
Ficha técnica
Título: El lector del tren de las 6.27 | Autor: Jean-Paul Didierlaurent | Traducción: Adolfo García Ortega | Editorial: Seix Barral | Colección Biblioteca Formentor | Formato: 13,3 x 23 cm. | Presentación: Rústica con solapas | Páginas: 200 | ISBN: 978-84-322-2464-5 | Precio: 17,50 Ebook: 9,90 euros
El lector del tren de las 6.27
Jean-Paul Didierlaurent
Guibrando Viñol no es ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Su trabajo consiste en destruir lo que más ama: es el encargado de supervisar la Cosa, la abominable máquina que tritura los libros que ya nadie quiere leer.
Al final de la jornada, Guibrando saca de la entrañas del monstruo las pocas páginas que han sobrevivido a la carnicería. Cada mañana, en el tren de las 6.27, se dedica a leerlas en voz alta para deleite de los pasajeros habituales. Un día descubre por casualidad una pieza de literatura atípica que le cambiará la vida.
La amistad une a un grupo de personajes aparentemente anodinos, probables compañeros invisibles de nuestros viajes cotidianos en tren, que esconden mundos extraordinarios donde todo es posible: un vigilante de seguridad que habla en verso, una princesa cuyo palacio es un aseo público, un mutilado que busca sus piernas.
En una mezcla insólita de humor negro y dulzura, celebramos con ellos el triunfo de los incomprendidos.
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Algunos nacen sordos, mudos o ciegos. Otros lanzan su primer vagido ataviados con un feo estrabismo, un labio leporino o un horrible antojo en plena cara. Sigue habiendo quien viene al mundo patizambo, incluso con un miembro ya muerto antes de haber pasado por la vida. Guibrando Viñol había hecho su entrada en la vida con la carga del desafortunado retruécano surgido de la unión entre su apellido y su nombre de pila: VibrandoGuiñol;* un pésimo juego de palabras que había resonado en sus oídos desde sus primeros pasos por la existencia para no abandonarlo nunca más.
Sus padres habían ignorado los nombres del almanaque de ese año 1976 para mantener su elección de ese «Guibrando» venido de ninguna parte, sin pensar un solo instante en las desastrosas consecuencias de su acto. Asombrosamente, y pese a que la curiosidad a menudo fue muy fuerte, él nunca se había atrevido a preguntar el porqué de esa elección. Miedo a ponerlos en un aprieto, quizá. Miedo también, seguramente, a que la banalidad de la respuesta lo decepcionase. A veces se complacía imaginando lo que habría podido ser su vida si se hubiera llamado Lucas, Xavier o Hugo. Incluso un Gildebrando habría hecho sus delicias. Gildebrando Viñol, ese era un verdadero nombre sobre el que habría podido edificarse a sí mismo, con el cuerpo y el espíritu bien parapetados detrás de unas pocas sílabas inofensivas. En vez de eso, había tenido que pasar toda su infancia con el retruécano asesino pegado a él: Vibrando Guiñol. En treinta y seis años de existencia, había acabado por aprender a ser olvidable, a convertirse en invisible para no provocar las risas y las burlas que estallarían sin parar en cuanto la gente cayera en la cuenta. No ser ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Solo una vaga silueta entrevista en el borde del campo de visión. Fundirse con el paisaje hasta negarse a símismo y limitarse a ser un lugar ajeno nunca visitado.
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* El nombre del protagonista es Guylain Vignolles. Se ha traducido como Guibrando Viñol para mantener un juego de palabras similar al que se alude en el texto. (N. del t.)
Video track: http://www.youtube.com/watch?v=UvSxytwywiw