Ficha técnica
Título: Crónica de un tiempo perdido | Autor: Giuseppe Cesare Abba | Traducción de Martín López-Vega | Editorial: Periférica | ISBN: 978-84-936926-7-4 | Páginas: 112 |PVP: 13 euros
Crónica de un tiempo perdido
Giuseppe Cesare Abba
Ésta es una de las crónicas más celebradas de la literatura italiana del cambio del siglo XIX al XX, un libro lleno de encanto e inteligencia, hábilmente construido, que puede leerse unas veces como volumen de ficciones y personajes, y como ágil manual de Historia de la Europa postnapoleónica otras… Un libro que, según dijera el escritor Leonardo Sciascia, funciona «como una muñeca rusa con otras muchas muñecas dentro». La primera parte dibuja con gracia varios tipos sociales; el resto es un magnífico recorrido por los tránsitos de una Europa que se formaba y deformaba, observada finamente desde ese importante cruce de caminos del Piamonte que visita Abba a través del espacio y el tiempo.
Una reveladora muestra de lo que fueron los avatares de un siglo que acabó en el hundimiento del Imperio Austrohúngaro y la Primera Guerra Mundial, con la eclosión del mosaico de naciones surgidas del auge romántico. En estas páginas sobre una sola encrucijada de la Historia se anticipa toda la Historia europea posterior, hasta el presente.
Crónica de un tiempo perdido
Los muchachos del 48, en los días en que Carlo Alberto era cantado por todos los corazones, oían contar a los viejos que una noche de marzo de 1821 el tambor del mensajero había despertado a todo el país, que el mensajero, en medio de la oscuridad, andaba por las calles gritando entre redoble y redoble: «Urdin du scindic, a v’ farz savèi che da duman er prinzi d’ Carignan l’è nost Suvran».1 Se contaba que aquellos redobles, aquellos gritos, habían hecho asomarse a la gente a las ventanas de sus casas, preguntándose unos a otros. Había quien se atrevía a preguntarle al mensajero, que era, por lo demás, un personaje temido: «¿Qué has dicho?». Pero el pregonero seguía adelante, redobla que te redobla, y gritando sin parar aquellas palabras. Se oían ventanas que se cerraban, y alguna puerta que se abría; los más curiosos se atrevían a salir de casa, y daban vueltas buscándose los unos a los otros para enterarse de algo, e iban a ver a los panaderos, que por lo menos trabajaban al calor del fuego.
1. En piamontés en el original. «Escuche el alcalde, se hace saber que a partir de mañana el príncipe de Carignano será nuestro soberano».