres optaron por guardar silencio. Ellas sabían.
Las dos pequeñas nunca fueron conscientes de nada. Dolidas, determinaron que su madre debía encontrarlas insignificantes.
El viento adverso, que nunca trae más que desgracias, se llevó por delante a la familia del vicario. Y ¡quién lo iba a decir!, el vicario, al que se apreciaba bastante como ensayista y polemista, y cuyo caso había despertado simpatía entre los hombres de letras, fue destinado a Papplewick. El Señor logró hacer amainar el temporal de sus infortunios concediéndole un rectorado en un condado del norte.
La rectoría era una casa de piedra bastante fea situada a la orilla del río Papple, justo antes de entrar en el pueblo. Algo más lejos, más allá del punto en que la carretera vadeaba el cauce del río, se alzaban las grandes y viejas fábricas textiles, edifi cadas en piedra, y que antiguamente funcionaban aprovechando la fuerza del agua. La carretera giraba hacia arriba por la colina y se adentraba en las sombrías calles empedradas del pueblo.
La familia del vicario sufrió una profunda transformación tras su traslado a la rectoría. El vicario, ahora rector, hizo venir de la ciudad a su anciana madre, a su hermana y a un hermano. Cuando llegaron, las dos pequeñas se encontraron con un entorno muy diferente al de su antiguo hogar.
El rector contaba ahora cuarenta y siete años de edad y, tras la huida de su esposa había guardado un duelo intenso y no demasiado digno. Unas comprensivas damas habían logrado disuadirlo del suicidio. Su cabello se había vuelto casi completamente blanco y tenía una mirada entre trágica y extraviada. Con solo mirarle uno podía imaginarse lo horroroso de su situación y lo injustamente que le habían tratado.