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Ficha técnica

 Título: ‘KL. Historia de los campos de concentración nazis’ | Autor: Nikolaus Wachsmann | Traducción: Cecilia Belza y David León | Editorial: Crítica | Colección: Memoria Crítica |  Formato: 15,5 x 23 cm. | Presentación: Tapa dura con sobrecubierta | Páginas: 1136 | Fecha: oct/2015 | ISBN: 978-84-9892-872-3 | Precio: 38,90 euros | Ebook: 14,99 euros

KL. Historia de los campos de concentración nazis

CRÍTICA

Nikolaus Wachsmann ofrece en esta obra histórica de referencia una crónica equilibrada, completa y sin precedentes de los campos de concentración nazis, desde sus comienzos en 1933 hasta su extinción -hace setenta años- en la primavera de 1945. Sobre el Tercer Reich se ha investigado más a fondo que sobre casi cualquier otro período de la historia y, sin embargo, no ha existido hasta ahora ningún estudio del sistema de campos de concentración que revisara exhaustivamente su prolongada evolución, la experiencia cotidiana de quienes vivieron en ellos -tanto verdugos como víctimas- ni la de todos aquellos que estuvieron en lo que Primo Levi denominó «la zona gris».

Con KL, Wachsmann cubre esta ostensible laguna en nuestra comprensión de los hechos. Su obra no es solo la síntesis de una nueva generación de investigaciones académicas -la mayoría sin traducir y desconocida fuera de Alemania-, sino que además saca a la luz sorprendentes revelaciones sobre el funcionamiento y el alcance del sistema de los campos de concentración, descubiertas tras años de estudio en los archivos. Este minucioso repaso de la vida y la muerte dentro de estos recintos, donde Wachsmann asume una perspectiva más amplia y muestra las diversas formas que fue adoptando aquel sistema a tenor de los cambios acaecidos en las esferas política, legal, social, económica y militar, nos permite contemplar un retrato unitario del régimen nazi y sus campos, inédito hasta hoy.

KL es una obra decisiva, un empeño ambicioso, destinado a convertirse en un clásico de la historia del siglo XX.

 

1

Los primeros campos

Era la tarde del 8 de mayo de 1933, cuando Steinbrenner, uno de los soldados de la SS de Dachau, entró en la celda de Hans Beimler: «.Quieres colgarte tú mismo?». Steinbrenner era un hombre de elevada estatura. Bajó la vista para contemplar al prisionero, con su mugrienta chaqueta marrón, unos pantalones cortos y un aspecto demacrado tras días de torturas en el famoso búnker, el calabozo del campo. «!Venga! Fíjate bien y aprende cómo se hace.» Steinbrenner rasgó una manta, sacó un jirón y anudó una soga en el extremo. «Ahora solo tienes que meter la cabeza aquí dentro y atas el otro extremo a la ventana – añadió hablándole como si de un servicial amigo se tratase-. Ya lo tienes. En dos minutos habrá terminado todo.» Hans Beimler, cubierto de llagas y heridas, se había resistido a los primeros intentos de la SS para inducirlo al suicidio. Pero era consciente de que el tiempo se le acababa. Tan solo dos horas antes, quizá una, se había visto arrastrado a otra celda por el mismo soldado y el comandante de la SS en el campo; allí encontró el cadáver desnudo de Fritz Dressel, su amigo del círculo comunista, tendido sobre el suelo de piedra. Unos días atrás, Beimler había empezado a oír los gritos de Dressel, encerrado en el búnker, y supuso que aquel viejo amigo, incapaz ya de soportar los maltratos, se había cortado las venas y había muerto desangrado (de hecho, lo más probable es que los hombres de la SS asesinasen a Dressel). Aún conmocionado, Beimler fue arrastrado de nuevo hasta su propia celda, donde el comandante le espetó: «!Ea! Ahora ya sabes cómo se hace» y, acto seguido, pronunció un ultimátum: si Beimler no se suicidaba, la SS vendría a por él a la mañana siguiente. Le quedaban poco más de doce horas de vida.

 

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