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Ficha técnica

Título: La escultura de sí |Autor: Michel Onfray |Traducción: Irene Antón | Editorial: Errata Naturae | Colección: La muchacha de dos cabezas | Formato: 14×21,5 | Páginas: 224 | ISBN: 978-84-15217-81-7 | Precio: 19,90 euros

La escultura de sí

Michel Onfray

ERRATA NATURAE

Al igual que la mejor filosofía antigua, la que propusieron Diógenes, Sócrates, Epicuro, Marco Aurelio o Epicteto, La escultura de sí es una reflexión que se vuelca sobre la vida: un verdadero manual para la cotidianidad, para la construcción o la escultura de uno mismo y para la búsqueda de la felicidad en el ámbito individual y social. ¿Un libro de autoayuda? Radicalmente no: si lo comparamos con esos libros que se apelmazan en los anaqueles de las librerías bajo esta designación; radicalmente sí: si entendemos la filosofía, al igual que lo hicieron los antiguos griegos y romanos, como una ayuda imprescindible para construir la propia libertad en el contexto de una existencia plena.

En este sentido, La escultura de sí es uno de los textos absolutamente referenciales de la obra y el pensamiento de Michel Onfray, con el que obtuvo el prestigioso Premio Médicis de Ensayo. Onfray delimita en este libro un territorio ético decididamente ajeno a las virtudes de la renuncia y del sacrificio, o lo que es lo mismo, un contexto inasequible a la intratable melancolía y a la austeridad que parece gobernar nuestro tiempo (y de paso gobernarnos a nosotros).

Para ello reivindica las viejas virtudes representadas por la figura del Condotiero y la época del Renacimiento. El Condotiero es un hombre que practica una moral de la altura y la afirmación, una inocencia y una vitalidad desbordantes. Su ética es también una estética: frente a las virtudes que reducen, prefiere la elegancia y la consideración, el estilo y la energía, la grandeza y lo trágico, la prodigalidad y la magnificencia, lo sublime y la elección, la virtuosidad y el hedonismo. A través de la figura del Condotiero el autor nos presenta una auténtica teoría de las pasiones destinada a producir una bella individualidad en el contexto de nuestro mundo contemporáneo: sujetos libres y felices, dotados para la generosidad, el placer y la amistad.

APERTURA:

PEREGRINACIONES EN BUSCA DE UNA FIGURA

PARA ARDER COMO LA SALAMANDRA en un brasero que consume y que se aviva con los propios jugos, fui a Rapallo, en el golfo de Génova, sobre la costa de Liguria, con el propósito de encontrar allí la sombra y el aliento de Zaratustra, hijo de Portofino y de Sils Maria. A lo largo de las carreteras que conducen a los pueblos de pescadores, entre pinos reales y el azur deslumbrante del cielo, crecían algarrobos y caquis. Un viejo y su mujer recogían los frutos del árbol y luego los depositaban en un gran lienzo de color crudo. Más lejos, una avenida de naranjos perfumaba el campo y mezclaba las fragancias de los cítricos con las de las resinas. Abrí un fruto que tenía la piel suave y la cáscara impregnada de potentes esencias. Los gajos, ácidos y saturados de zumo, encendían la boca e inflamaban la garganta: estas naranjas, que no son comestibles, sirven para elaborar confituras y dulces. Y, con esa astringencia en la boca, pensé en el alción, también llamado naranja de mar, este pájaro nietzscheano por excelencia del que Zaratustra hizo una virtud -el espíritu alciónico- y que los contemporáneos de Homero creían lo suficientemente mágico como para calmar el mar mientras hacía su nido. Frutos del cielo y del mar, estos pájaros traen augurios favorables.

Por la carretera que bordea la bahía de Santa Margherita hasta Portofino, Nietzsche recorría las luces transparentes. También lo hacía Alción, en estas regiones de cielos, mar y caminos escarpados en las que los pinos reales y los olivos se agarran a las rocas que se inclinan sobre las calas desiertas, la arena y el ruido de las olas. Abajo está el pueblo de pescadores, donde éstos remiendan las redes y hablan en voz baja junto a los barcos en los diques secos o acompañados por el cabeceo de las barcas azules, rojas y blancas. El filósofo está de parto. Pronto dará a luz a Zaratustra, un alumbramiento destinado a ecos espantosos, a increíbles desprecios. Profeta de Dioniso, caballero que utiliza el nihilismo para edificar y construir mejor, avanza, como por el lindero del mundo, en medio de un bestiario que lo anuncia y explica: el águila y la serpiente son sus emblemas; el asno y el camello sus enemigos, porque se alimentan de las energías con las que se puede producir lo sobrehumano, un estado más que una figura. Zaratustra es el nuevo metafísico que posee el sentido de la tierra, que se enraíza, pues, sólo en lo sensible. Con su vindicta persigue el ideal ascético y a aquellos que lo promocionan. Su odio también se dirige a los vendedores de trasmundos que rechazan el pensamiento trágico y prefieren mecer a los hombres con ilusiones azucaradas y peligrosas. No ama ni a los dioses ni a los amos y avanza escuchando tan sólo aquello que constituye la energía, la fuerza y la potencia: lo contrario a la violencia. Ante todo, destaca como presentador de nuevas posibilidades de vida, lejos del cristianismo, más allá de todo lo que vive de sus ideales mortíferos. Y su sombra me obsesiona, porque nuestras épocas carecen de una virilidad que se le asemeje. Había venido al golfo de Génova a alimentarme de los perfumes, colores y céfiros de una de las tierras que fecundaron el alma de Nietzsche. Entre laureles y palmeras, cerca de las aguas color azur y no lejos de Monte Alegro, que suministra los gozos anunciados por su nombre, me había decidido a continuar mi búsqueda de una figura que cristalizara el estado en el que una ética puede formularse: no lejos de la estética, semejante a la elegancia, fortificada por las luces de Italia. Venecia me fascinó.

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Michel Onfray

Michel Onfray (1959) es uno de los filósofos europeos contemporáneos más destacados. Nació en Normandía, en el seno de una familia pobre, por lo que pasó parte de su infancia en un internado salesiano y comenzó a trabajar muy joven. En la universidad destacó como un alumno impecable y se doctoró con 27 años. En 1983 comienza a enseñar filosofía en un instituto de la ciudad de Caen hasta que, en 2002, dimite para fundar la Universidad Popular de Caen, junto a otros profesores. Su extensa obra ha sido traducida a más de veinte lenguas.

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