
Ficha técnica
Título: La pena máxima | Autor: Santiago Roncagliolo | Editorial: Alfaguara |
La pena máxima
Santiago Roncagliolo
La tarde de ese viernes, Joaquín se había presentado en el archivo, con aspecto enfermo y pálido. Se había despedido con esas palabras: «Que te vaya bien. Todo saldrá bien». Al parecer, estaba equivocado. Nada había salido bien desde entonces.
Lima 1978. Un hombre que porta una mochila sospechosa es perseguido por las calles de uno de los barrios más populares de la ciudad y asesinado a plena luz del día. Pero nadie ha visto nada. El asesino ha elegido el momento perfecto para cometer su crimen: la ciudad se halla en ese instante desierta y concentrada ante el televisor. La selección peruana se juega mucho en el Mundial de fútbol de Argentina.
Ocho años después de la publicación de Abril rojo (Premio Alfaguara de novela 2006), su protagonista, Félix Chacaltana, se enfrenta a una nueva serie de crímenes. Estamos en un momento crucial para la historia de Perú. Con la operación Cóndor como telón de fondo, el país se esfuerza por salir de la oscuridad de la dictadura militar con la celebración de las primeras elecciones democráticas en mucho tiempo. Parece que también ha llegado el momento del cambio para Chacaltana, quien se debate entre la obediencia a una madre dominante y su amor por Cecilia, entre el reparo a salir de la protección que supone una vida ordenada y monótona, llena de reglas y procedimientos, y la lealtad a su amigo Joaquín.
La pena máxima es un thriller absorbente en el que la política, el fútbol, la lucha por sobrevivir y la muerte se entrelazan con ritmo vibrante. La investigación llevará a Chacaltana a descubrir hasta dónde están dispuestas a llegar algunas personas para defender sus ideales y cómo, en realidad, en el juego de la vida lo peor no es sufrir una falta sino tener que ejecutarla. Esto puede transformarte para siempre.
La crítica ha dicho sobre el autor:
«Un lenguaje poderoso y un estilo brillante y ágil.» The New York Times
«Tiene oficio y una mirada llena de fuerza.» The Times Literary Supplement
«Roncagliolo tensa la novela a partir del drama y las verdades ocultas de sus personajes a quienes escudriña con habilidad de psicólogo. Cada página, escrita con pulso seguro, termina por arrastrar y convencer al lector.» La República (Perú)
«Un thriller que engancha de inmediato al lector, en una atmósfera con olor a sangre, misterio y miedo, pero que curiosamente empieza con un personaje casi cómico.» El País (sobre Abril rojo)
«Además de por su estilo, Abril rojo es una novela de primer nivel por su construcción, por el modo en que el ritmo de la acción va poco a poco creciendo e introduciéndonos en la historia y, sobre todo, por la verosimilitud y la honradez (sin trucos, sin cabos sueltos, sin golpes de efecto que lleguen a lo descabellado) con que se plantea y se resuelve el misterio.» Miguel Baquero
Perú- Escocia
Había ensayado ese camino decenas de veces. El callejón, los puestos de emoliente, el olor a fritanga, el ruido de la gente. En Barrios Altos, entre el laberinto de casuchas viejas, túneles y tugurios, podía pasar inadvertido.
Incluso su peligrosa carga sería invisible entre la multitud. Metida en una mochila roja que llevaba sobre el pecho, su encomienda no tenía por qué llamar la atención. No más que las bocinas de los automóviles, los gritos de los vendedores ambulantes y la prisa gris de cualquier sábado al mediodía.
Pero ese sábado, todo era diferente. Esta vez, todo estaba lleno de banderas del Perú. Colgaban de las ventanas, de las puertas, de las esquinas sin ruido, como mortajas rojiblancas de una ciudad muerta.
Dobló una esquina, subió unas escaleras y cruzó el patio interior de una vieja quinta, hasta la siguiente salida. Lo recibió un silencio fúnebre. Le pareció que alguien lo seguía, pero en todo el patio sólo se sentía el sonido de sus propios pasos.
Sin duda, más adelante encontraría a los vecinos. En dos o tres curvas, si la memoria no lo engañaba, alcanzaría el caño de agua. Era el único caño de esa parte del barrio. Estaría lleno de familias llenando recipientes para lavar la ropa o a los niños. Madres bulliciosas y niños revueltos.
Necesitaba toda esa actividad callejera. La algarabía era el refugio perfecto para su objetivo: un intercambio rápido y seguro. Una entrega sigilosa y profesional, sin palabras ni aspavientos. Dos hombres se encuentran en la multitud, se saludan, un paquete cambia de manos y se despiden. No debia tomar mas de cinco segundos.
Habia recorrido el camino muchas veces, y volveria a hacerlo esta vez. Solo le faltaban dos o tres curvas. En el reparador de calzado, a la izquierda. En el vendedor de cigarrillos, de frente. Entregaria su carga y desapareceria. Literalmente. En la panadera gorda, a la derecha. Ya debia estar cerca.
Al menos, Barrios Altos era un buen lugar para la entrega. Resultaba imposible que lo siguieran en esa endiablada enredadera de callejuelas y casas superpuestas.
A el mismo, a pesar de todas las veces que habia ensayado la ruta, le costaba reencontrarla. Vacia de vida entre sus apretados muros, Barrios Altos parecia otro distrito, en otra ciudad. Solo el cielo color panza de burro le recordaba que seguia en su Lima de siempre.
¿Era por aqui? .O por ahi?
Algo estaba ocurriendo. Algo anormal. .Por que no habia nadie ahi afuera?
Aseguro su carga suavemente entre el pecho y el hombro y olfateo el aire. Incluso olia diferente que otros dias. Pero lo peor era el silencio. Le llegaban ruidos de dentro de las casas, en sordina. Botellas chocando. Risas. Conversaciones. A veces, de repente, un nino con el uniforme escolar gris pasaba corriendo a su lado, sin mirarlo. Cajones de cervezas vacios yacian en las puertas. Pero afuera, ni un ruido, como una gigantesca tumba al aire libre.