Skip to main content

Ficha técnica

Título: El tiempo de las cabras | Autor: Luan Starova |   Traducción de: Ramón Sánchez Lizarralde |  Editorial: Libros del Asteroide | |Precio: 17,95  € | Páginas: 232 | Formato: Rústica 20 x 12’5 cm | Género: Novela | Fecha de publicación: Septiembre 2008 | ISBN: 9788493659707

El tiempo de las cabras

Luan Starova

LIBROS DEL ASTEROIDE

El narrador de la novela, hijo de exiliados albaneses y trasunto del autor, se dispone a catalogar la biblioteca de su padre y al descubrir en ella una colección de libros relacionados con las cabras evoca los acontecimientos que presenció durante su niñez, poco después de que su familia se instalara en Macedonia. En aquella época, justo al terminar la segunda guerra mundial el nuevo régimen trabajaba con ahínco en crear una gran clase proletaria en un país hasta entonces rural. Los pastores fueron obligados a instalarse en las ciudades y, así, un buen día éstas amanecieron blancas, invadidas por las cabras que los pastores se negaron a abandonar. Cuando las autoridades decretaron el exterminio de las cabras no se dieron cuenta de los problemas que causarían en la vida cotidiana de los ciudadanos.

Este episodio aparentemente trivial de la reciente historia balcánica le sirve a Luan Starova, escritor macedonio de origen albanés, para componer una fábula sobre la historia y el espíritu de los Balcanes. El peligro de las ideologías y el estoicismo con que el pueblo de la región ha soportado siempre las tiranías, el crisol de culturas que conforma su historia y la importancia de los vínculos del hombre con la naturaleza son algunos de los temas que se van desgranando en esta conmovedora historia.

Publicada originalmente en 1993, y traducida ahora por primera vez al castellano, esta novela ofrece algunas de las claves que permiten comprender la historia reciente de los Balcanes. 

                                                             1

En cuanto nos establecimos junto a la orilla del río, el Castillo cautivó nuestras miradas y se grabó para siempre en lo más hondo de nuestros espíritus. Durante largo tiempo, contemplamos desde el muelle de piedra lo que la última guerra había dejado de la fortaleza, sobre todo los viejos cañones, cuyos estampidos saludaban las fiestas mayores de los vencedores: el Primero de Mayo, el Día de la Victoria, el Día de la República.

  Para nosotros, recién llegados a la ciudad, el Castillo se asemejaba a una especie de balcón en mitad del cielo, el orgullo de la ciudad. Quien deseara alcanzar la base de la elevación sobre la que se erigía la fortaleza debía cruzar el Puente de Madera. Nada más atravesar esta hermosa obra realmente construida en madera, un verdadero palacio se desplegaba ante los ojos, un palacio completamente blanco, de cuya fachada sobresalía, a modo de defensa, una hilera de estatuas, cariátides de talla humana envueltas en largas vestiduras, flanqueadas por mascarones de piedra y que exhibían las más variadas expresiones.

  Aquella construcción era el teatro, un ilustre edificio de estilo neoclásico erigido allí pero que daba la impresión de proceder de Viena, Roma o París y haber sido trasplantado directamente al corazón de los Balcanes. Este edificio de tiempos recientes, como la Casa del Ejército próxima a él, que había sido levantada en los terrenos de una mezquita cuya forma de anillo le había valido el nombre de Burmali-Xhamia o mezquita del Anillo, este edificio, decía, al igual que el gran banco situado enfrente y la estación central – una de las más bellas de la península Balcánica y emplazada en un lugar que aún se asemejaba bastante a una alcazaba oriental-, había sido construido con objeto de poner de manifiesto el poderío del nuevo Estado. De hecho, unos veinte años después de su constitución como resultado del Tratado de Versalles, el capital extranjero había establecido los símbolos del poder en la nueva época. Estas nuevas construcciones, al igual que el Puente de Piedra y la colosal fortaleza, que lo dominaba todo, conocida desde tiempos antiguos como el principal punto de apoyo de todos los imperios en los Balcanes, determinaron los rasgos que ha bían de adjudicar una fisonomía estable a la ciudad.

  En medio de estos edificios se extendía la gran plaza -quizá la única en los Balcanes de sus dimensiones- de la que partían el Puente de Piedra y la calle principal, que conducía a la estación de ferrocarril. Allí, el tren por excelencia era el Orient-Express, que vinculaba la ciudad tanto con la Europa occidental y septentrional como con la zona meridional y oriental de la península.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

profile avatar

Luan Starova

Luan Starova (Pogradec, 1941) nació en Albania aunque cuando tenía sólo dos años su familia tuvo que abandonar el país e instalarse en Macedonia, Yugoslavia. Estudió en las universidades de Skopje y Zagreb, donde se doctoró en Filología Francesa y Literatura Comparada. En 1990, tras haber trabajado como traductor y como profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Skopje, inició su carrera como diplomático, convirtiéndose en el primer embajador de Macedonia en Francia y España. La mayor parte de su obra literaria está escrita en albanés, y aunque ha publicado también poesía y ensayo, entre su producción destaca su «saga balcánica» de diez novelas sobre el destino de su familia en los Balcanes a lo largo del siglo xx. Algunas de las novelas de esta saga son: Librat e Babait (Los libros de mi padre, 1992); El tiempo de las cabras (1993); o Ateisticki muzej (Museo del ateísmo, 1997). Su obra ha sido traducida a una veintena de idiomas. 

Obras asociadas
Close Menu