
Ficha técnica
Título: Eres como eres | Autor: Meliana Mazzucco | Traducción: Xavier González Rovira | Editorial: Anagrama | Colección: Panorama de Narrativas | Páginas: 228 | Fecha: 2016 | ISBN: 978-84-339-7942-1978-84-339-7942-1
| Precio: 17,90 euros |
Eres como eres
Melania Mazzucco
Tras una accidentada disputa en el metro de Milán con sus compañeros de clase, que la someten a un cruel acoso, Eva Gagliardi decide partir en busca de su padre, Giose, un músico punk-rock que abandonó su carrera para cuidar de ella y a quien no ve desde hace tres años. El motivo: unas leyes anticuadas que no lo reconocieron como padre al fallecer Christian, su pareja, quien ostentaba la paternidad legal de la chica.
El viaje, que resultará decisivo para la formación de Eva y su paso hacia la adolescencia, también permite, a través de flashbacks, reconstruir el proceso de la concepción de la niña, desde la formulación del deseo de ser padres en un museo de Budapest hasta los viajes de la pareja a Armenia, donde consiguen un vientre de alquiler en el que implantar el óvulo fecundado, así como los problemas legales surgidos a raíz de la muerte de uno de los dos. Pero la novela es también una hermosa reflexión sobre la relatividad del tiempo a partir de las indagaciones de Christian sobre Dyonisius Exiguus, el monje que determinó en la Edad Media el calendario occidental.
Novela de emociones, de sentimientos, de miedos y esperanzas, pero sobre todo sobre la esencia misma de las relaciones humanas en la pareja y en la familia, al margen de los moldes y estereotipos tradicionales, Eres como eres (Premio Il Molinello 2014) fue recibida en su país con gran éxito de crítica y de público, pero también fue objeto de una furibunda reacción de los sectores más conservadores, con peticiones de censura en centros educativos y en bibliotecas, denuncias ante los tribunales, manifestaciones de jóvenes de extrema derecha o amenazas a la propia autora, expresiones de la homofobia latente en nuestra sociedad.
«Eres como eres mantiene secuestrado al lector, lo hace sufrir y depositar sus esperanzas en la joven protagonista» (Cristina Bianchi, Corriere della Sera).
«Mazzucco, con su prosa desenvuelta, y con la clara intención de que contar una historia sirva para otorgar ciudadanía y tal vez ontología a los sentimientos, ha escrito una novela conmovedora, llena de libros, de intuiciones y de sombras, en la que las palabras se revelan como el instrumento principal para derribar las barreras arquitectónicas entre vida y relaciones cotidianas y vida y relaciones impedidas por leyes tan obsoletas como ciertas unidades de medida» (Chiara Valerio, L’Unità).
EL AÑO CERO
Si me preguntan en qué año nací, yo contesto. Porque doy por descontado mentir; no se espera que las mujeres digan la verdad. Ni tampoco los jóvenes, a menos que ostenten el privilegio de su edad para sacar provecho del mismo. A la juventud se le perdonan de buena gana el error, la presunción y la valentía. Y yo detesto el determinismo de la biología. Quien me pregunta, además, tampoco sabe que considero cada año de mi vida un milagro, y que presumo de ello. Pero contesto a mi manera.
Nací en el año del caballo, digo. Según el horóscopo chino, los nacidos bajo el signo del caballo son rebeldes que no soportan las imposiciones, hablan mucho y no tienen el sentido del tiempo. Les gusta viajar, la crin al viento. Yo también tengo crin, y también el carácter imprevisible y la impaciencia equina, y todo lo demás. Pero me gustaría poseer la genial estupidez del caballo de carreras, sobre la que mi abuela fabula, la capacidad irresistible de apuntar hacia la meta.
Otras veces digo: nací en el año de la unión monetaria. Porque me siento ciudadana de este viejo continente, aunque abriera los ojos en otra parte del mundo. Es el año en que se hizo realidad un sueño que siempre había parecido una utopía de locos hasta poco tiempo antes. Y además me siento nueva, como Europa, y llamada a construir un mundo diferente al que me ha precedido.
Otras veces digo en cambio: nací en 1423. Y en todas esas ocasiones digo la verdad. Porque hace algunos años, cuando iba a tercero de primaria, hice un descubrimiento que me dejó de piedra. Al principio del curso académico llegó a clase un nuevo alumno. De tez oscura, tímido y, no obstante, altivo. No hablaba italiano. La maestra le indicó que se sentara a mi lado. A mí siempre se me ha dado bastante bien la lengua italiana y me consideraba ideal para que le sirviera de guía. El chiquillo se llamaba Khalil. Era paquistaní. Vivió como una degradación tener como tutora a una mujer y sólo al cabo de unas semanas me dirigió la palabra. E hizo que mi mundo se derrumbara. Me dijo que no vivíamos en 2009, sino en 1430.