
Ficha técnica
Título: La Grande | Autor: Juan José Saer | Ilustración: Miguel Navia | Editorial: Rayo Verde | Colección: Rayos Globulares | Páginas: 460 | ISBN: 978-84-16689-41-5 | Fecha: feb-2017 | Precio: 22 euros | Ebook: 8,99 euros
La grande
Juan José Saer
Considerada una de las mejores obras literarias de los últimos 25 años y escrita durante el final de la vida de Saer, La grande captura el inconfundible universo del autor argentino en toda su complejidad.
Gutiérrez regresa a Santa Fe después de mucho tiempo. Nula, un muchacho que tiene la mitad de su edad, 29 años, lo recibe y hacen juntos una caminata. Avanzan por la misma calle pero en tiempos diferentes. En torno a un escrito elaborado por alguien que no estuvo en los sucesos que cuenta, se va recomponiendo la historia de un movimiento de vanguardia local, el precisionismo. Las anécdotas apuntan a una reflexión sobre el sentido de las instituciones literarias y artísticas, y a medida que la voz del narrador se proyecta hacia el pasado, reaparecen los pilares fundamentales de toda la obra de Saer.
Ambientada en los años noventa y de un humor implacable, La grande nos muestra cuán complejo es hacer una recapitulación de aquello que llamamos, con un exceso de confianza, nuestra vida.
Reseñas:
«Un explorador cerebral de los problemas de la narrativa después de Joyce y Woolf, Borges, Rulfo y Arlt, Saer es también un impresionante poeta de lugar.» La Nación
«A pesar de ser la última novela de Juan José Saer (inconclusa, por otra parte), la muerte del autor no clausuró un ciclo ni La grande es una summa literaria: asistimos más bien a una realimentación del ciclo interminable de su narrativa, de su estilo inigualable y de sus personajes inolvidables.» Radar Libros, Carlos Gamerro
«La novela final de Saer, La grande, es la gran culminación de la obra de su vida, que reúne temas y personajes explorados a lo largo de su carrera, presentándolos de una manera muy singular, y es también un maravilloso punto de entrada a su mundo literario.» Open Letter Books
«La grande, novela que captura el espíritu de todas sus anteriores novelas y que por cuestiones de simetría no podía sino también significar el final de toda una época.» El Telégrafo«Cuando uno lee La grande, sabe que está leyendo algo que se está escribiendo contra la muerte. Uno reconoce que Saer sabe que morirá. […] En La grande, Saer pone lo mejor de sí, porque solo tiene una bala y un disparo para llegar hasta el final.» El Telégrafo
MARTES
Ruidos de agua
Son, más o menos, de una tarde lluviosa de principios de abril, las cinco y media: Nula y Gutiérrez están cruzando, en diagonal, un campito abierto, casi cuadrangular, cerrado en el lado superior, a cuyo extremo se dirigen, por un monte ralo de aromos detrás del cual, invisible todavía para ellos, corre el río.
El cielo, la tierra, el aire y la vegetación son grises, no con el tinte acerado que el frío les da en mayo o en junio, sino con la porosidad tibia y verdosa de las primeras lluvias de otoño que no bastan, en la zona, para abolir el verano insistente y desmedido: los dos hombres, que caminan, ni lentos ni rápidos, a poca distancia uno detrás del otro, llevan todavía ropa liviana. Gutiérrez, que va adelante, tiene un saco impermeable de un amarillo violento y Nula, que vacila con preocupación a cada paso para saber dónde pondrá el pie, una campera roja de una materia sedosa que en la jerga familiar (es un regalo de su madre), debido a su aspecto liso y brillante, llaman en broma tela de paracaídas. Las dos manchas vivas, roja y amarilla, que se mueven en el espacio gris verdoso, parecen un collage de papel satinado sobre el fondo de una aguada monocroma, de la que el aire sería la superficie más diluida, y las nubes, la tierra y los árboles, las masas más concentradas de gris.
Como ha venido a verlo por razones comerciales -entregarle tres cajas de vino, una de viognier, dos de cabernet sauvignon, y cuatro chorizos chacareros encargados la semana anterior- Nula, que tenía la intención de visitar a un par de clientes más esa tarde, se ha vestido con cierto cuidado, y además de la campera roja se ha puesto una camisa nueva, un chaleco de verano sin mangas, blanco, pantalones recién planchados y mocasines brillantes, que justifican la precaución con la que avanza, y que contrasta con la negligencia del otro, el cual, con paso decidido, y sin dejar de hablar, va apoyando sin ningún cuidado, sobre los pastos saturados de agua que bordean el senderito angosto de tierra arenosa o en los charcos esporádicos que lo entrecortan, sus botas de goma embarradas y ruidosas.