Ficha técnica
Título: El eterno viaje. Cómo vivir con Homero | Autor: Adam Nicolson | Traducción: Gemma Deza Guil | Editorial: Ariel | Colección: Cómo vivir | Formato: 14,5 x 23 cm. | Presentación: Rústica con solapas | Páginas: 432 | ISBN: 978-84-344-2233-9 | Precio: 19,90 euros | Ebook: 9,90 euros
El eterno viaje
Adam Nicolson nos brinda la oportunidad de conocer a un Homero de nuestro tiempo, un sabio cercano que, sentado junto a nosotros y charlando amistosamente, nos aconseja e interpela.
Se trata de una obra única para adentrarse en la figura del gran poeta griego: con un tono próximo, alejado de toda erudición, pero sin perder la rigurosidad, comprendemos sus ideas esenciales: la épica, la formación de la mente subjetiva, el valor de la memoria, el recuerdo del pasado arrasado por la historia…
Un libro que es un personal recorrido por la figura de Homero como hombre y como pensador, y por su extraordinaria época.
Este perfecto viaje nos acerca a la gran literatura clásica, nos brinda la sabiduría que emana de esos grandes poemas épicos -La Odisea y La Ilíada-, y nos descubre cuánto tienen que enseñarnos todavía sobre los grandes temas de la humanidad: el amor, la pérdida, la madurez o el placer. Una aventura hacia el autoconocimento.
C A P Í T U L O 1
D E S C U B R I R A H O M E R O
Una noche hace diez años empecé a leer a Homero en inglés. Junto a un viejo amigo, George Fairhurst, había navegado desde Falmouth hasta Baltimore, en el suroeste de Irlanda, más de cuatrocientos kilómetros a través del mar Céltico. Habíamos zarpado tres días antes en nuestro queche de madera, el Auk, de doce metros de eslora, un barco que nos había parecido lo bastante sólido en Falmouth, pero menos en el Atlántico.
Había sido un viaje ruinoso. A poco menos de un kilómetro y medio del refugio en Falmouth, nos dimos cuenta de que nuestro instrumental estaba roto, pero llevábamos tanto tiempo preparándonos y estábamos tan sedientos por lanzarnos a la mar que a ninguno de los dos nos apeteció dar media vuelta. Aquella noche se desató una fuerte tempestad, de fuerza ocho y ráfagas de nueve a diez nudos, al oeste de Scilly, y nos guiamos por las estrellas cuando el cielo estaba despejado, por la brújula en medio de la tormenta, que duró, a intervalos de varias horas, aquella noche, y todo el día y la noche siguientes. En ocasiones, el mar se había vuelto inmenso y toda la proa se sumergía en él y enterraba el bauprés hasta el enchufe, el agua entraba a mares por la cubierta de proa y avanzaba hacia el timón, convirtiendo las cubiertas laterales en canales paralelos al Atlántico.
Al cabo de cuarenta horas llegamos. George tenía la cara toda enrojecida y magullada, los ojos hundidos y oscuras ojeras; parecía que se hubiera peleado. Lanzamos el ancla en medio del puerto de Baltimore, en cuyas quedas aguas se reflejaban las luces del muelle, tan sólo perturbadas por nuestra pequeña ola, y dormí dieciséis horas de un tirón. La noche siguiente me hallaba tumbado en mi litera, con el Auk amarrado en el muelle irlandés y con la Odisea traducida al inglés por el magnífico poeta y erudito estadounidense Robert Fagles entre las manos.1*
De niño no había entendido a Homero. En la escuela nos lo enseñaban en griego, como si los poemas estuvieran escritos en lenguaje matemático. El maestro dibujaba los símbolos en la pizarra verde y descifrábamos su significado verso a verso, como si le quitáramos la espina a un pescado. La naturaleza arcaica del vocabulario de Homero, el patrón de sílabas largas y cortas en el verso, la esencia remota y poco interesante de los dioses, como el relato que alguien hace a la hora de comer sobre un sueño que ha tenido la noche anterior: ¿qué tiene que ver eso con nosotros? ¿Dónde está la vida en ese poema? ¿Cómo puede algo tan remoto compararse con las realidades acuciantes de nuestras propias vidas, de nuestros anhelos y ansiedades? La dificultad y la extrañeza del griego era poco más que una prisión de oscuridad para mí, que abandonaba alegremente una vez hecho el examen. Homero se me antojaba irrelevante.
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1 * Para la traducción de los pasajes de la Odisea incluidos en este libro se ha utilizado la traducción de Fernando Gutiérrez para Debolsillo (Barcelona, 2013). Y para la traducción de los pasajes de la Ilíada se ha utilizado la traducción de Francisco Pérez para Abada (Madrid, 2012), salvo en contadas ocasiones, en las que se ha recurrido a la traducción de Luis Segalá y Estalella para Austral (Barcelona, 2012) tal y como se especifica en las notas. (N. de la T.)