Ficha técnica
Título: El señor Mani | Autor: A.B. Yehoshua | Traducción: Ana María Bejarano | Editorial: Duomo Ediciones | Colección: Nefelibata | Encuadernación: Rústica con solapas | Formato: 14 x 21,5 cm | Páginas: 416 |ISBN: 9788415945048 | Precio: 18 euros
El señor Mani
A.B. Yehoshua
El señor Mani es una crónica envolvente de seis generaciones, que se adentra en el tiempo desde el Jerusalén de 1982 hasta mediados del siglo XIX. A través de los Mani, Yehoshua nos habla de ese a veces fino pero inquebrantable hilo que une a padres e hijos. ¿Puede un hombre romper las cadenas que lo atan a su pasado? ¿Puede anular su identidad? A.B. Yehoshua pone en escena cinco diálogos en los que una voz diversa nos guía entre las historias de ingratitud, heroísmo y generosidad de una familia movida por el sueño de la paz.
«Agudo y en ocasiones visionario. El Faulkner de Jerusalén.» Harold Bloom
«En sus novelas todo es ambiguo, imprevisible, no disimulado, sin dejar de mostrarse, al mismo tiempo, con una claridad meridiana.» Francisco Solano, El País
«Escritor exigente, profundo, conciliador, honesto y espléndido siempre.» Mercedes Monmany, ABC – Cultural
«Una maravilla. Sin duda, merecedor del premio Nobel de Literatura.» The Nation
Primera conversación
Mashabei Sade
Las seis de la tarde del viernes
31 de diciembre de 1982.
Los interlocutores:
Agar Shiloh, nacida en 1962 en Mashabei Sadé, un kibutz fundado en 1949 que se encuentra a treinta kilómetros al sur de Beer Sheva. Sus padres, Roni y Yael Shiloh, llegaron al kibutz en 1956 cuando estaban haciendo el servicio militar. Roni cayó en la guerra de los Seis Días, el último día de la guerra, en los combates de los Altos del Golán. Agar tenía entonces cinco años, por lo que muy bien puede ser cierto, como ella sostiene, que guarde un claro recuerdo de su padre.
Agar fue educada en el instituto regional de Revivím. Cuando dejó los estudios le faltaban dos asignaturas del último curso de bachillerato, las de inglés e historia, pues no se había presentado a los exámenes. Fue reclutada en agosto de 1980 y sirvió como soldado en una unidad de paracaidistas, en el campamento base de la misma en la zona de Beth Lida. A causa de la distancia existente entre la base y el kibutz, Agar solía pasar los permisos de fin de semana en Tel Aviv, donde dormía en casa de su abuela paterna, Noemí, a la que se sentía muy unida y a la que le hacía contar los recuerdos de la infancia de su padre. La abuela, que disfrutaba con la presencia rebosante de vida de la nieta, trataba constantemente de convencerla para que se matriculara en la universidad de Tel Aviv una vez que se hubiera licenciado en el ejército. Así, cuando Agar terminó el servicio militar, cuyos últimos meses fueron muy movidos a causa de la guerra del Líbano que había estallado en junio de 1982, y a pesar de la oposición de su madre, que creía que Agar tenía que volver a trabajar en el kibutz por lo menos por un período de un año antes de empezar a estudiar, consiguió convencer a la asamblea formada por los miembros del kibutz para que la autorizaran a estudiar, siendo como era, además, que aquellos estudios serían financiados en su totalidad por medio de una subvención que el ministerio de Defensa tenía destinada a los huérfanos de guerra. Agar se matriculó en el departamento de cine de la facultad de Bellas Artes de la universidad de Tel Aviv pero, como no tenía ultimados los estudios secundarios, no fue admitida para cursar el primer año de la carrera, sino que se vio obligada a estudiar antes, en la misma universidad, un año de preparación académica. Ese curso lectivo tiene por objeto que los alumnos aprueben los exámenes de bachillerato que les falten, así como que se les impartan las asignaturas de expresión hebrea, inglés y matemáticas como refuerzo para su capacitación académica.
A principios del mes de diciembre la abuela Noemí cedió ante la insistencia de su hijo, el tío de Agar, Benzion Shiloh, alto funcionario del consulado israelí en Marsella, aviniéndose a ir a visitarlo, ya que él había tenido que anular su visita estival a Israel a causa del incremento de las tareas de información que recayó sobre los empleados del ministerio de Asuntos Exteriores por la guerra «Paz de Galilea». A pesar de que no quería alejarse de su querida nieta por mucho tiempo, no pudo menos que responder afirmativamente a su único hijo, que tenía cuarenta años y cuya soltería seguía preocupándole mucho. Siempre había creído que su presencia cerca de él podría quizá conducir a algún arreglo matrimonial, por lo que prolongó su visita para participar en las recepciones organizadas por el consulado con motivo del año nuevo civil.