Ficha técnica
Título: Creer en la educación | Autor: Victoria Camps | Traductor: José Luis Castillejo | Diseño de Cubierta: Carlos Cubeiro | Editorial: Península | Colección: Atalaya, 322 | Precio: 17,50 € / 16,83 sin IVA | Páginas: 224 | Formato: Rústica con solapas 13×20,5 cm | Fecha de publicación: 11 de Septiembre 2008 | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-8307-838-9 | EAN: 9788483078389
Creer en la educación
Victoria Camps
Desde un punto de vista pedagógico y ético, un ensayo imprescindible para entender uno de los mayores retos del futuro: la educación.
La idea que atraviesa este lúcido ensayo está contenida en su título: el problema fundamental que tiene la educación en nuestros días es la falta de fe. La educación ha perdido el norte, ha caído en la indefinición y ha olvidado su objetivo fundamental: la formación de la personalidad. Una formación que corresponde, sobre todo, a la familia, pero también a la escuela, a los medios de comunicación, al espacio público en todas sus manifestaciones. Urge, por tanto, volver a valores como el respeto, la convivencia, el esfuerzo, la equidad o la utilización razonable de la libertad. Es necesario recuperar el buen sentido de conceptos como autoridad, norma, esfuerzo, disciplina o tolerancia. Y, por encima de todo, hay que cambiar de perspectiva, eliminar tópicos y asumir que estos valores, estas actitudes, se pueden y deben enseñar. No podemos inhibirnos de la responsabilidad colectiva que supone educar. El futuro y el bienestar de la sociedad depende de nuestro compromiso.
Dividido en once breves capítulos, Victoria Camps incide en la falta de motivación de alumnos y educadores. Camps relaciona esta problemática con el desarrollo de la sociedad de bienestar y de consumo, responsables en cierta medida del fracaso del modelo educativo imperante.
PRÓLOGO
El propósito de estas páginas no es teñir de escepticismo o de nostalgia la tarea educativa. Ya tenemos suficiente con las miserias que día a día nos relatan los periódicos o la televisión. Todo lo contrario, lo que quisiera es contribuir, aunque sólo sea unas pocas ideas, al retorno de la esperanza en la educación. Parto de la hipótesis de que no creemos en ella. Pensamos que es inútil intentarlo, que no vale la pena invertir más esfuerzos ni palabras. Los impedimentos y los obstáculos que se interponen a la voluntad de formar a las personas son tantos que no es necesario perder más tiempo. Este sentimiento de impotencia es el síntoma de una realidad, a mi parecer, incuestionable: la escasez de discusiones y debates serios sobre las finalidades de la educación. Nos lamentamos mucho, eso sí, de que la escuela no funciona bien, de que la familia ha abdicado de su responsabilidad y de que el entorno mediático no contribuye en absoluto a facilitar las cosas. Desde la política, se modifican cada dos por tres las leyes de educación, pero nunca se enfrenta con decisión y directamente la elevada tasa de fracaso escolar que tenemos. El discurso es negativo, no constructivo, porque nadie se plantea en serio hacia dónde queremos ir.
Diversos factores pueden explicar lo que está pasando. Uno de ellos es que las sociedades evolucionan en el buen sentido, es decir, que progresan. Las mujeres han empezado a poder trabajar fuera de casa y a competir con los hombres en la vida pública. El derecho a la educación se ha universalizado hasta el punto de que la reivindicación política del momento es la escolarización de los menores de tres años, porque hasta los dieciséis ya están escolarizados. Dos avances indiscutibles que, a su vez, dejan al descubierto unos vacíos que antes pasaban desapercibidos.