Ficha técnica
Título: Doctor Krupov | Autor: Alexandr Herzen | Ilustración: Frida Stenmark | Traducción: Sara Gutiérrez | Prólogo: Enrique López Viejo | Editorial: Ardicia | Páginas: 112 | ISBN: 978-84-941235-4-2 | Precio: 14,90 euros
Doctor Krupov
Alexandr Herzen
El narrador de Doctor Krupov (1847), álter ego del autor, es el portavoz de una desencantada visión de la vida, colmada de un resignado pesimismo que recuerda al de ese otro doctor del Tío Vania, de Chéjov. En su discurso, cargado de ironía, arremete contra ese obtuso afán por legitimar el comportamiento irracional de los hombres, la insania cotidiana que supone permitirles continuar existiendo de acuerdo con absurdas tradiciones. Para Krupov, la locura es una constante omnipresente a lo largo de los tiempos, sin distinciones sociales ni culturales, lo que convierte a la Historia en la auténtica «autobiografía de un loco».
En La urraca ladrona (1848), la otra nouvelle que completa este volumen, el diálogo mantenido entre distintos personajes en torno a la condición de la mujer y a los roles femeninos en el teatro da pie a la narración de la vida de Aneta. La historia de esta extraordinaria actriz de provincias caída en desgracia servirá a Herzen para denunciar la injusticia del sistema de servidumbre, que no sería abolido hasta 1861.
DE LAS ENFERMEDADES MENTALES EN GENERAL Y SU DESARROLLO EPIDÉMICO EN PARTICULAR
Obra de S. Krupov, doctor en Medicina y Cirugía
Hace ya muchos años que consagro todo el tiempo que me queda, después del tratamiento de los enfermos y el cumplimiento de las obligaciones, a la disquisición sobre la Psiquiatría comparada desde un punto de vista totalmente nuevo. Pero, hasta el momento, la falta de confianza en mis fuerzas, la modestia y la precaución me impedían cualquier promulgación de mi teoría. Hago ahora la primera prueba de informar al benevolente público sobre una parte de mis observaciones. Lo hago azuzado por el presentimiento de la inminente transición al reino mineraloquímico, cuyo principal inconveniente es la falta de conciencia. Entiendo que tengo la responsabilidad de afianzar mi conocimiento fuera de mí, por así decir, mediante un relato concienzudo para beneficio y comprensión de mis colegas de ciencia. Considero que no tengo derecho a permitir que mi pensamiento desaparezca sin dejar huella ante las nuevas combinaciones químicas y disoluciones que esperan a mis hemisferios cerebrales.
Al saber casualmente de su publicación decidí enviarle un fragmento de la introducción, precisamente porque es muy asequible. En él, en realidad, se encierra no la teoría, sino la historia de su génesis en mi cabeza. Junto a esto, no considero superfluo advertirle de que yo soy todo menos un hombre de letras y, tras treinta años viviendo en una capital de provincia, alejado tanto del gobierno central como de la capital, he perdido la costumbre de exponer elocuentemente los pensamientos y no estoy familiarizado con el lenguaje de moda. No debe, sin embargo, perder de vista que mi objetivo no es en absoluto literario, sino patológico. Yo no quiero cautivar con mis composiciones, sino ser útil informando de una teoría extraordinariamente importante que hasta el momento ha escapado a la atención de los mejores médicos. Ahora, el más indigno de los discípulos de Hipócrates la ha desarrollado científicamente y la ha comprobado con sus observaciones.
Les dedico esta teoría a ustedes, a los médicos abnegados que sacrifican su tiempo en la triste ocupación de tratar y visitar a quienes padecen enfermedades mentales.