
Ficha técnica
| Precio: 18,00 euros | ISBN: 978842040234
El cuervo blanco
Fernando Vallejo
Friedrich August Pott, el gran lingüista de su tiempo, en una carta en latín que le escribió desde Alemania lo llamó corvus albus, «el cuervo blanco», aludiendo con la comparación a su apellido y a un ser excepcional entre los de su especie, los del remoto y extraño país de los Andes. El Diccionario se le quedó inconcluso. Molesto tal vez porque un simple mortal en una mísera vida pretendiera abarcar tanto, todo un idioma, Dios no quiso que lo terminara. Quiso en cambio (designios suyos inescrutables) que este hombre puro, generoso y de alma grande entrara en su Gloria. El cuervo blanco incoa y lleva a feliz término su proceso de canonización. A san Rufino José Cuervo se le puede rezar pues con devoción y pedir con confianza.
Comienzo del libro
Bajé en la estación del Père-Lachaise, caminé unas ca-lles y entré en la ciudad de los muertos: tumbas y tumbas y tumbas de muertos y muertos y muertos: Joseph Courtial, Victor Meusy, George Visinet, Familia Faucher, Familia Flamant, Familia Morel, Familia Bardin… Y lápidas y lápidas y lápidas, con epitafios infatuados, necios, presumiendo de lo que fueron los que ya no lo son: un administrador de la Compañía de Gas en Saint-Germain-en-Laye; un crítico dramático y musical del Journal de Rouen; el sargen-to Hoff de una tumba adornada con la estatua de un soldadito de quepis, fusil en una mano y con la otra saludando al cielo. Y músicos y poetas y oradores y políticos y pintores y novelistas y generales y mariscales… ¡Y los monumentos! Monumento a los caídos en la guerra de 1870 por Francia. Monumento a los soldados parisienses muertos en el Norte de África por Francia. Monumento a los polacos muertos por Francia. Monumento a los combatientes rusos muer-tos por Francia. Monumento a los soldados españoles muertos por Francia. Monumento a los jóvenes voluntarios muer-tos por Francia… ¡Qué país! ¡Cuánta gloria! ¡Qué masacre! Masacre, del francés massacre, que un día fue galicismo en este idioma pero ya no. Todo pasa, todo cambia y el idioma y la moral se relajan. «Dan de sí», como dicen en México los vendedores de zapatos.